- Depende de qué se entienda por felicidad. Si es una euforia pueril, no tiene mucha importancia que sea posible o no. La felicidad real es amar y ser amado: por la pareja, por los amigos… Y se puede ser ... feliz cuando se tiene la conciencia satisfecha.
Rafael Narbona (Madrid, 1963) lo dice mientras posa para la fotografía que ilustra esta entrevista en el madrileño templo de Debod, en el distrito de Argüelles. El 1 de junio de 1972, sobre las diez de la noche, paseaba por aquí mismo con su padre. Él era un niño que aún no había cumplido los nueve años y sentía que la reciente muerte de su abuela, con la que tantas veces había estado en ese lugar, era injusta. Su progenitor le explicó que vida y muerte se complementan y que las cosas solo tienen sentido porque empiezan y acaban. Al día siguiente, su padre falleció a consecuencia de un infarto. Y justo diez años más tarde, su hermano se suicidó sin dejar una explicación. Por esa misma época, uno de sus amigos también se quitó la vida. Tiempo después murió su hermana, que había nacido con importantes anomalías genéticas. Él mismo y su mujer han sufrido episodios importantes de depresión. A él le dieron la jubilación anticipada por un diagnóstico de bipolaridad que luego se reveló erróneo. Y ella está sometida ahora a un tratamiento por una enfermedad grave pero con un diagnóstico muy favorable.
Hablar de todo esto con Rafael Narbona es hacerlo del destino de los humanos y del sentido de la esperanza. Acaba de publicar 'Maestros de la felicidad' (Rocaeditorial) y, pese a los golpes recibidos, Narbona, que ha sido profesor de Filosofía y crítico cultural, es uno de ellos, tantas son las enseñanzas vitales que transmite.
- En su libro dice que hoy casi nadie se atreve a defender el coraje, la fe y el sacrificio. ¿Eso es la modernidad? ¿Hedonismo puro?
- El hedonismo se generalizó a partir de Mayo del 68. Le diré algo: yo me considero de centro izquierda y Mayo del 68 no me suscita ninguna simpatía porque ese hedonismo lo que ha generado son posturas reaccionarias. Se puede defender el coraje, el deseo de ayudar a los demás y eso no es conservadurismo. Ser para los demás también es fuente de felicidad. Lo primero que hay que hacer es salir de uno mismo. La felicidad no es un derecho, tenemos que ganarla. Y cuando haces lo que debes te la ganas. Esto no es reaccionario. Al fin y al cabo, es solidaridad, palabra que en nuestro tiempo ha sustituido a compasión.
- Asegura que decir que en la vida solo hay ruido y furia le parece el mayor fracaso de la inteligencia humana. ¿Está corrigiendo el célebre soliloquio de 'Macbeth' de Shakespeare?
- Shakespeare tenía un talento enorme como dramaturgo y era un gran poeta, pero no comparto su visión pesimista de la vida, una visión que a mí me parece mediocre. En la vida hay amor, naturaleza, belleza, amistad, armonía, equilibrio… Shakespeare dijo en este caso una soberana tontería.
Debate público
«Hay artistas del improperio que hacen mucho daño»
- Defiende el progreso moral, pero critica que se use como argumento para juzgar a nuestros antepasados. Pues se hace, y desde una perspectiva de superioridad moral. ¿De verdad somos mejores que ellos?
- En el futuro, cosas que hoy nos parecen normales serán consideradas aberrantes. Si juzgas el pasado con los ojos del presente, no podrás leer a Cervantes o a Shakespeare. Hay algo que hace mucho daño a la izquierda y es el pensamiento 'woke', que empezó muy bien, con muchos valores positivos, pero ha llegado a extremos ridículos. Parte del auge de la extrema derecha viene justo de esos excesos.
- Hablando de valores, ¿el desconocimiento de la tradición cristiana puede hacer que no entendamos el origen de muchos de esos valores o el arte occidental?
