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Que la obesidad era un factor de riesgo para que un cáncer de mama haga metástasis, es decir que se propague hacia otros órganos, era ... algo que ya había sido observado por los oncólogos. Pero hasta ahora no se sabía exactamente por qué. Ni cuál era el papel de la grasa acumulada en el cuerpo en este proceso ni si realmente estaba vinculada a la evolución misma de las células malignas.
Ahora, un equipo del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO) ha descubierto el mecanismo por el cual el cáncer se beneficia de los efectos que tiene en el cuerpo el exceso de tejido adiposo, para engañar al sistema inmune, viajar por el cuerpo e instalarse en otros órganos.
El hallazgo, firmado por un equipo de investigadores liderados por Héctor Peinado, jefe del Grupo de Microambiente y Metástasis del citado centro, y publicado hoy en la revista científica Nature Communications, ha tenido como base probatoria ratones obesos a consecuencia del consumo excesivo de grasas.
Para entender el mecanismo por el que la obesidad ayuda a la metástasis, primero hay que saber cómo se produce esta última. Para que el cáncer se disemine hacia otros órganos del cuerpo es necesario que muchas células cancerígenas salgan del tumor primario -el de mama en el caso que se estudia- y viajen por el torrente sanguíneo, para luego anidar y crecer en otro órgano. En esta investigación, concretamente se estudia la metástasis de pulmón.
A veces, antes de que las células malignas emprendan este viaje, el tumor original envía moléculas al órgano que quiere atacar para modificarlo y que haga una especie de 'nido'. Éste sería el encargado de acoger a las nuevas células tumorales.
Técnicamente, a este nido se le llama nicho premetastásico. Lo que los investigadores del CNIO han descubiero ahora es cómo la obesidad facilita la creación de estas estructuras. «Esta condición aumenta la activación plaquetaria y la capacidad de coagulación de la sangre y se activa una proteína que conecta las células del tejido pulmonar», explican desde el CNIO.
Ya se sabía que la obesidad altera la coagulación de la sangre y el incremento de las plaquetas. Marta Hergueta, primera autora del artículo científico que ve hoy la luz, explica que «en los animales alimentados con muchas grasas las células que se desprenden del tumor primario están rodeadas, durante su viaje por la sangre, por más plaquetas que en los ratones con dieta normal».
Así, la hipótesis principal es que esta acumulación de plaquetas que rodean a la célula impide al organismo detectarlas y actuar. Formarían, en palabras de Peinado, «una especie de coraza» que las esconde frente a la vigilancia del sistema inmunitario. Así, ni las reconoce y ni las puede eliminar.
Marta Hergueta
Primera autora del estudio del CNIO
Además de la proliferación de plaquetas, la obesidad activa la proteína llamada fibronectina, encargada de construir el tejido que conecta las células de los pulmones, con lo que facilita la creación del citado «nicho premetastásico». Ambos factores, fomentados por una dieta grasa, «eleva el número de posibles metástasis y facilita su progresión».
Aunque el trabajo se ha centrado en cáncer de mama triple negativo, Peinado considera que «este mecanismo podría ser extrapolado a otros tipos tumorales y otros órganos».
Además, en esta ocasión -a diferencia de lo que suele ser habitual-, se ha ido más allá de las pruebas en ratones. Una vez que se han obtenido estos datos y se han elaborado las hipótesis en laboratorio, los investigadores han realizado pruebas de sangren en pacientes reales de cáncer de mama con metástasis en el pulmón.
De esta parte del trabajo se encargó la Unidad de Investigación Clínica de Cáncer de Mama del CNIO, dirigida por Miguel Ángel Quintela. Se realizaron extracciones a 82 mujeres con el tipo de cáncer objeto del estudio antes de ser operadas y después de que recibieran quimioterapia.
Las analíticas, aunque no pudieran verificar pos sí solas que la obesidad fuese un riesgo adicional para la metástasis, sí reveló que las pacientes con más coagulación en la sangre tenían un mayor riesgo de recaída en un plazo de cinco años.
Para ir más allá de los efectos de la obesidad en los animales, el trabajo explora las vías iniciales de la aplicación clínica. Una de ellas, la más obvia, fue modificar la dieta de los ratones. Cuando retiraron la alimentación alta en grasas, los ratones bajaron de peso, el comportamiento de las plaquetas y la coagulación volvieron a sus niveles normales y, como consecuencia, se redujeron las metástasis.
Héctor Peinado
Jefe del Grupo de Microambiente y Metástasis del CNIO
«Creo que estos resultados, unidos a estudios clínicos de otros grupos, presentan un futuro en el que la intervención dietética o los cambios en la dieta, junto con el control de la actividad plaquetaria, pueden aumentar la eficiencia de ciertos tratamientos antitumorales», afirma Peinado. «No van a constituir un tratamiento en sí mismos, pero sí pueden complementarlos».
¿Qué importancia tiene este trabajo? Por una parte, tal y como valora a SMC España Ramón Salazar, jefe del servicio de oncología médica del Instituto Catalán de Oncología en l'Hospitalet (ICO), la investigación destaca por descubrir el mecanismo que «podría explicar por qué la obesidad es un factor de riesgo» en la diseminación de tumores sólidos.
Por otro lado, ahonda el jefe del equipo del CNIO, Peinado, estos nuevos datos pueden ayudar a identificar factores adicionales de riesgo en los pacientes de cáncer de mama que estén en tratamiento. «Con ello se contribuye a un mejor manejo clínico de la enfermedad», defiende.
Otro de los aspectos llamativos del estudio del CNIO es la aparente contradicción que aflora alrededor de la relación entre obesidad y cáncer. Porque la acumulación de tejido graso ha demostrado ser vital para la supervivencia de pacientes de cáncer de pulmón, algún tipo de renal y el melanoma.
No obstante, ahora se demuestra que su implicación en la coagulación excesiva de la sangre juega a la contra para el freno a otros tipos, como el de mama, el de próstata y el colorrectal.
Esto, en opinión del jefe de Oncología del ICO es una «paradoja» que revela el papel complejo, «y a menudo específico para cada tipo de cáncer», que juegan las dietas ricas en grasas. «Los mecanismos subyacentes -prosigue- implican interacciones intrincadas entre la inflamación, los cambios hormonales y las alteraciones en el microambiente tumoral».
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