Secciones
Servicios
Destacamos
Cuando Janeth Aguirre llegó a Mali como misionera de los franciscanos le sorprendió que las mujeres del lugar se encargaran de los trabajos físicos, como buscar agua, recoger leña, cocinar, cuidar a los niños, cosechar el huerto, vender en el mercado, mientras los hombres se ... pasaban el día sentados debajo de los árboles bebiendo té. «Es una cuestión cultural», explica Aguirre. «Pero a pesar de esa sobrecarga de trabajo, en las tardes se ponen elegantes, salen de sus casas, son independientes, van con las amigas o a las fiestas. Llevar dinero a sus hogares es una cuestión de honor, pero también tenían interés en prosperar, en nuevas alternativas». Aquella primera impresión sucedió hace 15 años, cuando el cambio climático todavía no se cernía con tanta saña en ese trozo de África, con una superficie dos veces y media más grande que España, y 12 millones de habitantes.
«La evolución ha sido triste», dice Aguirre, de 44 años y monja desde los 17, de visita en Madrid para presentar la campaña de Manos Unidas 'Quien más sufre el maltrato al planeta no eres tú'. «Antes había agua en sus pozos artesanales. Ahora se han secado. Antes podían cultivar sus huertos y en las épocas difíciles tenían al menos verduras y legumbres en los platos. Pero desde hace cinco años empezamos a sentir el aumento de las temperaturas. Si entre mayo y junio subían a 45 grados, ahora llegan a 50». Según Manos Unidas, en el mundo hay 821 millones de personas afectadas por el hambre provocado por la sequía, las lluvias torrenciales, el avance del desierto.
«El 85% de las personas empobrecidas viven en zonas rurales que dependen de los ecosistemas enfermos», dice Clara Pardo, presidenta de Manos Unidas, que el año pasado dedicó dos millones de euros a programas específicos para el medio ambiente. «Una de las consecuencias es que más de 60.000 personas murieron por el efecto del cambio climático el año pasado, y unos siete millones han tenido que emigrar motivados por fenómenos extremos que han hecho imposible la supervivencia. Se calcula que en 2050 serán 140 millones de personas desplazadas por el clima. Vendrán al norte, buscando dignidad, salud, agua potable. ¿Qué haremos cuando toquen esas millones de personas a nuestra puerta».
Ya están tocando esas puertas. En la frontera sur española, tanto por vía marítima como terrestre, si se suman las cifras más recientes tanto del gobierno de España como del de Marruecos, son más de 120 mil las personas que han intentado migrar de manera irregular desde ese país y las que han llegado, procedentes de distintos puntos de África y Asia en 2019. Marruecos interceptó a casi 20 mil personas en el mar y en tierra a unas 73.000, mientras que la llegada a España fue de unos 32.500, según datos del Ministerio del Interior.
«Nadie debería salir de casa», lamenta Aguirre, que trabaja en Koulikoro. «Cuando un migrante sale, recorre un camino tortuoso. Los países europeos tienen albergues, que se saturan. Cuando alguien abandona su país debería poder volver cuando mejora sus condiciones de vida. En cada lugar podemos empoderar a la mujer, que ellas mismas tengan la iniciativa de los programas que hagan mejorar su situación. No son cosas muy complicadas: construir pozos, hacer cooperativas, dar formación y capacitación».
La situación africana se repite en otras partes del mundo, como América del Sur; lugares afectados por el impacto en los ecosistemas del modelo de explotación de los recursos del suelo, y sus consecuencias políticas. «Petróleo y coltán en Venezuela, litio en Colombia, palma de aceite en Ecuador y varios países centroamericanos, el oro en todos ellos. La explotación de los recursos naturales explica mejor lo que pasa», mantiene Alberto Franco, de Manos Unidas en Colombia.
«Los que más sufren el cambio climático son los que menos tienen para luchar contra sus efectos», dice Pardo. «Queremos reforzar la defensa de las personas empobrecidas y de las mujeres a las que se les vulnera su derecho a una vida digna».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Carnero a Puente: «Antes atascaba Valladolid y ahora retrasa trenes y pierde vuelos»
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.