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La diabetes del tipo 2, también conocida como adulta, es una enfermedad con una altísima incidencia en España. Se calcula que la padecen -estén o no diagnosticados y controlados- uno de cada siete ciudadanos, lo que supone la segunda tasa más elevada entre los socios ... europeos, un porcentaje que además no ha dejado de aumentar con bastante rapidez en el último lustro.
Básicamente, esta dolencia consiste en presentar de forma habitual unos niveles excesivos de azúcar en sangre, lo que, de no corregirse a tiempo y controlarse, es una fuente segura de complicaciones de tipo cardiovascular, oftalmológico y renal, entre otras graves repercusiones.
De forma general se detecta en mayores de 45 años y, excluidos los casos con evidente predisposición genética, se considera que existen dos grandes factores de riesgo evitables, ambos vinculados a hábitos de vida poco saludables. La obesidad, normalmente derivada a su vez de una alimentación poco sana y de una vida sedentaria, y el tabaquismo.
Sin embargo, un estudio realizado por científicos del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal), un centro impulsado por la Fundación La Caixa, y del Instituto Nacional de Investigación en Salud y Medicina de Francia (Inserm) ha puesto sobre la mesa la existencia de un tercer elemento evitable que favorece la aparición de la diabetes. Es la hora a la que comemos.
Se sospechaba que el momento del día en que cada persona se alimenta y la costumbre o no de realizar ayunos tenían un efecto negativo o positivo sobre la producción y el control corporal de azúcares y grasas, pero este trabajo, publicado en la revista 'International Journal of Epidemiology', lo confirma.
Su conclusión general y el mayor hallazgo es que se puede reducir el riesgo de padecer diabetes adulta no solo modificando la dieta que ingerimos -con hábitos sanos y recetas mediterráneas- sino también eligiendo la hora a la que comemos. «El horario de las comidas desempeña un papel clave en regular los ritmos circadianos -los procesos físicos, mentales y conductuales vinculados a la luz y la oscuridad que repite a diario el organismo- y el control de la glucosa y los lípidos», comenta Anna Palomar-Cros, investigadora de ISGlobal y primera autora del estudio, como razón que explica los vínculos entre ambos elementos.
La investigación, principalmente, consistió en controlar la evolución de la salud de una cohorte de 103.312 adultos franceses (79% mujeres) durante una década. Los participantes incluían en un registro en línea lo que comían y bebían en 24 horas y las horas a las que lo hacían durante tres días no consecutivos. El equipo investigador hizo un promedio del registro de dieta de los dos primeros años de seguimiento y luego evaluó el estado de salud de las personas participantes a lo largo de unos siete años. En ese tiempo, 963 participantes desarrollaron diabetes tipo 2.
Los resultados de la investigación permiten extraer al menos cuatro conclusiones concretas. La primera es que quienes desayunan tarde aumentan considerablemente su riesgo de diabetes. Quienes desayunaban habitualmente después de las nueve de la mañana desarrollaron la enfermedad un 60% más que los que lo hacían antes de las ocho. También descubrieron que penaliza el cenar tarde. Hacerlo con frecuencia después de las diez de la noche elevó la incidencia. El tercer dato, en este caso positivo, es que comer con más frecuencia (cinco veces al día) rebaja el riesgo de enfermar. Y la última certeza generalizable es que hacer ayunos solo beneficia frente a la diabetes si se desayuna y se cena temprano.
«Nuestros resultados sugieren, en resumen, que una primera comida antes de las ocho de la mañana y una última antes de las siete de la tarde podrían ayudar a reducir la incidencia de diabetes de tipo 2», argumenta Manolis Kogevinas, investigador de ISGlobal y coautor del estudio. De hecho, este experto recuerda que el mismo equipo de ISGlobal ya había aportado anteriormente evidencia sobre la asociación entre cenar temprano y un menor riesgo de padecer cáncer de mama o de próstata.
Kogenivas considera que estos resultados consolidan el uso de la crononutrición (la asociación entre dieta, ritmos circadianos y salud) para prevenir la diabetes y otras enfermedades crónicas.
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