- El anticristianismo comenzó con la Ilustración. Si desconocemos la cultura cristiana, no sabremos que el concepto de perdón, como el de rehabilitación, vienen de ahí. Lo dice Hannah Arendt. La crisis del cristianismo, sería más exacto decir de la Iglesia, coincide con el auge de otros fenómenos que no son positivos. Es cierto que el concepto de comunidad vertical que ha defendido la Iglesia, con líderes infalibles, ha hecho mucho daño. Pero yo creo que el legado cristiano hay que preservarlo por una cuestión cultural y moral y porque a mí, en último término, no me parece racional creer que la muerte sea la última palabra. En ese sentido, reivindico a Julián Marías, Pedro Laín Entralgo o Xabier Zubiri.
- El arte es la única disciplina que cuando miente dice la verdad. Una verdad que, a juzgar por lo que pasa en la vida pública, cada vez tiene menos valor.
- El ser humano necesita las mentiras de la ficción, del arte, que son saludables, esclarecedoras. Pero las que escuchamos en el ámbito de la política lo único que hacen es arrojar barro y han deteriorado la convivencia hasta extremos insoportables. Hoy el Parlamento parece un bar de borrachos del Far West donde juegan a ver quién dice la burrada más gorda. La ejemplaridad ha desaparecido de nuestra vida pública. ¿Dónde está gente como Olof Palme, o como Angela Merkel, aunque yo discrepara de algunas de las medidas económicas que tomó? En España quizá el último político ejemplar que hemos tenido fue Adolfo Suárez, a quien mi padre conoció.
Soberbios y estúpidos
- Usted cita una frase de Erasmo sobre la mala fortuna de los príncipes, siempre rodeados de aduladores que les esconden las verdades incómodas. ¿Los asesores de hoy son en muchos casos esos aduladores de los que hablaba Erasmo?
- Los asesores son los aduladores de los políticos de hoy, no se atreven a criticarlos. Lo digo sobre la base de que he conocido y conozco a alguna gente del PSOE, el PP y Podemos. Y lo que veo es culto a la personalidad, 'hooliganismo' y ningún sentido crítico. Así que los líderes son cada día más soberbios, engreídos y estúpidos. Hay artistas del improperio que hacen muchísimo daño.
Valores de ayer y hoy
«En el futuro, cosas que ahora nos parecen muy normales serán juzgadas como aberrantes»
- Se refiere en su texto a la importancia del perdón y a la intuición de que todos necesitaremos que nos perdonen alguna vez. Quizá entonces perdonar no sea un acto de tanta generosidad.
- No es un cálculo egoísta sino un ejercicio de autocrítica. El que piensa que no ha cometido errores me da miedo. Quien perdona se hace un favor a sí mismo porque quien no lo hace vive atormentado, con rabia. El perdón debe hacerse con sinceridad, sin hipocresía. Es una cualidad en desuso, como la humildad.
-A usted no le gustan las utopías. Decía Salvador Pániker que cuando surgen las palabras con mayúscula (Justicia, Revolución, Dios…) comienzan los crímenes. ¿Piensa lo mismo?
- Es imposible crear un mundo perfecto. Cuando la utopía se convierte en un dogma empiezan los totalitarismos, sí. Es un peligro porque en su nombre se justifica todo. Un cierto aliento utópico está bien, pero puede llevar al exterminio del adversario.
- Las revoluciones tienen el prestigio de lo épico y lo excitante. ¿Por eso los revolucionarios son siempre jóvenes?
- No siempre. Abimael Guzmán, el líder de Sendero Luminoso, tenía sus años. Es cierto que las revoluciones atraen más a los jóvenes, pero sus teóricos, que no suelen mancharse las manos, no son tan jóvenes. El asunto no es sencillo. Si ves que un fondo buitre obliga a desahuciar a una anciana que se queda sin vivienda puedes sentir el impulso de poner una bomba… Pero las revoluciones no hacen el mundo más humano, salvo las revoluciones morales. Hizo más por el mundo Martin Luther King que la Baader-Meinhof.
