Paco Etxeberria ha presenciado cientos de exhumaciones de restos. E. C.

Paco Etxeberria

Antropólogo forense

«Reivindico la cremación para mis restos»

Un verano a la última ·

Es uno de los más reputados profesionales a nivel internacional y ha visto cientos de exhumaciones, pero sigue recordando su primer examen 'post mortem'

Sábado, 10 de agosto 2024, 00:28

Con cientos de exhumaciones de represaliados del franquismo y la Guerra Civil a sus espaldas, Paco Etxeberria (Beasain, 1957) ejerce de asesor de la Secretaría de Estado de Memoria Democrática. Chile solicitó sus servicios para identificar los restos óseos del cantautor Víctor Jara, además de ... examinar los del expresidente Salvador Allende y el poeta Pablo Neruda. La identificación de los cadáveres de Lasa y Zabala, asesinados por los GAL, y de los restos hallados en la finca Las Quemadillas, en el caso del parricida José Bretón; así como el informe sobre las torturas en el País Vasco entre 1960 y 2010 y la exhumación de los huesos de Miguel de Cervantes son algunos de los casos en los que ha intervenido y que le han valido el prestigio de ser una eminencia en medicina forense a nivel mundial.

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- ¿A qué reflexión lleva tratar con la muerte a diario?

- A que la vida tiene un plazo de caducidad y a la certeza de que es el viaje lo que merece la pena. Lo que no hagas ahora, no podrás hacerlo luego.

- ¿Sabe ya quiénes somos y de qué estamos hechos?

- Al menos podemos explicarnos la creación del universo y el desarrollo de la vida utilizando herramientas que vienen de la física, las matemáticas o la biología y saber que otras explicaciones, que todavía perduran, son fruto de un tiempo de ignorancia.

- ¿Qué dicen de nosotros nuestros huesos?

- Revelan solo parte del total. Si tienes ante ti un sujeto vivo le puedes preguntar donde le duele. En un cadáver te fijas solo en los signos. La temperatura o el color. Y, en los restos esqueletizados, en los estigmas. Una lesión que se resolvió dejando una marca o cicatriz.

- ¿Cada cadáver le cuenta una historia?

- Si, claro. Y eso genera otro dilema. Cuando atiendes a un sujeto vivo sabes que lo que tienes delante es una persona, pero cuando está sobre la mesa de la sala de autopsias, ¿es persona? ¿o fue persona?

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- ¿Cómo contesta usted a esa pregunta?

- Es persona hasta el momento en que desnudas el cadáver. Ponerse esa ropa, esos pendientes, peinarse o maquillarse de esa manera fue la última decisión que libremente tomó ese individuo antes de morir. Cuando le desvestimos, pasa a ser un objeto de estudio. El muerto ya no tiene personalidad ni voluntad. Su cadáver es un resto biológico que se va a ir degradando hasta convertirse en residuo orgánico. Eso es lo que somos: aminoácidos, proteínas y células.

- ¿Qué me dice del espíritu?

- Entiendo que haya gente que pueda creer que el alma existe. Y si le sirve, no se lo quitaría de la cabeza. No es mi caso.

- ¿Cómo recuerda su primer examen 'post mortem'?

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- Fue un suicidio. En un túnel. Una persona fue arrollada por el tren. Era viernes y estaba en el juzgado de guardia. Cuando llamaron y fuimos a levantar el cadáver, llevé una linterna que aún conservo. Estaba bastante abrumado por la situación.

- Psicológicamente ha de ser duro.

- No más que para un médico intensivista que sabe que el 100% de sus pacientes se pueden morir en las próximas horas. Es más duro trabajar con el sujeto vivo que sufre que con el muerto.

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- En su mesa de disección ha visto la insensatez, el odio y la locura. ¿Hay crímenes especialmente execrables?

- Siempre que se actúa con desproporción de fuerza. El parricidio es uno. La violencia o el asesinato de género, otro. Cuando cinco personas linchan a uno o la víctima es un mendigo que está en la calle y le dan fuego, o cuando unos menores que no pueden entender lo que está pasando e incluso para ti es tan horroroso el crimen que vas a cometer que les tienes que narcotizar primero, porque no vas a soportar estrangular a uno mientras el otro mira cómo lo haces…

- ¿Cómo en el crimen de Las Quemadillas (el caso José Bretón)?

- El ser humano es capaz de lo peor.

Primera exhumación

- ¿Qué es lo más cruel que han visto sus ojos hasta ahora?

- Un vídeo rodado en México, en el que estaban matando a cinco personas descuartizándolas con una motosierra...

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- ¿Qué hacían los demás mientras mataban al primero?

- Estaban en 'shock'. No van a huir ni a gritar porque lo que está pasando es algo horroroso y saben que son el siguiente.

- ¿Torturar es peor que matar?

