La España deshabitada se rebela
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Los padres de Manuel Campo Vidal a punto estuvieron de emigrar a Australia. El periodista escribe un libro esperanzado sobre el éxodo del campo a la ciudadLa historia que cuenta este libro empieza en Camporrells (Huesca), donde los abuelos de Manuel Campo Vidal tenían una fábrica de harinas sumida en la decadencia. Primero se marchó su padre, todo un drama porque era un signo que anunciaba el cierre de la factoría. Más tarde lo hicieron sus tíos, que se instalaron como transportistas en Lleida. Antes ya había emigrado su tío Luis, que marchó de aquellas tierras para hacerse con el título de perito eléctrico. La desbandada de aquel pueblo con médico, cura y secretario ilustra el éxodo del campo a la ciudad, un desplazamiento que empezó a mediados del siglo XIX y aún sigue. «La España urbana debe darse cuenta de que necesita a la España rural. Si en 2019 se produjo la revuelta de la España vaciada y la elección de un diputado y dos senadores de Teruel Existe, 2021 ha de ser el año en que se concreten todas las expectativas», aduce el periodista aragonés.
Manuel Campo Vidal relata esta diáspora que ha convertido el interior de España -excluida la provincia de Madrid-, en parajes de ausencia y olvido. En 'La España despoblada: Crónicas de emigración, abandono y esperanza', Campo Vidal aboga por anclar a la población al medio rural mediante el acceso al agua y la banda ancha, así como el asentamiento de jóvenes y mujeres en los pueblos. «Las mujeres contribuyen a fijar población en un territorio rural que está muy masculinizado», alega el autor.
Campo Vidal tuvo suerte. Su familia estudió afincarse en Zaragoza e incluso dar el salto a Australia. Sí, casi en las antípodas. Porque en 1958 hubo una operación, denominada 'Canguro', que pretendía repoblar el país con una hornada de católicos españoles e italianos, con la esperanza de contrarrestar la influencia de la Iglesia anglicana. Hasta los pueblos más escondidos de Galicia llegó la noticia, propagada por los curas de que se buscaba savia nueva. Para fortuna del escritor e informador, al final su familia se estableció en Cornellà de Llobregat, a seis kilómetros de Barcelona, lo que a la postre facilitó mucho la adaptación. En Camporrells se habla un catalán occidental, muy parecido al de Lleida, que fue muy útil a su padre para poder vender electrodomésticos y componentes electrónicos cuando visitaba fábricas y tiendas de Cataluña.
Hay un dato concluyente que habla bien a las claras del desierto demográfico en que se ha transformado el solar nacional: en el 85% del territorio español vive solo el 20% de la población. Pero es que además, de las 50 capitales de provincia existentes en España, 27 siguen perdiendo población. «Es preciso contener la hemorragia creando puestos de trabajo. Hay que crear oportunidades y descentralizar determinadas actividades que están muy aglomeradas en las grandes urbes como Madrid y Barcelona, las dos grandes aspiradoras de población».
Como ha demostrado la pandemia, ese inmenso territorio despoblado es crucial para abastecer de alimentos y recursos naturales a los enclaves donde se asientan las grandes concentraciones urbanas. Si no hubiera sido por esa vasta extensión cada vez más desierta, las alacenas de los supermercados habrían estado vacías. La España vacía es, pues, el contrafuerte que sostiene la seguridad alimentaria y medioambiental de la otra España más populosa.
Campo Vidal sazona con los testimonios y anécdotas un ensayo que dimensiona el estado de la sangría demográfica. Más de la mitad de los 8.131 municipios de España tienen menos de 100 vecinos. En tres provincias -Lugo, Ourense y Zamora-, hay más habitantes mayores de 75 años que menores de 25. Estos datos configuran la Laponia española, esos horizontes que, tórridos y lejos del Ártico, tienen una densidad de población de ocho habitantes por kilómetro cuadrado, la misma que los parajes helados del norte de Europa.
En realidad España comenzó a vaciarse de manera ostensible ya a mediados del siglo XIX. Era un país que venía del latifundio agrario, con resistencias a su industrialización, salvo en Cataluña, País Vasco y enclaves dispersos, como Málaga. El fracaso inicial de la revolución industrial conllevó medio siglo de retraso.
El excedente de población arrojó a millones de españoles a Cuba, Puerto Rico o Argentina, pero también a otros destinos más extraños. Pastores vascos se fueron a Idaho y Nevada, mineros cántabros buscaron trabajo en las canteras de granito y mármol de Maine y Vermont (EE UU), y hasta extremeños y andaluces fueron a parar a Hawái para recolectar la caña de azúcar. Al terminar la Guerra Civil, la tierra de promisión fue México, adonde llegaron 27.000 españoles que huían de la represión franquista y a los que dio acogida el general Lázaro Cárdenas.
Ni España vacía ni vaciada. Campo Vidal prefiere el adjetivo más humano de «despoblada». Según el periodista, en la despoblación interior concurren dos factores que agravan el problema: España es el país más envejecido del mundo, después de Japón, y uno de los que jubila antes a su fuerza laboral.
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