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juan cano
Málaga
Jueves, 28 de julio 2022, 11:48
Era una pregunta recurrente cada vez que iba a verla. «¿Ha entrado ya en la cárcel? Hermana, ¿cuánto queda para que entre? Mira cómo me ha dejado, que no voy a poder moverme nunca más en mi vida». A Sandra se le cogía un nudo ... en el estómago y le respondía: «Pronto, Isa, pronto. Ya mismo».
En el último tramo de su vida, María Isabel Ruiz, Isa, sólo tenía una obsesión: «Que pague en la cárcel todo lo que me ha hecho». La palabra «todo» encierra tres años y ocho meses de hospitales, de operaciones y tratamientos, y una vida encadenada a una silla de ruedas.
Isa quedó tetrapléjica al saltar por una ventana huyendo del cuchillo que blandía quien había sido su pareja. No lo dice una sentencia, sino dos. Francisco ha sido condenado a ocho años de cárcel por la Audiencia Provincial de Málaga. El Tribunal Superior de Justicia de Andalucía (TSJA) ratificó el grueso del fallo, aunque rebajó la pena a siete al eliminar la circunstancia agravante de género que sí se aplicó en primera instancia.
El caso está ahora en el Supremo, ya que Francisco, que aguarda sentencia firme en libertad, ha anunciado que presentará un recurso de casación y ha solicitado un abogado de oficio. En realidad nunca llegó a pisar la cárcel por lo que -según los dos tribunales que lo condenan- le hizo a Isa.
Ella ya no podrá saber el resultado. No podrá verlo en prisión, como anhelaba. Isa murió a las cuatro de la madrugada de este miércoles 27 de julio en el Hospital Regional de Málaga, adonde había ingresado por una infección de orina que derivó en sepsis. «Todo por el mal funcionamiento de la médula. Mi hermana ha muerto por su culpa», sostiene Sandra.
A Isa le dio tiempo a otorgar un poder extenso a su abogado, Manuel Novella, quien, al tener conocimiento del recurso anunciado por Francisco, y gracias a ese documento que le firmó la víctima, se personó este viernes 22 de julio en el Supremo. «Aunque ella ya no esté, continuaremos la causa contra él para que consiga la justicia que pedía», afirma el letrado, que ahora se personará nuevamente en nombre de los padres de la mujer por sucesión procesal.
Antes del juicio, Isa ofreció una entrevista a SUR (ver edición del 17 de abril) desde la residencia en la que estaba ingresada. «Solo busco dos cosas: que se haga justicia y, sobre todo, que mi caso sirva como ejemplo para que esto no le vuelva a pasar a ninguna otra mujer».
Fue otra tragedia la que puso a Francisco en el camino de Isa. Ella era la mayor de cuatro hermanos. Sandra era la pequeña. Rafael y Enrique nacieron entre ambas. El 9 de abril de 2002, Enrique murió en un accidente laboral. Le cayó encima un palé mientras trabajaba en una obra en Marbella. Tenía 25 años.
La muerte de su hermano empujó a Isa a mudarse de Fuengirola, donde vivía, a Marbella para estar más cerca de sus padres y del resto de familia. Allí conoció a Francisco y en 2002 iniciaron una relación sentimental.
Apenas estuvieron juntos un año. Isa asegura que lo dejó, porque, dice, su novio era un hombre violento. «Hubo algún episodio de malos tratos previos, pero no tan fuertes como el que me llevó a tirarme por la ventana. Nunca lo denuncié, pero sí corté la relación porque veía que un día me iba a pasar algo», explicó entonces.
Sin embargo, reconoció que, al final, siempre volvía con él. Con la relación rota en el primer año, durante los 17 siguientes mantuvieron algunos encuentros esporádicos: «Me lo encontraba por la calle y hacía como si no hubiera pasado nada; yo siempre he sido muy inocente, me lo creía y me iba con él».
