Usted no lo sabe, pero ese pasajero con gafas que lleva a su izquierda, el que ocupa el asiento del pasillo, el de los Levi's desgastados, sudadera negra y deportivas que distrae las ocho horas de vuelo hasta Nueva York con lo último de ... Pérez-Reverte, sí ese tipo le puede salvar la vida. Diez filas más atrás, la joven de pantalón beige y chaqueta vaquera que parece concentrada en la música que sale de sus auriculares es un arma letal… pero está en el lado de los buenos. Ambos han subido por separado al avión con su tarjeta de embarque, han pasado el control de seguridad en el aeropuerto de Barajas como dos viajeros más y han ocupado sus asientos disimulando el chaleco antibalas y la pistola Ramon (una 9 milímetros fabricada en Israel, compacta, ligera y con mira óptica) con sus quince cartuchos cargados. Todo ha ido bien y tras el aterrizaje en el JFK se bajarán junto al resto de pasaje y se irán a descansar un rato en lo que será su único momento de desconexión antes de cambiarse de 'disfraz' y repetir la operación en otro vuelo de regreso a España.
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Los dos pasajeros 'fantasma' son agentes encubiertos de la Guardia Civil. Pertenecen a la Unidad Nacional de Escoltas de Seguridad en Vuelo (Unesev), una fuerza de reciente creación (en países como Estados Unidos, Canadá, Alemania o Suiza existe desde hace años) que opera discretamente para garantizar la protección de las aeronaves españolas que cubren vuelos domésticos, europeos y transoceánicos. Son los llamados 'air marshal', los policías del aire, constituyen la última línea de defensa de la aviación civil y sus destrezas los convierten en auténticos 007 de los cielos. Cuando los escáneres y detectores de los aeropuertos fallan y se logra introducir armas o explosivos en un avión, o cuando los servicios de información no detectan la presencia de elementos terroristas o perturbados a bordo, solo queda confiar en estas figuras anónimas. Y la verdad es que estamos en buenas manos.
Adiestrados en los mejores cuerpos de élite y con la más exigente preparación en técnicas de defensa personal y tiro de precisión en ambientes tan angostos como el de un Boeing 737 lleno hasta la bandera (ya se sabe qué puede pasar si un disparo abre un boquete en el fuselaje), los 'air marshal' españoles saben manejar situaciones de alto riesgo en el interior del avión y, llegados a un escenario fatal, pueden estabilizar la nave y aterrizarla de modo seguro.
«No soy piloto, pero bueno… las veces que lo hice en la instrucción me salió bien». Lo cuenta con una sonrisa uno de estos ángeles guerreros, que lógicamente reclama el anonimato (la discreción es el santo y seña de estas unidades) y al que, con su aquiescencia, llamaremos Ángel. «Venga, vale, Ángel me gusta».
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De Ángel vamos a saber muy pocos detalles personales. Es de Santander, reside en Madrid, está más cerca de los 40 que de los 30, tiene familia («no puedo contarles mucho y tampoco preguntan»), es guardia civil raso (no es un mando), domina perfectamente el inglés, y chapurrea el árabe de cuando estuvo desplegado en Irak y Líbano. Mide más de 1.80, está «en buena forma» y ha pasado por las principales unidades especiales de la Benemérita en operaciones de alto riesgo dentro y fuera de España antes de desembarcar en la Unesev, la élite de la élite del instituto armado.
«Por mi experiencia esto es lo más complicado que se puede hacer a nivel operativo… Nos entrenan para actuar en entornos muy críticos. Tienes que ser rápido y eficiente porque estás a diez mil metros de altura, en un ambiente tubular como es un avión, y es necesario tener una mente muy clara de lo que hay que hacer, y lo que no, en cada caso concreto. Gracias a la instrucción que hemos recibido, y que seguimos recibiendo porque el proceso de formación es continuo, es posible solventar las situaciones más graves».
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Todos tenemos en la cabeza esas situaciones «graves» a las que se refiere Ángel. Desde el piloto suicida que se dispone a estrellar el avión (como ocurrió con el trágico vuelo de Germanwings en marzo de 2015 cuando el copiloto se encerró solo en la cabina y lanzó el aparato contra los Alpes), al terrorista que se levanta con un cuchillo o una granada y amenaza con explosionarla dentro, o los secuestradores que toman por las armas el control de la aeronave. En casos así entrarían en acción los 'air marshal', que desde que están operativos en España (el primer despliegue tuvo lugar el pasado 13 de junio en un Madrid-Bilbao y después, en el marco de la cumbre de la OTAN, hubo muchos más de ámbito europeo) han cubierto ya una treintena de vuelos… sin tener que intervenir en ninguno.
Y eso que, desde sus asientos, también están pendientes de posibles conductas anómalas, sin quitar el ojo a los pasajeros conflictivos, actuando si es preciso. «Lo primero es garantizar la seguridad del avión y del pasaje. ¿Qué pasa si detectamos al típico viajero que se pone agresivo o que bebe de más y genera problemas? Pues depende de la peligrosidad. Si la tripulación de cabina no es capaz de hacerse con esa persona y el descontrol deviene en una situación peligrosa para el avión o sus ocupantes, entonces sí actuaríamos. De momento no hemos tenido que hacerlo, pero esto de los pasajeros conflictivos ocurre de manera más habitual de lo que se piensa».