- Desde el punto de vista penal, no. Porque le quitas la vida a otro. Pero deberíamos de ser más beligerantes contra la tortura. Actuar contra alguien que está indefenso, por las razones que sean, nunca corregidas por la autoridad que tiende a encubrirlo, es algo deleznable y de otro tiempo.

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- ¿Cuál fue su primera exhumación?

- He participado en el rescate de cuerpos humanos muy antiguos. Esqueletos anónimos de hace 6.000 años. Es imposible saber quiénes eran. Ahora, en cambio, cuando te metes en una fosa común, tienes al lado a los familiares que les conocieron en vida y eso complementa las conclusiones de tu trabajo.

- ¿Conoce mejor a Cervantes después de ver su osamenta?

- Encontramos sus restos mezclados con los de otras 16 personas en un pequeño convento de las monjas Trinitarias descalzas de Madrid.

- ¿Qué le dijo su esqueleto?

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- Que no era manco. Lo de manco era un insulto que le dedicaban porque no podía mover la mano. La tenía atrofiada, arrugada y fea por dos tiros que le pegaron en la parte izquierda del brazo. Se sabe que estuvo dos meses hospitalizado después de la batalla de Lepanto. Lo bueno es que Cervantes se describió a sí mismo. Antes de morir dejó escrito que tenía solo seis dientes en la boca completamente desordenados. Entonces ya buscas sobre seguro: individuo varón, de cincuenta y muchos años cuando murió, con seis dientes o menos…

- ¿Por qué quiso ser usted médico forense?

- Pertenezco a una de esas familias en las que nuestros padres se dedicaron a trabajar para que la siguiente generación pudiera tener una vida distinta. Hicieron ese esfuerzo y pude ir a la Universidad de Valladolid. Al acabar la carrera de medicina me interesé por las especialidades que tuvieran un contenido social y en este campo, al venir de una dictadura, estaba todo por explorar.

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- Cuando tiene algo entre manos, ¿le guía la curiosidad científica o el afán de justicia?

- La curiosidad científica. Luego algunas cosas te pueden dar la oportunidad de sacar a la luz ciertos temas. Los forenses somos peritos técnicos y, como tal, tenemos el deber de ser objetivos e imparciales. Pero no neutrales. Si se trata de vulneraciones de derechos humanos, yo no voy a serlo nunca. He sido hiperactivo. Y esa hiperactividad me ha llevado a meterme en toda clase de líos.

- ¿Cómo exhumar e identificar los restos de Víctor Jara?

- En el Instituto de Medicina Legal de Santiago de Chile, mientras sostenía su cráneo entre mis manos y examinaba sus dientes característicos, puse en el ordenador la canción «Te recuerdo Amanda», y pensé: ¡qué injusto e innecesario! ¿De qué sirvió aquella dictadura y todo aquel brutal atropello?

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- ¿Hacer justicia a los muertos es proteger a los vivos?

- A veces la gente no quiere saber y eso hay que respetarlo. Pero, en materia de víctimas, estamos en un momento en el que lo que les ha pasado a otros nos importa. La gente quiere saber y si eso vale para que ciertas cosas no se repitan, habremos acertado.

- ¿El derecho a la memoria precede al derecho al olvido?

- Diría que ahora estamos en ese tiempo. Pero en los protocolos para la entrega digna de los restos se pregunta a los familiares si quieren que se haga en un acto privado o público.

- ¿Qué contestan?

- La mayoría quiere que sea público porque hay una reparación que es social y otra institucional. Entre nosotros hay víctimas que tienen reconocimiento social y les falta el institucional. Y viceversa.

- ¿Qué caso le ha quitado el sueño?

- El 'caso Lasa y Zabala'. Hoy los análisis genéticos se resuelven en tres días. Pero entonces, desde que dije «son ellos» hasta que se publicaron los resultados de la prueba de ADN pasó mes y medio.

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- ¿Soportó mucha presión?

- Tanta que llegué a pensar que, si me hacían alguna trampa y el resultado daba negativo, me tendría que ir a vivir a otro país. Pero la verdadera presión la tuvimos años antes, cuando destapamos las torturas en Guipúzcoa​. Hay un médico forense al que le pusieron una bomba en el coche en San Sebastián y a mí me lo habían quemado tres meses antes.

- ¿Tiene usted miedo a morir?

- No. De hecho, me podría haber muerto ya varias veces. Con 13 años tuve meningitis. Suerte que ya para entonces había antibióticos. Y ya de adulto, en una ocasión, mataron de un disparo a una persona que estaba junto a mí, en el hall de un hotel, en Colombia. Cuando llegó la policía, era incapaz de decir si el que había disparado era blanco o negro, pese a que sé que lo hizo con un revólver. Todavía tengo un recuerdo borroso de aquello.

- ¿Qué opina de la cremación?

Aun yendo en contra de mis intereses, me parece una solución práctica e higiénica que reivindico para mis restos.

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