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Enric Bonet
Jueves, 5 de septiembre 2024, 17:36
Ella perdía la memoria de manera repentina. Siempre estaba cansada y no entendía el porqué. Un neurólogo le dijo que eso se debía a la ansiedad, otro le hizo pasar una resonancia magnética sin que eso diera ningún resultado. Gisèle Pélicot, la francesa violada por ... más de 80 hombres, descubrió el motivo de esos episodios puntuales de amnesia el 2 de noviembre de 2020. Ese día descubrió lo que había perpetrado su marido, y padre de sus hijos, durante casi una década.
Gisèle, de 72 años, ha recordado este jueves en la cuarta jornada del juicio de este impactante caso ese momento en que cambió su vida. «Mi mundo se derrumbó (...) Todo lo que construí con (Dominique) Pélicot se derrumbó. Tres hijos, siete nietos y una pareja fusional. Incluso nuestros amigos nos decían que éramos una pareja ideal», aseguró este jueves la víctima en el Tribunal de Aviñón, en el sudeste de Francia. Fue, de hecho, otra agresión sexual la que originó el hallazgo de más de 20.000 fotos y videos de las violaciones que sufrió la señora Pélicot desde 2013.
La policía arrestó a su marido en septiembre de 2020 después de que tres mujeres lo denunciaran por haberlas grabado debajo de las faldas en un supermercado en Mazan, la localidad meridional donde residía esta pareja de jubilados. En el marco de esa investigación, las fuerzas de seguridad descubrieron todo el material visual de las violaciones que su marido había organizado. «Ese señor (agente de policía) me enseñó una imagen. Primero, no reconocía a la mujer que estaba en la cama. (...) A la tercera imagen le dije que parara», ha explicado Gisèle sobre el momento en que le mostraron las fotografías de las agresiones sexuales que sufrió estando inconciente. «No era una violación, sino una barbarie», ha añadido. «Me tratan como a una muñeca de trapo, una bolsa de basura», «me pregunto cómo aguanté», aseguró, «fui sacrificada en el altar del vicio». «El cuerpo está caliente, no frío, pero yo estoy muerta en mi cama».
Ese fatídico 2 de noviembre de 2020 también quedó marcado como un trauma para los hijos de Gisèle, sobre todo para su hija Caroline Darian. Su madre ha recordado en la sala de audiencias cómo reaccionó Caroline al enterarse de lo que había hecho su padre: «Sentí una bestia gritar. Ese gritó quedó grabado en mi memoria». La hija explicó sus vivencias en relación con este caso en el libro 'Et j'ai cessé de t'appeler papa' (He dejado de llamarte padre), publicado en 2022. En las imágenes encontradas en el ordenador de su progenitor, en dos de ellas se la veía a ella medio desnuda. Lo que la dejó con la duda de si su padre también la había drogado con tranquilizantes, y la habían violado.
Caroline lanzó el año pasado la etiqueta #MendorsPas (No me duermas) con el objetivo de concienciar sobre las agresiones machistas a través de sumisiones químicas. Un tipo de agresión sexual que en Francia incluso sufrió a finales del año pasado la diputada centrista Sandrine Josso por parte del senador Joël Guerriau. «Tenemos a menudo la imagen de jóvenes borrachas en medio de una fiesta a las que drogan. En realidad, utilizan con más frecuencia medicamentos que drogas. Y las víctimas conocen a menudo a sus agresores, como en la mayoría de los casos de violación y agresión sexual», explicó la hija en una entrevista reciente en el diario Le Figaro.
Tras haber pedido el lunes que el juicio se celebrara abierto al público, «para que la vergüenza cambie de lado», Gisèle Pelicot ha exigido este jueves a los 51 acusados presentes en el juicio que reconozcan su voluntad de violarla. De los 80 violadores, varios de ellos no fueron reconocidos por la policía y uno se encuentra en paradero desconocido. Entre los que comparecen en el proceso, 35 niegan cualquier intención de querer violarla. Y se defienden con el argumento de que creían participar en el juego de una pareja de libertinos.
«Estos señores se permitieron entrar en mi domicilio. (...) No me violaron con una pistola en la cabeza, sino que me violaron en toda conciencia», ha afirmado Gisèle sobre unos hombres con los que su marido y violador se puso en contacto a través de una página web de libertinaje, cerrada hace unos meses. «¿Por qué no fueron a comisaría, incluso con una llamada anónima podrían haber salvado mi vida. Pero ninguno de ellos lo hizo. Cuando veo los videos, no siento que ninguno de ellos estuviera manipulado», ha lamentado la víctima.
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