Tomás Cobo preside los colegios de médicos. Virginia Carrasco

Tomás Cobo

Presidente de los médicos

«Hacer el bien es lo que más subidón genera»

Un verano a la última ·

Anestesista de 62 años y con un perfil muy solidario, tiene una larga lista de políticos a los que dormir

Martes, 13 de agosto 2024, 00:24

El presidente de la Organización Médica Colegial, Tomás Cobo, anestesista cántabro de 62 años, bromea con que tendría lista de espera para sedar un par de meses a unos cuantos políticos, y se pone más serio para señalar que le entristece que los médicos se ... marchen buscando mejores salarios, y más que en España, en África, «donde más se necesitan». Por eso ha estado 20 años acudiendo como voluntario a un hospital del campamento de refugiados de Tinduf y a otro de Benín.

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– ¿Para dónde tira en vacaciones?

– Veraneo en Santander, que es mi ciudad y me encanta. Y como me gusta mucho el mar, dedico cuatro días a navegar por Baleares en un barco que alquilamos entre unos amigos.

– ¿Lleva el botiquín consigo?

– Y tanto que lo llevo. Jeringuillas estériles, suero fisiológico, adrenalina, mascarilla laríngea… lo suficiente para poder hacer una reanimación.

– Cuando está de descanso se calla que es médico para que no le lleven al niño o al abuelo…

– Para nada, estoy encantado de ser médico y que la gente lo sepa. Si puedo ayudar, ayudo. Nuestra forma de vida es servir a los demás. Hace tres o cuatro veranos hice una reanimación en la playa del Sardinero a un ahogado que, por cierto, era un cirujano rumano.

– Así que le resulta familiar eso de escuchar «¿hay algún médico en la sala?».

– ¡Muchas veces! En alguna boda y en viajes. Recuerdo que en el tren Santander-Madrid un pasajero mayor se desvaneció en mitad del trayecto y alguien pidió un médico. El hombre estaba inconsciente y logramos reanimarle. Llamamos al 061 para que lo recogieran en Segovia, que era la estación más cercana. Sacamos al abuelo al andén a esperar a que llegara la ambulancia, y en ese momento el revisor salió con mi maleta y me dijo que el tren seguía su camino y que ahí me quedaba. Hubo una pequeña revolución de pasajeros con gritos de que el tren no se movía sin el médico dentro. Al final el revisor volvió a subir mi maleta y el tren esperó hasta que llegó el 061.

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– Usted es anestesista… ¿con qué sueña?

– Con la felicidad, y últimamente con la suerte que he tenido de nacer donde he nacido y de haber tenido la oportunidad de estudiar Medicina.

– ¿Qué dolor le gustaría quitar para siempre?

– El emocional, que es un dolor que nos acompaña y de muy difícil remedio.

– Los médicos también lo sufren...

– Y no solo en el ámbito competencial. Pienso en un oncólogo infantil que lleva al cuidado de un chiquitín desde que nació y se le muere con doce años. Eso luego te lo llevas a tu casa.

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– Para dormir... ¿una dosis de propofol o una sesión del Senado?

– Jejeje, el propofol. Una sesión del Senado puede ser pesada pero no te va a quitar el dolor.

– Si pudiera anestesiar a unos cuántos políticos, ¿a quién dejaría dormitando un par de meses?

– Tendría una lista de espera grandísima... ¡en España y en Europa!

– Se van buenos médicos al extranjero buscando mejores sueldos, ¿le entristece?

–Claro. Pero más que en España, me entristece que se nos están marchando de África, donde son más necesarios.

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– ¿Salvar vidas es un subidón de autoestima?

– Mira, quitando el amor, lo que nos genera más felicidad es ayudar a los demás, ese momento de cuando echas la cabeza en la almohada, cierras los ojos y te dices «coño, hoy lo he hecho bien». Y la profesión médica se trata de eso. Creo que hacer el bien es lo que más subidón genera.

– Hay pacientes agradecidos que se deshacen en regalos a los médicos…

– Conozco a muchos, pero no por los regalos materiales sino por ese apretón de manos, ese abrazo, esos besos. No es el reloj, la pluma o la caja de vinos. Los regalos más bonitos los he recibido en África, en los campamentos de refugiados de Tinduf o en Benín, donde he ido a comer a una casa y me han ofrecido todo lo que tenían.

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– ¿Qué es lo más curioso que ha vivido en una mesa de operaciones?

– De todo… Antes de ejercer en España, trabajé diez años en Londres y en un parto gemelar de una mujer enorme de raza negra y asmática a la que tuvimos que dormir para hacer la césarea, la obstetra se desmayó, y al caer al suelo sufrió un traumatismo craneoencefálico. Tuve que intubarla en el suelo y llamar a un cirujano para que completara la cesárea. Terminé en la UCI con la parturienta y la obstetra.

– Por cierto, ¿qué tal rollo hay en los quirófanos?

– Muy bueno, pero es importante que haya compenetración emocional. Repercute en el beneficio de los pacientes.

– ¿En el suyo ponen música?

– Ocasionalmente. Pero si las cosas van mal, todos sabemos cuál es nuestra posición de combate y se hace el silencio.

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– ¿El sol es salud?

– Salud total, pero con prudencia.

– Cierre de camas, plantillas al límite, ¿prohibido enfermar en verano?

– Para nada. No es un problema de este año. Por eso hay que planificar y optimizar recursos.

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