- Pero el atractivo de la violencia es muy importante entre los jóvenes, de derechas y de izquierdas.
- Claro. Se olvida que el fascismo fue muy popular entre la clase obrera. La violencia atrae a gente que se considera excluida. Hitler usó la demagogia para conseguir el apoyo de quienes se habían quedado sin trabajo. Lo que sucede luego es que el dolor de las víctimas muertas por la violencia es inmoral. No se construye nada humano con violencia.
Comportamiento
«El ser humano tiene que invertir en afectos. Eso es lo que nos ayuda ante el infortunio»
- ¿Tiene la violencia algún valor purificador?
- No, es embrutecedora y degradante. Los torturadores de la dictadura argentina, como los criminales nazis, acabaron desquiciados. Y estoy seguro de que ni Hitler ni Stalin fueron felices. El amor sí es purificador.
- ¿Cómo es posible que dirigentes que quisieron imponer a sangre y fuego sus utopías, por bellas que fueran, sigan teniendo hoy seguidores incondicionales? ¿Por qué tanta gente calla o niega la barbarie aunque la tenga ante sus ojos?
- Son gestos de odio e infantilismo. Es fácil odiar a un fondo buitre o a un político corrupto. A partir de un agravio surge la idea de venganza. En ese sentido, el marxismo ha sido una utopía dañina. Frente a injusticias que eran y son muy reales había y hay alternativas. Se niega la Historia y se niegan algunos hechos para no renunciar a la posibilidad de un mundo perfecto. Es doloroso reconocer que es imposible, cierto. Pero nos falta espíritu autocrítico. Debemos ser más humildes.
La obscenidad de la muerte
- Supongo que es el odio, la deshumanización, lo que ha hecho posible los genocidios. ¿Es así?
- El odio no es un sentimiento natural; la compasión sí lo es. La codicia y la intoxicación ideológica es lo que deshumaniza. No es posible matar a otra persona sin haberla deshumanizado. Frente a todo eso, nuestra especie ha sobrevivido por la solidaridad, que garantiza que sigamos aquí mucho más que la violencia.
- Cambiemos de tema. De alguna manera usted denuncia que la ciencia se ha convertido en la fe de nuestro tiempo. Explíquelo.
- En la ciencia debemos confiar, pero dentro de su campo de actuación. La ciencia no da respuestas a las preguntas últimas, como el origen del cosmos o el sentido de la vida. La ciencia y la teología son complementarias. El camino a la trascendencia requiere seguir las razones del corazón, como decía Pascal. Yo soy un cristiano de fe unamuniana, siempre salpicada por la duda. Si renunciamos a Dios, solo nos queda el escándalo y la obscenidad de la muerte. Contra toda esperanza hay que tener esperanza.
Utopías
«Es doloroso reconocer que un mundo perfecto es imposible, pero debemos ser más humildes»
- Dice que siempre hay armas para combatir la infelicidad. Y se muestra contrario a la melancolía. Pero, ¿cómo se hace?
- Le aseguro que no hablo de oídas. ¿Cómo se sobrevive? Creando vínculos afectivos. Es la mejor arma contra el sufrimiento. El ser humano tiene que invertir en afectos. Eso es lo que nos ayuda ante el infortunio. Es urgente una rehumanización de la sociedad.
- ¿El futuro es necesariamente mejor, como ha sido durante siglos, o ya no es seguro?
- A pesar de todo, soy moderadamente optimista. Hemos conseguido grandes avances en derechos de la mujer, defensa de los menores, derechos de las minorías y laborales, protección social… Creo que son aspectos irreversibles. Y cada vez más gente que rechaza la violencia. Aunque no puedo olvidar que hay factores imprevisibles, que pueden suceder cosas que ni podemos imaginar. En ese sentido, me preocupan algunos líderes políticos, como Netanyahu, Trump, Putin o Meloni.
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