Secciones
Servicios
Destacamos
La ley trans prosigue su accidentada tramitación en el Congreso de los Diputados con la libre determinación de género -poder cambiar de nombre y sexo según la identidad sentida y sin necesidad de informes y tratamientos médicos- como punto alrededor del que pivotan las discrepancias en el conjunto de la Cámara, entre los socios del Gobierno y dentro del propio PSOE. Mientras se producen esas discusiones cruzadas en la Cámara, hay vidas de personas atravesadas por las decisiones, acertadas o erradas, que tomaron en su momento.
Nagore | 21 años | Desistidora
Con 15 años dijo a su familia y amigos que quería ser un «chico trans» porque «no encajaba en los roles sexistas que se me imponían por ser mujer y, al haber sufrido 'bulling', escondía mi cuerpo». Una psicóloga le diagnosticó disforia de género en cinco sesiones y le recomendó la transición médica como «única solución para ser feliz», recuerda. Sin embargo, no empezó el tratamiento de hormonas y a los 18 años se consideró de «género fluido». «Puedes dejar de rechazar tu cuerpo, aceptándolo», reflexiona.
Nagore, que estudia Psicología, mantiene que si la ley trans hubiera estado aprobada hace seis años hubiera iniciado la terapia de hormonas. «Esta ley me hubiera impulsado a ser más audaz en la reclamación de un cambio de sexo», sostiene. «Ahora no sería desistidora sino detransicionadora. Tendría un daño físico, sin haber solucionado mis problemas».
Aunque confía en que detrás de la ley trans hay buena intención, «está tan mal redactada que habría que borrarla y empezar de cero. Produce daños enormes a los menores, a los que convierte automáticamente en sujetos de terapia de conversión y nos obliga a afirmar a una persona directamente, y a las mujeres, porque un hombre podría cambiarse de sexo y a los tres meses de ir al registro sus delitos, incluso los de violencia de género, serían cometidos por una mujer. Borra las categorías y falsea las estadísticas». Alerta que la «transición social» en los menores de 12 años «no es inocua. Si empiezas, te impulsa a hacer la médica. Primero me cambio el nombre y masculinizo mi aspecto de ropa. Al cabo del tiempo, sigo teniendo pecho y siendo mujer. He dado un paso y quiero dar otro. Es una trampa. Se abre la puerta a un posible arrepentimiento, porque esa persona no deja de ser un niño».
El papel de los padres, que si se niegan pueden ser sustituidos por un tutor legal, debe ser el de «entender que su hijo sufre. Nadie niega que alguien pueda necesitar hormonarse y operarse, pero vamos a ver cómo llegas a la edad adulta, con una terapia para que soluciones malestares previos primero y después decidas dar el paso médico. Los padres no deben ni empujar ni rechazar».
Otro punto discutido en la ley trans es la exclusión de psicológos y psiquiatras al omitir en el proyecto actual sus informes como requerimiento para el registro. «Todos, tanto los que están a favor de la ley como los que estamos en contra, coincidimos en que ser trans no es una enfermedad mental», aclara Nagore. «Pero si además de rechazar tu cuerpo tienes ansiedad, depresión o problemas de autoestima, igual necesitas un acompañamiento psicológico antes de transicionar. ¡Ya es dura la adolescencia por los cambios del cuerpo como para dejar sola a la persona que inicia la transición». Nagore considera que una ley trans es necesaria, pero ésta deja desamparadas a las personas trans. «¿Cómo es que ahora no necesita el acompañamiento psicológico con algo que le va a cambiar la vida tanto?».
Raffaella Corrales | 59 años | Mujer trans
Empezó su transición de hombre a mujer a los 55 años, en 2017. En un pueblo de Castilla-La Mancha de mil habitantes «sobrevivía en un armario semitransparente». «Hice una vida disfrazada hasta que me reconocí como lo que soy y empecé una transición hormonal sustitutoria. Con el nombre y el sexo cambiado en el registro, «no he accedido todavía a la cirugía porque los trámites son lentos». Raffaella está a favor de la ley trans aun cuando «no me ampliaría gran cosa porque los procesos que más determina esta ley atañen lo registral, mientras que lo médico y educacional está en las leyes autonómicas».
Concejal de Unidas Podemos y elegida antes de su transición, considera que si esta ley hubiera estado aprobada en su juventud se hubiera «ahorrado una realidad muy compleja y hubiera sido mucho más fácil conseguir lo que tengo hoy. He tenido que pasar por una tutela médica y judicial, obligada a medicarme dos años para conseguir unos papeles y una documentación acorde con mi realidad. No es lógico ni sano».
La ley trans, a su juicio, corrige la ley anterior al incluir la «autodeterminación de género» y «despatologizar» la condición trans. «Para nosotras era importante que la autodeterminación no se alargara en el tiempo». Opina que «no hay ningún borrado de las mujeres, pero las feministas siguen sin reconocernos como las personas que somos. Si yo tengo mi documentación cambiada, la ley de violencia de género me tiene que afectar igual que a todas, o las listas de paridad de género. Las feministas desearían que desapareciéramos».
En cuanto al cambio de nombre y sexo en el registro para menores, asegura que es «importantísimo. Todos los menores de este país deciden sobre su identidad. Lo que pasa es que cuando está acorde a sus genitales no se pone en duda. Solo se duda cuando es contraria». Sobre el rol de los padres, Raffaella mantiene que su deber es «acompañar» pero que «el bien mayor del menor lo decide el menor, no los padres».
¿Omitir la necesidad de un acompañamiento psicológico a la persona en transición es dejarle a la intemperie? «No exigir un dictamen psicológico y psiquiátrico no quiere decir que no haya un tratamiento de este tipo para ese proceso vital», responde Raffaella, que optó por tener un «seguimiento» psicológico. «Pero tenerlo como requisito es convertirnos en personas dependientes. No lo somos. Ni nos tienen que tutelar porque no somos inferiores, ni nos tienen que diagnosticar porque no somos enfermas. No todas las personas están cómodas en este tipo de tratamiento. A mí me ayudó a recolocarme, reconocerme, ver detalles y situaciones de mi vida y mis relaciones interpersonales».
¿Alguna enmienda a esta ley? «Añadiría que las personas no binarias no tengan que decir si es hombre o mujer en un documento. Eliminaría la casilla de sexo o pondría una tercera».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Alfonso Torices (texto) | Madrid y Clara Privé (gráficos) | Santander
Sergio Martínez | Logroño
Sara I. Belled, Clara Privé y Lourdes Pérez
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.