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Ángel presta servicio en vuelos domésticos de líneas españolas y también en las que operan dentro de la UE y en viajes transoceánicos. La discreción vuelve a ser la norma cuando se le pregunta si van armados. «Lo que te puedo decir es que no se nos nota ni lo que llevamos ni lo que no llevamos» y agrega: «Ser discretos en todo momento es de lo más importante para nosotros. Somos agentes encubiertos. Hacemos el servicio y si todo va bien, nadie tiene que darse cuenta de nada… estamos ahí, pero es como si no estuviéramos».
El agente santanderino nunca vuela solo. Allí arriba también se mantiene la vieja tradición de la Guardia Civil de patrullar en parejas. De los análisis de riesgo del vuelo en cuestión (no es lo mismo la peligrosidad de un Madrid-Málaga que un trayecto 'caliente' a Bogotá, Estambul o Tel Aviv) depende que haya un despliegue mayor de efectivos. Se tienen en cuenta parámetros como el país de destino o si hay algún pasajero sospechoso, un trabajo previo de inteligencia que realizan los servicios de información.
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A la hora de acceder al avión, los 'air marshal' siguen su propio protocolo para sentarse aquí o allá, en pasillo o en ventanilla, en primera clase, en business o en turista… «pero nadie sabe quiénes somos, tampoco en los controles de seguridad». Además, se acompañan de un procedimiento especial que les permite portar «una serie de material» que tampoco puede saberse, pero que es fácil imaginar.
Para manejarse dentro de un avión, los escoltas de la Unesev suman habilidades como dar en el blanco al primer disparo, derribar al malo con una llave de judo e incapacitarlo con un jiu-jitsu brasileño, o incluso aterrizar el aparato. Y Ángel, al igual que sus compañeros (no precisa la cifra, pero los agentes operativos pueden rondar la veintena con una «alta» proporción de mujeres) se ha formado en los mejores centros del mundo, con su punta de lanza en Estados Unidos (sobre todo desde el 11S), Canadá e Israel. «Hemos ido a países donde cuentan con los equipos más avanzados, con infraestructuras, simuladores de vuelo y distintos modelos de aviones en los que entrenamos tanto el tiro, como la defensa personal… todo eso necesita de instalaciones muy parecidas a lo que nos vamos a encontrar en la realidad. No es lo mismo entrenar la defensa personal en un tatami que dentro de un avión… hay un millón de cosas que sobre el tatami te salen y dentro de un avión, en espacios muy reducidos es imposible hacerlas. Y tampoco es lo mismo intervenir en un avión de fuselaje estrecho, que en un Airbus A380 de doble pasillo».
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Ángel es muy consciente de que una buena técnica de defensa personal puede salvar la vida al pasaje y a ti». «Allí arriba no va a venir nadie a ayudarte, y si ocurre algo eres tú y tus compañeros los que tienen que solucionarlo». Tan esencial como la parte física, lo es la psicológica y emocional. Se les supone nervios de acero, pero además han de mantener la mente bien fría en situaciones tan límite como un secuestro en pleno el vuelo, con los gritos, el pánico y el estrés del pasaje por los aires. «Saber gestionar el estrés te va a ayudar a reaccionar ante situaciones tremendamente hostiles y para esto también nos preparan. Toda la instrucción resulta muy técnica, muy centrada en los detalles, porque a veinte mil pies no puedes cometer errores. Si de repente un individuo se levanta en mitad del vuelo con un cuchillo, o un sujeto quiere abrir la puerta de emergencia, tú ya sabes cómo vas a actuar y cómo lo van a hacer tus compañeros. Hay una gran compenetración, una táctica de grupo, y todos sabemos lo que va a hacer cada uno. Hemos recibido un entrenamiento muy concreto y muy conciso para cada tipo de situaciones, así que la respuesta conjunta nos sale casi de manera natural», ilustra.
Y si el trayecto discurre con total normalidad… ¿te relajas? «No, aunque no lo parezca, estás trabajando activamente todo el rato. Te subes al avión y estás pendiente de ciertas cosas que pueden ser agujeros de seguridad, valoras riesgos que pueden suceder, observas con discreción cómo se comporta la gente, examinas a los que se mueven por el avión, te fijas en su actitud, en lo que hacen… Vigilamos cómo si fuera a pasar siempre algo». Así que cuando ese pasajero de traje y corbata le sonría tímidamente o esa chica tan simpática le deje pasar en su camino al baño, no cierre la puerta a que puedan ser dos air-marshal en misión secreta, dos escoltas de primera clase... aunque viajen en turista.
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-Un par de cosas más Ángel. ¿Se podría haber evitado lo de Germanwings con vosotros en el avión?
-¡Sí! (el sí suena fuerte y rotundo).
-¿Y el 11-S?
-Ummmm, habría sido más complicado, pero probablemente se podría haber evitado.
-¿Te sientes bien haciendo este trabajo aunque nunca ocurra nada?
-Sí, ya hemos visto las catástrofes que han pasado en los aviones. Las cosas no ocurren hasta que ocurren, ahí está el 11S. Poder estar ahí y poder evitarlas nos resulta muy gratificante.
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