El artista asturiano Rodrigo Cuevas es un agitador folclórico E. C.

Rodrigo Cuevas

Artista

«En un verano de manual, ni viajes ni horteradas de esas»

Un verano a la última ·

El Premio Nacional de las Músicas Actuales revisa y reinventa la tradición sin esquivar la polémica y la provocación

Aida Collado

Domingo, 11 de agosto 2024, 00:27

Artista multidisciplinar, agitador folclórico e, incluso, «transformista supremacista». Son muchos y variados los intentos de definir a Rodrigo Cuevas (Oviedo, 1986) y todos, por bien o malintencionados que sean, se quedan cortos, incompletos, pobres. Es el Premio Nacional de las Músicas Actuales, un animal sobre ... el escenario que trasciende los límites del folclore. Revisa y reinventa la tradición de su Asturias y bebe de la del resto de España. Del mundo.

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– 'Manual de Romería' se titula su último disco. ¿Cómo es su verano de manual?

– Para mí un verano de manual tiene un poco de crucigrama, un poco de juego de cartas, siestas, ver las estrellas, verbena y hierba. Eso es para mí: nada de viajes ni de horteradas de esas.

– Lleva ya un tiempo en la picota, pero en los últimos dos años su proyección ha crecido exponencialmente, ¿siente la necesidad de parar o le queda fuelle?

– Siempre tengo necesidad de parar. Soy una persona a la que lo que más me gusta es estar en su casa echando un solitario. Intento hacer parones prácticamente semanales. Me voy a tocar, pero luego vuelvo a casa cuatro o cinco días.

– Hace 30 años pidió a los reyes un teclado de Casio que no le trajeron. Querer es poder.

– Pero yo nunca quise esto. Me vino. Las expectativas son la madre de las decepciones. A la vida hay que llegar agradecido de todo lo que te pueda venir, con fuerza para afrontar todo lo que no deseas y con un espíritu de libertad para abandonar lo que no te conviene. El resto es una combinación de factores, entre ellos, la suerte... pero es menos frustrante saber admitir las cosas. Hay que tener también resistencia a la frustración. Seguir intentándolo solo si eso te da felicidad, pero también la capacidad de asumir la realidad. Eso es saber crecer: apreciar lo que tienes.

– ¿No le genera placer que un reconocimiento como el galardón de músicas actuales, dirigido a lo moderno, esté tan vinculado con lo tradicional gracias a su música?

– Es muy guapo, pero ya lleva pasando unos años. Es un reflejo de todo lo que está pasando con la tradición, que está ocupando un lugar muy importante dentro de las artes, es muy interesante.

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– Ha hecho el recorrido inverso a la mayoría: primero se formó en el conservatorio y más tarde descubrió el folclore.

– En la música clásica te enseñan la valía del autor, del compositor, la reverencia a quien escribe grandes obras, pero no te enseñan el poder popular de la música, que es de donde maman todos estos autores. Cuando descubrí la creación colectiva vi que el artista no es lo importante, sino la música y lo que ésta genera. Venimos del paisano cantando tonada. Machado decía: «Hasta que el pueblo las canta, las coplas, coplas no son, y cuando las canta el pueblo, ya nadie sabe el autor».

– Pero no hablamos de un folclore al uso. No renuncia a esa parte de cabaret, de provocación. ¿Reniega de tomarse demasiado en serio?

– Por supuesto. No hay que tomarse tan en serio. En el folclore eso está muy presente todo el rato: el chiste, la socarronería, el hacer burla de todos. Tenemos una relación más respetuosa con el folclore de la que había hace unos años: se trata de acercarse, de conocerlo, no de tenerle miedo como al padre serio.

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– Creció en Oviedo y, luego, se mudó a una aldea. ¿Qué le aporta?

– Estar mucho más cerca de las fuentes, de la tradición, que no es solamente saber cantares, sino conocer el entorno, el pueblo. Para entender el folclore profundamente hay que vivir allí. Además, luego descubres una mayor conexión con la realidad, una vida más interesante, más divertida, más variada, más alejada del ocio urbano, que es sota, caballo y rey. Esto es mucho más travesura.

– Ha dado el salto de los escenarios al papel, con la publicación de un libro, y a las salas de exposiciones. ¿No hay formato que se le resista?

– ¡Pintando soy malísimo! Una cosa demencial. Me encantaría saber hacerlo bien, pero no. Me dedican una exposición, pero yo no soy nada más que el objeto, de lo que habla. Y el libro son solo mis comentarios sobre una selección de cantares. Tampoco soy novelista ni mucho menos.

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– Le hemos visto en redes haciendo una 'skin routine' para burlar al algoritmo y que sus reflexiones políticas llegasen a más gente. ¿Las redes premian la frivolidad?

– Eso parece. Y está muy bien la frivolidad, no todo tiene que ser tan intenso, pero creo que las redes cada vez son más chungas. Deberíamos entenderlas como lo que son, un espacio que no sirve para informarse.

– ¿Su arte es diversión, es compromiso, es ambas cosas?

– Yo creo que es ambas cosas y más. Es intentar explicar las cosas de una manera que nunca te las explicaron todavía. Hay que intentar sorprender a quien te está escuchando, al público y a ti mismo, buscar otro modo de entender la vida y compartirlo.

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