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Parecía que por fin las lluvias de esta última semana iban a suponer un punto de inflexión en el descenso del nivel de los embalses españoles, pero no ha sido así. En su conjunto apenas han bajado 90 hectómetros cúbicos, muy poco sí, pero lo ... cierto es que no han subido cuando los chubascos, danas y tormentas de estos días prometían lo contrario. Sale más agua de la que entra y la razón a este ligero descenso hay que buscarla en un mayor consumo, en la evaporación (los suelos estaban tan secos que el agua de la lluvia no llega a filtrarse) y en los riegos de los cultivos primaverales, como los de maíz y girasol que se llevan a cabo en estas fechas y necesitan agua. Y si el líquido elemento no llega de forma suficiente del cielo, los agricultores la toman de los pantanos a partir de las estrictas regulaciones que hace cada cuenca hidrográfica.
En su conjunto, los pantanos peninsulares almacenan 26.640 hectómetros cubicos, y se encuentran al 47,51% de su capacidad, según los datos facilitados por el Ministerio de Transición Ecológica (Miteco). Han perdido 86 hectómetros, un minúsculo descenso de 0,2 puntos frente a la semana anterior. Siguen por debajo del nivel de hace un año, cuando se encontraban al 49,6% de su capacidad, y muy lejos de la óptima media de los últimos diez años (68%), 21 puntos menos.
Los pantanos más beneficiados por las lluvias han sido los de Murcia, Almería y Alicante, precisamente los lugares donde se han registrado las mayores precipitaciones. Los de Murcia, por ejemplo, han subido cuatro puntos; los almerienses, casi 2,7 puntos y los de Alicante, casi dos. Son los que mayores aportes han recibido de todos los de país. Ello también se ha visto reflejado en la Cuenca Hidrográfica del Segura, que engloba los pantanos del Levante, que es la que más ha crecido en el conjunto de España, con 1,5 puntos más en una semana. De hecho, y sin contar las cuencas cantábricas, son los únicos que ganan más agua junto a los catalanes y los de la Cuenca Mediterránea Andaluza, justo los lugares donde más ha llovido.
Y es que en la semana entre el 22 y el 28 de mayo se han recogido en el conjunto de España un total de 25 litros por metro cuadrado, y en lo que va de mayo han caído ya 50 litros por metro cuadraado, cifra que se aproxima al valor normal del mes completo (57 litros); según la información facilitada por Rubén del Campo, portavoz de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet), gracias a estas lluvias, la primavera meteorológica (que abarca los meses de marzo, abril y mayo) no será finalmente la más seca de la serie histórica, que arrancó en 1961.
La precipitación entre el 1 de marzo y el 28 de mayo (últimos datos recopilados) asciende a 85 litros por metro cuadrado, la misma que cayó en la primavera completa de 1995, la más seca de los últimos 62 años. Con lo que ha llovido desde el día 28 y lo que lloverá en lo que resta de semana para terminar mayo, «se puede descartar que la primavera de 2023 vaya a ser la más seca de la serie, aunque sí estará entre las más secas», detalla Del Campo.
El portavoz de la Aemet recordó que en cuanto al año hidrológico, las precipitaciones se encuentran un 27% por debajo de lo normal. Desde el pasado 1 de octubre se han registrado 396 litros por metro cuadrado, cuando lo normal son 516. «Estamos ante uno de los ocho años hidrológicos más secos desde 1961», dijo Del Campo.
Con todo, estas lluvias, aunque fatales en las zonas donde han caído en forma de pedrisco (el granizó, por ejemplo, arrasó 600 hectáreas de sandías en la localidad murciana de Lorca), han aliviado el estrés hídrico que sufre el campo español desde hace meses. «Nunca llueve a gusto de todos, lo que viene bien en unas zonas va mal en otras», dicen desde la Asociación Agraria de Jóvenes Agricultores (Asaja), que explican que estas lluvias llegan tarde, sobre todo para los cultivos de cereales de secano (trigo, cebada, centeno y avena), que se han perdido.
«Exceptuando algunas zonas tardías de Castilla y León, y Navarra, en el resto no resuelven nada. El daño a los cultivos herbáceos, entre los que se encuentran los de secano, está hecho», señala Gregorio Juárez, del área técnica de Asaja. «Sí vienen bien para cultivos de primavera, como el maíz o el girasol, y también para los pastos de la ganadería. Ojalá hubiera llovido así a principio de la primavera», suspira Juárez, que valora que el agua caída permita ahorrar desembalses para riego en zonas con restricciones de agua por la sequía.
Desde Coag, otra de las organizaciones agrarias, destacan que la lluvia ha venido «muy bien» para los cultivos leñosos, como olivares, viñedos y frutos secos, como almendros y pistachos. «Con lo que ha llovido, esos cultivos se han salvado, sobre todo el olivar, que corría riesgo de perder parte de la producción por la sequía». «Los leñosos de secano son los grandes beneficiados de estas lluvias, que han llegado sobre la bocina y van a poder sacar adelante la campaña y la producción», indican desde Coag.
Por su parte, Sergio Vicente, del Instituto Pirenaico de Ecología, una institución del CSIC, cree que estas lluvias «de ninguna manera» acaban con la sequía, ni desde el punto de vista agrícola, ni como aporte a los pantanos. «Ayuda algo, pero no es suficiente. Los embalses están en los niveles más bajos de las últimas décadas y ahora que comienzan las campañas de riego, las reservas hídricas seguirán bajando. Además, los meses que viene no son precisamente fechas en las que llueva de forma regular».
Desde el pasado 28 de marzo, cuando los embalses se encontraban en su conjunto al 51,74%, las reservas no han dejado de bajar: en estos dos últimos meses han cedido cuatro puntos de sus reservas, casi 2.400 hectómetros cúbicos.
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