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Carlos Rodríguez Vidondo
Domingo, 17 de abril 2022
Hace 50 años, en la que hoy es calle Euskal Herria del municipio de Ibarra, un pequeño de cuatro años de edad salía corriendo del portal 27 detrás de una pelota que se le escapaba cuando fue atropellado por un vehículo. Desde entonces, Imanol Reguillaga ... Arozena sufría una paraplejia que le obligaba a depender de su silla de ruedas, con la que a diario recorría esa misma calzada arriba y abajo como vendedor de cupones de la ONCE. «Es curioso que, 50 años después, haya vuelto a repetirse la misma historia y a tan solo 250 metros», comentaba este sábado Ignacio, vecino de la localidad y familiar indirecto suyo. El viernes, hacia las 14.30 horas, un vehículo que circulaba desde Tolosa en sentido Leitza arrolló mortalmente a Imanol y a otro varón que resultó herido leve cuando ambos cruzaban la calzada por un paso de peatones a la altura del número 2 de esta calle.
Una vía urbana que constituye también la carretera comarcal GI-2130, que atraviesa el pueblo y conecta Tolosa con Navarra. Según advierten muchos vecinos, supone un grave problema para la seguridad vial, tanto por la falta de señalización como por el exceso de velocidad. La Ertzaintza abrió la correspondiente investigación para determinar las circunstancias del suceso.
«Yo le conocía de chaval, cuando aquel atropello que le dejó en silla de ruedas», asegura Rosario, vecina de la familia Reguillaga Arozena cuando aún vivían en el portal 27. «Por aquel entonces no había tanto coche, ni pasos de cebra, ni semáforos... Por eso parece increíble que haya vuelto a ocurrir ahora de nuevo». Asegura que, tras muchas operaciones y varios años en un centro de rehabilitación en Gorliz, «empezó a poder andar con muletas, que siempre le acompañaban junto a la silla».
El difunto, de 54 años y natural de Bidania, era vecino de Ibarra «de toda la vida». Vivía junto a sus padres, de 88 y 87 años de edad, en el número 14 de Beko-bide Bidea, un bloque en paralelo a la calle Euskal Herria oculto tras la panadería Errotatxo. Según informan los vecinos, Imanol tenía también dos hermanos y una hermana, «con la que iba mucho de vacaciones a Zamora». Una de las personas que atendió ayer a este periódico, Ignacio, aseguraba que «los Arozena son muy conocidos aquí. Imanol se levantaba muy temprano y trabajaba hasta el mediodía. A las 6 de la mañana ya estaba en la puerta de la panadería o de algún bar esperando a que le compraran cuando yo salía a coger el autobús para ir a trabajar», recuerda.
Como vendedor de cupones del pueblo, Imanol era bien conocido por todos «de verle por la calle». Tenía un quiosco de la ONCE cerca de una de las bocacalles de la vía principal, a la altura del portal 12, «pero la caseta que le pusieron no le gustaba, prefería ir vendiendo cupones por los bares y tiendas», comentaba otra vecina frente a la vivienda del fallecido. «Yo le saludaba todos los días y siempre le decía '¡Ay, Imanol! Qué frío pasas...', y me contestaba asintiendo con la cabeza. La de veces que le he visto tiritar en invierno...».
Como lotero había llevado la suerte a Ibarra. Al menos en dos ocasiones. El viernes 30 de abril de 1999 entregó el premio gordo de la ONCE, dotado con 120 millones de pesetas; y el miércoles 19 de septiembre de 2018, vendió tres cupones premiados con una cuantía de 35.000 euros cada uno, dejando en el pueblo un total de 105.000 euros.
«Estamos todos impactados, es una pena. ¡Qué destino!», lamentaba una de sus conocidas. Y es que nadie podía imaginar que la fortuna iba a salir cruz para el vendedor de cupones en un Viernes Santo. Cumpliendo con una rutina en la que pocas veces las cosas se salían de la normalidad, Imanol acababa de terminar de comer en su casa cuando bajó la calle Euskal Herria hasta el bar Arkaitz Zazpi. «Solía venir a tomar café dos o tres veces al día», dice Andrea, una de las camareras que le conocieron y que le recuerdan con cariño. «Es más, a esta hora, (al mediodía de ayer) estaría ya aquí tomando el café, porque no fallaba ni un solo día. Teníamos muy buena relación».
Sobre las 14.30 horas y tras apurar su café, Imanol salió del bar para continuar con su jornada calle arriba, cuando segundos después perdió la vida al recibir el impacto. Andrea hablaba aún consternada por la noticia y admite que no pudo salir del bar, por una mezcla entre susto y dolor. «Yo estaba trabajando en la cocina, pero un cuñado mío también tuvo un accidente y quedó en silla de ruedas. Prefiero no hablar mucho de ello».
Durante la mañana de ayer, la desgracia se comentaba entre las cuadrillas que desayunaban en las terrazas, en la cola de la carnicería y entre los paseantes, que al pasar por la zona y observar las marcas azules señalizadas por los cuerpos de seguridad sobre el asfalto, la recordaban con angustia. «Son suposiciones, pero algunos dicen que, en un momento dado, el coche paró y volvió a arrancar», relataba una pareja de edad avanzada. «Supuestamente el conductor venía de Tolosa y se dirigía a Belauntza, donde dicen que vive».
Otros intentaban reconstruir el suceso en sus cabezas, ya que ninguna de las personas consultadas por este periódico fueron testigos presenciales del atropello. Ignacio reconoce que «el coche estaba abollado en su lateral y llevaba el retrovisor izquierdo colgando, así que debió de ser un impacto fronto-lateral». «Debió ser fuerte porque la silla automática que llevaba tenía un motor que pesaría al menos 50 kilos y debió salir disparada a la vista de dónde terminó».
Según la información de la Ertzaintza, junto a Imanol cruzaba por el mismo paso de cebra otro individuo, que los vecinos describen como «algo más joven, de unos 40 años». Resultó herido leve. En primera instancia fue atendido por los servicios de emergencia en el lugar de los hechos para más tarde ser trasladado a la Clínica de la Asunción y, posteriormente, hacerle un diagnóstico en profundidad en el Hospital Donostia.
La camarera del Arkaitz Zazpi reconoce que «no es un cliente muy habitual, pero sí viene de vez en cuando por aquí». No existe, por el momento, más información sobre su procedencia o su estado de salud. Tampoco sobre si es vecino o no de la localidad. Algunos ibartarras dedujeron que «debía ser alguien de por aquí, aunque eso es hablar de oídas». Uno de los camareros de la taberna Karlatz aseguraba que, «al leer lo de 'acompañante' en la prensa, nos hemos estado preguntando de quién se trataría, porque Imanol siempre andaba solo. No solía ir acompañado y tampoco se le conocían amigos cercanos». Su cuerpo continuaba ayer en el Instituto Anatómico Forense pendiente de la autopsia y, según asegura la familia, el funeral se celebrará «a partir del martes», cuando finalice la Semana Santa.
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