La sostenibilidad, nuevo propósito empresarial
ANÁLISIS ·
MARIOLA URREA CORRES
Martes, 8 de marzo 2022, 01:00
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ANÁLISIS ·
MARIOLA URREA CORRES
Martes, 8 de marzo 2022, 01:00
La sostenibilidad ha escalado en la agenda pública internacional con fuerza tras la adopción por la Asamblea General de Naciones Unidas, en 2020, de la conocida Agenda 2030 sobre Desarrollo Sostenible. También la Unión Europea tiene incorporado el reto de la sostenibilidad como parte de ... los objetivos contemplados en el propio Tratado tanto en su dimensión vinculada con el mercado interior, como en lo que afecta a su propia proyección exterior. La materialización de este compromiso, que trata de aunar la satisfacción de las necesidades del presente sin comprometer las de las generaciones futuras, también conecta claramente con la adopción por la Comisión Europea del Pacto Verde. Se trata de un texto reflejo de la Agenda de Naciones Unidas que aspira a transformar la económica de la Unión con la mirada puesta en un futuro sostenible. El citado Pacto constituye, sin duda, el paraguas político desde el que las instituciones europeas con poder para legislar han ido impulsando una batería de medidas en ámbitos muy variados como pueden ser la energía, los residuos o, en lo que afecta al tema que nos ocupa, las finanzas sostenibles. El Reglamento de divulgación o el de taxonomía son algunos ejemplos significativos. Con todo, no es ajeno a este impulso regulador internacional y europeo el papel que también están adoptando los Estados sobre la materia y, en un país como el nuestro, también las Comunidades Autónomas.
El impulso regulador en los niveles ya descritos es, sin duda, un factor muy relevante y poderoso si de lo que se trata es de acelerar un proceso de transformación del modelo productivo lineal hacia uno de naturaleza circular más sostenible; pero no es el único. Tampoco resulta, en ocasiones, el más oportuno en cuanto a la consecución de resultados si, como es el caso, se trata de modificar hábitos. Para ello casi siempre resulta más inteligente apelar a la convicción en lugar de hacer descansar el éxito de las medidas en instrumentos de imposición. Sea como fuere, la sostenibilidad ha ido adquiriendo progresivamente la condición de un mandato imperativo para nuestra sociedad aceptado como válido por todos los agentes que operan en ella. Un mandato, en definitiva, que a nadie resulta indiferente. Lo saben las administraciones públicas, pero también las empresas que se ven obligadas a operar en un contexto nuevo marcado por una sociedad interconectada y militante que, en no pocas ocasiones, mantiene con ellas una relación de cierta desconfianza. Pues bien, es precisamente la necesidad de recuperar esa confianza perdida el punto en el que la sostenibilidad se convierte en una palanca particularmente virtuosa para que las organizaciones empresarias recuperen su reputación, si opera desde una dimensión holística que contemple lo ambiental, lo social y lo económico, además de lo relativo a la gobernanza.
La sostenibilidad, así considerada, constituye la vía más eficaz para vertebrar un nuevo propósito empresarial capaz de generar valor para la propia empresa, a la par que contribuye a enriquecer también a la sociedad. Esta mirada es válida siempre que aceptemos que la responsabilidad de la empresa afecta a todos los grupos de interés y no solo, como ha venido ocurriendo hasta ahora, a sus accionistas. Baste señalar en este sentido las demandas que sobre sostenibilidad imponen los poderes públicos a través de la regulación. Lo propio cabría decir respecto del comportamiento de los inversores, los consumidores o los propios profesionales. No en vano los inversores toman decisiones de inversión y desinversión apoyándose precisamente en criterios de sostenibilidad. Ahí están las cartas que cada año envía Larry Fink, CEO de BlanckRock, a sus accionistas. También los consumidores utilizan su poder de elección para premiar o penalizar a compañías por criterios no exclusivamente comerciales. De igual manera, el talento directivo y profesional prefiere trabajar en compañías con un marcado perfil de compromiso social pues ello influye de manera positiva en su marca personal. Nada de todo lo expuesto puede resultar indiferente a quien asume la responsabilidad de determinar la estrategia de una empresa.
Además de esta perspectiva en la que la empresa debe tomar en consideración a todos los grupos de interés para definir su propósito, debe tenerse en cuenta que la empresa está llamada a gestionar los impactos económicos de sus operaciones sin ignorar los que dichas operaciones también van a proyectar en el ámbito social y, desde luego, en el medioambiental. Este planteamiento está conectado con la llamada contabilidad de triple resultado acuñada en 1994 por John Elkington como herramienta útil para poder medir el comportamiento de la empresa desde esta perspectiva. Tomando en consideración esta perspectiva, a nadie se le escapa que hacer de la sostenibilidad la verdadera estrategia empresarial capaz de crear valor requiere incorporar cambios significativos en el proceso de toma de decisiones y, por tanto, en la gobernanza de las organizaciones. En este sentido, el propio Parlamento Europeo se pronunció con meridiana claridad en una Resolución de 17 de noviembre de 2020 dedicada precisamente a la gobernanza empresarial. Incorporar el elemento de sostenibilidad, decía, resulta imprescindible «en la medida en que las empresas no son entidades abstractas desconectadas de los desafíos medioambientes y sociales de hoy en día» y, en consecuencia, «sus resultados a largo plazo, su resiliencia e incluso su supervivencia» pueden depender de que den una respuesta adecuada a tales cuestiones. Todo ello exige integrar en la estrategia general de la empresa «una integración de los intereses a largo plazo y los riesgos, las repercusiones, las oportunidades, y las dependencias en materia de sostenibilidad».
La puesta en práctica de este desafío no está exenta de dificultades, pero constituye una parte importante de la agenda interna de las empresas centrada, en lo que a gobernanza se refiere, en acelerar la renovación de los perfiles que forman parte de los consejos de dirección y de administración. Una transformación orienta a incrementar la diversidad con vistas a enriquecer el proceso de toma de decisiones y convertir así la sostenibilidad en un elemento medular que dote de verdadero sentido el proceder de la empresa Si el propósito parece claro y las medidas a adoptar también, solo cabe preguntarse a qué esperamos para hacerlo realidad.
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