El Día del Orgullo hace aflorar las divisiones entre transexuales y sectores feministas

Esta discusión no es tan nueva como puede parecer. Emergió en los años setenta en Estados Unidos, cuando una corriente feminista advirtió de que la transexualidad actuaba como un caballo de Troya en el movimiento, dado que tendía a invisibilizar a las mujeres» y era un «arma ideológica del patriarcado». Parece un debate alambicado y propio de las cátedras universitarias, pero desde el momento en que un argumentario del PSOE abordó el asunto y arremetió contra el activismo 'queer', quedaron las heridas al descubierto. Y de paso se abría una nueva brecha entre los socialistas y Podemos. La formación morada comulga con la doctrina 'queer', mientras que para el PSOE esos postulados «desdibujan a la mujer como sujetico político y jurídico, poniendo en riesgo los derechos, las políticas públicas de igualdad entre mujeres y hombres y los logros del movimiento feminista».

La respuesta de las organizaciones de transexuales y LGTBI fue contundente y tildó de «tránsfobo» el texto del PSOE. Llama la atención que poco tiempo después de la aparición del documento socialista, que venía avalado por la firma de personalidades como Carmen Calvo y José Luis Ábalos, la ministra de Igualdad, Irene Montero, anunciara la promulgación de normas que entraban en conflicto con el argumentario de la discordia. Montero prometió que las nuevas leyes que se preparan garantizarán el derecho a la «autodeterminación sexual». Bajo esta premisa, el sexo es algo que se elige y no está determinada por la biología. Así las cosas, la verdadera identidad sexual se encuentra en lo que cada individuo siente. Las consecuencias de esta visión se traducen en que ya no serán necesarios para acreditar la identidad sexual exámenes médicos ni tratamientos hormonales. Una larga reivindicación de los transexuales insiste en la necesidad de «despatologizar» al colectivo.

«Las mujeres no somos una más de las diversidades sexuales, sino la mitad de la humanidad, que ha sufrido y sufre discriminación por su sexo», asegura la filósofa Rosa María Rodríguez Magda, autora de 'La mujer molesta'. La teoría 'queer', según Rodríguez Magda, desbarata logros que afectan a la protección de las mujeres, por ejemplo, la Ley contra la Violencia de Género, la necesidad de espacios reservados (casas de acogida, cárceles, baños...) o la concesión de ayudas.

Carla Antonelli, diputada transexual en la Asamblea de Madrid por el PSOE, cree que el argumentario incumple los principios asumidos por el partido y que lleva defendiendo 15 años. «Me hiere y ofende», dice Antonelli, que lamenta que el documento se alinee con las posturas defendidas por la ultraderecha. «Es un texto que ataca la dignidad de las personas trans, las cuestiona y las clasifica en función de la biología», remacha.

También generaría confusión en las competiciones deportivas y aboliría cualquier estadística, por cuanto los datos desagregados por sexo son imprescindibles para luchar contra las desigualdades sufridas por las mujeres.

Doce comunidades autónomas han aprobado leyes que reconocen los derechos del colectivo LGTBI y que en algunos casos ya contemplan el derecho de autodeterminación sexual.

Las feministas que plantan cara al discurso 'queer', aparte de esencialistas, son tachadas por el otro bando de feministas radicales trans-excluyentes (TERF, en sus siglas en inglés). Lidia Falcón, fundadora del Partido Feminista e histórica del movimiento, se adscribiría a esta tendencia. Argumenta que «el lobby gay se está convirtiendo en dominante en todos los campos de la difusión de la ideología feminista». La disidencia costó a Falcón y su partido la expulsión de Izquierda Unida, coalición a la que pertenecía desde hace cinco años. La dirigente sublevó a los líderes de la formación cuando expresó su escándalo por la intervención de una niña transgénero en el parlamento extremeño. A su juicio «ese niño (.), inducido por una serie de lecturas, juegos y encuentros puede querer castrarse de aquí a cinco años».

El Partido Feminista de España abomina de la nueva nomenclatura que se ha abierto paso en el mundo de la universidad y las leyes: «Ya no habrá ni mujeres ni hombres, todas seremos progenitores gestantes y progenitores no gestantes», denuncia la formación.

Cuando en 2018 Podemos presentó su propuesta de ley, propugnaba que los transexuales tuvieran la posibilidad de cambiar su nombre y sexo en el registro sin necesidad de informe médico y que se pudiera elegir entre masculino, femenino o no binario. También planteaba que los menores de hasta 16 años pudieran acceder a los tratamientos hormonales sin permiso de sus padres y obtener un «defensor judicial en el caso de que no tengan consentimiento».