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Con el cierre de los colegios e institutos, el sistema educativo ha desnudado sus debilidades y se ahonda una brecha entre los estudiantes más desfavorecidos económicamente y el resto. La necesaria continuación del curso escolar ha obligado al alumnado a seguir sus clases por conexiones ... remotas en los ordenadores domésticos, pero casi el 9% de los hogares no tiene acceso a internet ni ordenador en casa, según datos de 2019 del INE. Pero ese porcentaje se incrementa hasta el 22% sin conexión y hasta el 42% sin ningún tipo de ordenador en familias con ingresos menores de 900 euros. «En este contexto de confinamiento los datos son más complejos», asegura Álvaro Ferrer, responsable de Educación de Save the Children. «No es lo mismo tener un solo ordenador y un solo hijo que varios o con teletrabajo, pero la brecha no se limita al acceso».
Los otros abismos que amenazan a los niños y jóvenes más vulnerables son varios, como la preparación del profesorado, menor en los centros destinados a la infancia más desfavorecida, según datos de Save the Children, y la pérdida de los «servicios básicos que recibían en el ámbito escolar», en un país que tiene una tasa de «privación material severa» en el 7% de los hogares donde viven niños y adolescentes. «Es precisamente en este contexto en el que se agudizan las dificultades para afrontar la situación excepcional a consecuencia del coronavirus», confirma el el informe 'El impacto de la crisis de la Covid-19 en la adolescencia' de Plan Internacional.
«Hay que tener en cuenta que la pobreza va a salir a la superficie», afirma Sonsoles San Román, catedrática de Sociología en la Universidad Autónoma de Madrid. «Veremos flotar las diferencias sociales y materiales a nivel de cultural como un cadáver».
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Con el guion dictado por el estado de alarma, «los profesores atienden esto con sus propios medios, algo que forma parte de la situación excepcional. Hay unos que se involucran y otros que se niegan», analiza Guillermo Bautista Pérez, director del máster de Formación de Profesorado en la Universidad Abierta de Cataluña (UOC). «En este momento, la atención debe ser personalizada para que no exista la brecha educativa o aminorarla. Los docentes tienen que ser creativos para realizar las tareas de forma motivadora pero también deben saber la situación de los niños en casa».
En España se va a decidir qué pasará con las clases presenciales en los ciclos preuniversitarios donde hay más de 8 millones de alumnos, mientras en el entorno sólo el Gobierno francés ha puesto fecha de reapertura, preocupado precisamente por una brecha educativa que perjudica a un 20% de la población estudiantil, según sus cálculos. En España los efectos de la pandemia en la educación ya se perciben.
«A nivel académico se está viendo la reducción de los conocimientos que adquieren los estudiantes», expone Sonia González, directora de programas locales de Plan Internacional, que trabaja con alumnos en situación vulnerable. «La brecha educativa entre niveles socioeconómicos se va a agrandar porque el acceso a la educación es desigual. Ya estamos viendo que los que vienen de contextos vulnerables, los que están en los márgenes de la campana de Gauss, tienen un acceso limitado a los contenidos formativos y la capacidad de conseguir un refuerzo educativo también se está viendo reducida».
El coronavirus en cifras
Planea por tanto la sombra del abandono escolar temprano que en España se sitúa en el 17,9%, la más alta de la Unión Europea. «Si conseguimos que estos jóvenes no se descuelguen y que todos se conecten, habrá un después», dice González. Ahora bien, la educación en el aislamiento es «el individualismo absoluto», afirma San Román. «El fracaso escolar no se revierte con más inversión sino cambiando el modelo cultural para incrementar el rendimiento».
«No es un tema económico sino cultural y un ordenador puede cambiar todo un sistema cultural», prosigue. «Pero se requiere, más que una inversión económica, desarrollar valores de solidaridad, cooperación y comprensión. Porque el fracaso escolar no se revierte con más inversión sino cambiado el modelo de cultural para incrementar el rendimiento de la persona. El fracaso social se crea por las expectativas de futuro y depende de la clase social. Da igual si les das dinero, si la cultura los está frenando. El tema económico no es tan importante como el cultural».
El tiempo corre: «Se está reaccionando muy tarde», sentencia Ferrer. «El riesgo es que la brecha digital, unida a dificultades familiares, se convierta en mayor desigualdad educativa, con un aumento de la repetición de curso, caída en los niveles de competencia y, a largo plazo, una desvinculación que concluya en el fracaso educativo. La crisis sanitaria se puede convertir en una crisis educativa».
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