Y así hasta llegar a la noche del 2 de noviembre de 2018. Estos son los hechos probados que recoge la sentencia de la Audiencia Provincial confirmados posteriormente por el TSJA:
Francisco se encontró con Isa, a la que conocía desde hacía varios años, y la invitó a que lo acompañara a su vivienda. Isa aceptó y, aún en la calle, Francisco ya la empujó y la insultó. Una vez en la vivienda se produjo una fuerte discusión porque él creía que alguien le había robado sustancia estupefaciente y la cartera. Y sospechaba de Isa, a la que volvió a insultar.
En el transcurso de la discusión, Francisco le dio un puñetazo a la altura del ojo que la tiró al suelo y la dejó medio inconsciente. Ahí le rompió las gafas. Cuando recobró el sentido y se levantó, Francisco esgrimía un cuchillo contra ella y, tras colocárselo cerca del cuerpo, le dijo: «Te voy a matar».
Isa, «muy asustada ante la situación y las amenazas, viendo la actitud alterada del procesado», intentó huir. No pudo escapar por la puerta principal de la casa, ya que él había cerrado con llave. Al ver la ventana de la cocina, que era la única de la vivienda que no tenía rejas, «se dirigió a la misma y se descolgó del alféizar», concluye el tribunal que juzgó el caso.
Isa cayó al suelo desde una segunda planta. «Tenía los brazos hacia atrás y los policías que llegaron me preguntaron si podía moverlos, pero no, era incapaz de hacerlo», recordaba ella. Ingresó en el hospital Costa del Sol, donde estuvo más de un mes en la UCI; luego fue derivada al Virgen del Rocío en Sevilla y, finalmente, al San Juan de Dios, en Bormujos (Sevilla).
La lista de lesiones y secuelas ocupa casi tres páginas de la sentencia. «Ni los médicos ni nosotros pensábamos que iba a seguir con vida», confiesa Sandra. «Pero tenía que hacerlo. Debía salir adelante para contar su historia y todo lo que había pasado en ese piso», añade, a la vez que indica que aquella noche la policía detuvo a Francisco, pero el juez lo dejó libre.
Sandra asegura que él no se presentaba a las citaciones durante la instrucción del caso, por lo que acabó dictándose una orden de detención: «Sabía dónde vivía y me fui a la puerta de su bloque. Él no me conocía, así que, cuando salió de la casa, empecé a caminar detrás de él e hice como que hablaba por teléfono con una amiga. Pero en realidad la llamada fue a la policía, que vino y lo arrestó».
Mientras el proceso judicial seguía su curso, Isa libraba otra batalla, la de mejorar algo su movilidad. Tras salir del hospital, ingresó en una residencia, arropada en todo momento por sus padres -ambos septuagenarios- y sus hermanos, que se volcaron con ella y se hicieron cargo de todos sus gastos.
Isa consiguió ser beneficiaria de la Ley de Dependencia y pasó a una residencia de Teatinos en diciembre del año pasado. «Tenía una familia ahí, rodeada de gente joven. Mi hermana estaba muy bien, se había integrado perfectamente. Se ha ido super feliz, con mucho amor alrededor. A algunos de sus compañeros ni se lo hemos podido decir -la noticia de su fallecimiento-, tendrán que contárselo los psicólogos», explica Sandra.
Para ella, la pelea no acaba aquí: «No es justo que mi hermana haya vivido este calvario de hospitales y silla de ruedas durante tres años y ocho meses, que haya muerto, y que él siga sin castigo y sin pisar la cárcel. Que yo me lo siga teniendo que cruzar por la calle. Esto tiene que cambiar, no es justo que un delincuente tenga tantas oportunidades y tantos recursos».
Sandra aguanta la voz y el discurso, pero se quiebra al pesar que su hermana se ha ido «sin tener la justicia que pedía», sin ver a su agresor entre rejas. «Que lo detengan ya. No pienso parar hasta conseguirlo».
La familia le dará su último adiós mañana en Marbella. Por expreso deseo de Isa, sus restos descansarán con los de su hermano Enrique.
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