Ernesto Zarco Gil, Capitán de Navío, en la base de la Armada de Cartagena. J. M. Rodríguez

«En inmersión se vive en apenas un metro cuadrado»

Ernesto Zarco - Jefe de la Flotilla de Submarinos de la Armada ·

«En confinamiento, la confianza en el otro, la rutina y la disciplina son tus mejores aliados», dice el Jefe de la Flotilla de Submarinos de la Armada

Viernes, 3 de abril 2020, 00:24

Incluso confinados, somos unos privilegiados en comparación con los tripulantes de un submarino. Encerrados en casa, al asearnos, movernos o dormir disfrutamos de una libertad de movimientos vedada a los marinos. Dos retretes para 65 personas, ducha cada tres días y las pertenencias en tres cajas de zapatos. Así se vive sumergido. Lo explica Ernesto Zarco Gil (Molina de Segura, 1966), capitán de navío y jefe de la Flotilla de Submarinos de la Armada, con base en Cartagena. El también director de la Escuela de Submarinos aconseja aliarse con la rutina, disciplinarnos y confiar en los otros.

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–Un apartamento de 40 metros ¿es un palacio comparado con un submarino?

–Es un lujo. No querría ser frívolo con tanta gente pasándolo mal, pero es así. Además del tiempo del aislamiento -hasta 35 días en el submarino- a bordo vamos 65 personas en 80 metros cuadrados. Poco más de un metro cuadrado por cabeza.

–En aislamiento absoluto, sin ventanas físicas o digitales.

–Es lo más duro. No hay conexión a Internet, ni móvil, ni WhatsApp, ni Facebook, ni periódicos, ni televisión. Ni podemos asomarnos al balcón a tomar el sol y el aire.

–¿Cómo transmitir a la ciudadanía que esto es soportable?

–El submarinista no está hecho de una pasta especial. Nuestro secreto es el equipo. Estar unidos en condiciones difíciles y la confianza en el otro te da la fortaleza para soportarlo. Eso es extrapolable a la ciudadanía. También las familias deben apelar al compañerismo y a cierta disciplina, más que necesaria, en condiciones duras.

–¿Como nos disciplinamos?

–Más que nunca, hay que hacer lo que nos han ordenado, que es lo que hacemos todos a bordo. Nos estamos jugando la vida, como ocurre en un submarino. No hay sitio para los pícaros y para los listillos, que son los menos, pero existen. Si eres irresponsable te juegas tu vida, la de tu familia y la de los vecinos. Sumergido a cien metros, o haces lo que debes o arriesgas la vida de toda la tripulación. La actividad y la atención al cien por cien te mantienen cuerdo. La guardia perfecta te hace estar seguro y no pensar en cosas raras.

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–¿Cuál ha sido su periodo más largo de confinamiento?

–Veintiséis días sin tocar puerto. La rutina diaria, muy estricta, te permite aguantar. Regular las horas de guardia, descanso, comida y ocio. La rutina es tu mejor amiga. Tu aliada. Hace que el tiempo pase más rápido. Hay que aplicarla en casa, con horarios y objetivos que ahuyentan la desesperación y la ansiedad.

–¿Cómo es el ocio en inmersión?

–Tenemos biblioteca, y se renueva en cada navegación. No podemos ver

–«Comparado con un submarino, un apartamento puede ser un palacio, dicho sea sin frivolizar»

Netflix pero sí películas. Están vetadas las de submarinos. No es censura, pero llevan al extremo lo que es nuestra vida, y no queremos que generen ansiedad. Jugamos a las cartas y al dominó, qué es el rey. Diferenciamos laborables y festivos cambiando las comidas y el ocio. Un sábado a 50 metros de profundidad debe ser distinto del lunes.

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–El equipaje de cada tripulante ¿cabe en tres cajas de zapatos?

–Casi. El peso es crítico en un submarino. Debemos trimar el barco, que se mantenga entre dos aguas, que no pese. Con el trimado perfecto un buceador podría hacerlo subir y bajar del agua con un dedo. Todo lo que entra en el submarino se pesa para que no se vaya de bola para abajo, como decimos, o se quede en superficie y no pueda hacer inmersión.

–El aseo y la alimentación tampoco son fáciles.

–La logística es compleja para dar desayuno, comida, merienda y cena a 65 personas. En la cocina, de tres metros cuadrados, hay dos personas. El congelador está en el suelo. Hay que ordenar todo en un espacio mínimo y planificar los menús. La ducha, cada tres días. Una regla de peón a paje, del comandante hasta el marinero. Solo los cocineros se duchan a diario, y las mujeres -casi un 11% de la tripulación-, que tengan la regla. Hay dos retretes, que no cuartos de baño, y no nos podemos permitir el lujo de que se atranquen.

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–¿Ejercicio físico?

–El justo. Como los astronautas, tenemos pérdida de masa muscular. Puedes hacer sentadillas o flexiones de barra. Andar es complicado en un angosto pasillo de 20 metros. Al cabo del día quizá recorras cien metros. Ir a la cama y volver. Cuándo desembarcas tus piernas y brazos se han reducido y tu cuerpo está más fofo.

–¿Cómo contener las malas emociones y evitar que salten chispas?

–En doce años embarcado no he vivido un enfrentamiento entre dos miembros de la tripulación. Hay roces, claro, pero prima el espíritu de equipo. Las relaciones jerárquicas están basadas en la autoridad y la cadena de mando. El individualismo no se concibe. Todos sufrimos las mismas penalidades.

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–De olores, ni hablamos.

–Digamos que son peculiares. Si los potenciamos con olor a sudor....Tu olfato se adapta a olores muy fuertes. Cuando sales, el aire puro te echa para atrás. Provoca rechazo.

–¿Qué hacen con la basura?

–Separamos los residuos y expulsamos al mar de materia orgánica. No es sencillo arrojarla en inmersión por un tubo de 40 centímetros. Si haces mal la maniobra tendrás un chorro de agua infecta en el barco que te puede hundir El basurero es el segundo comandante.

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–Tiene nueve hijas ¿Alguna ha seguido la carrera?

–La verdad es que no. Es una espinita. Aunque tres son pequeñas y podría ser, no las veo mucho por la labor.

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