A remo y a vela, navegando en una embarcación de apenas siete metros de eslora, y a pie, desplazándose sobre esquíes, el aventurero Antonio de la Rosa, de 53 años, recorrerá 3.050 kilómetros a través de la Antártida. Espera partir desde el Cabo de ... Hornos (Chile) el 1 o el 10 de enero, cuando se den las condiciones meteorológicas propicias, y terminará su epopeya 50 días después en la isla de Georgia del Sur. Por entonces habrá arrostrado olas de nueve metros y vientos de 100 kilómetros por hora.
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En su travesía por mar, en unas aguas feroces en las que han naufragado cientos de barcos, se enfrentará a borrascas que dan la cara una vez cada tres días. Cuando se tenga que enfrentar a los envites más endiablados se cobijará en un habitáculo de 50 x 50 centímetros donde solo tiene por colchón una esterilla. «Llevaré un traje de abandono, un traje en seco, en el que puedo estar caliente por dentro. Si me caigo al agua no me mojo y con él puedo llegar a aguantar hasta 24 horas en aguas gélidas, a una temperatura de dos grados», asegura De la Rosa, que ayer presentó su expedición, que trata de emular la que llevó a cabo Ernest Shackleton a principios del siglo pasado.
El viaje, avalado por la Sociedad Geográfica Española, atravesará el mar de Hoces, bautizado por los anglosajones como pasaje de Drake, si bien el corsario nunca se aventuró por estos lares, sembrado de letales icebergs y azotados por vientos turbulentos. Con todo, no hay peligro de que Antonio de la Rosa, con 12 grandes expediciones a cuestas, perezca en el intento, dado que si vienen mal dadas un barco le rescatará.
Su objetivo no es otro que reclamar unos océanos libres de contaminación, exentos de plásticos, y homenajear la memoria de los grandes exploradores españoles, recuperando la cartografía original. No en vano, hasta los mismísimos ingleses se referían al principio a Georgia del Sur como isla de San Pedro. Llegados a ese punto, De la Rosa se calzará los esquíes y salvará glaciares para llegar a la estación ballenera de Husvik, al este de la de la isla, donde logrará completar el periplo después de dejar atrás 50 fatigosos kilómetros.
«El pasaje de Drake, desde que se descubrió en el siglo XVI, es uno de los sitios más terroríficos para un habitante del planeta. Allí se han hundido hasta ahora 800 barcos», asevera el historiador y divulgador científico Javier Cacho.
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Para encarar con éxito una empresa de este tipo, el expedicionario llevará comida iofilizada que solo necesitará hidratar con agua caliente. Tendrá oportunidad de poner a prueba su aporte calórico, porque habrá días en que De la Rosa tendrá que apencar con jornadas extenuantes de 22 a 24 horas seguidas remando. «El océano Antártico es el más peligroso y duro que hay, con vientos que normalmente superan los 80 y 100 kilómetros», dice el deportista, que piensa hacer un documental para contar su gesta.
Cerca de la Antártida, el aventurero habrá de encarar peligros sin par, como la posible colisión con icebergs flotantes, que pueden abrir una vía de agua en la embarcación. Incluso las orcas, que en estas latitudes abundan, son capaces romper la orza o timón y quedar a la deriva de vientos y corrientes sin poder maniobrar.
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El 'Ocean Defender', diseñada por el propio expedicionario, es una embarcación sostenible, de apenas siete metros de largo y uno y medio de ancho. Un pequeño cascarón rojo en el vasto océano. Será, sin duda, la esperanza de supervivencia en la que ya es la expedición más compleja y arriesgada a la que Antonio de la Rosa ha hecho frente.
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