COP25: Madrid, pulmón del mundo

La cumbre del clima de la ONU, la COP 25, es una de las últimas oportunidades para evitarlo. El encuentro de Madrid, que se clausurará el próximo día 13, afronta el reto de que los 195 países que en 2015 firmaron el llamado Acuerdo de París comiencen a desarrollar a partir del próximo año sus compromisos. Todos ellos asumieron el objetivo de impulsar medidas para mantener el incremento de la temperatura global dentro de unos límites manejables, pero una cosa es decirlo y otra hacerlo.

La cumbre estará presidida por Chile, país que, después de un año de preparativos, se ha visto obligado a renunciar a última hora a acoger el encuentro debido a los graves conflictos sociales que sufre. La capital española ha tenido menos de un mes de tiempo para organizar una cita a la que acudirán numerosos jefes de Estado y representantes políticos y sociales de doscientos países. Todos ellos se reunirán en los 100.000 metros cuadrados reservados para la ocasión por el parque ferial de Ifema, a los que se les añaden otros 13.000 de salas de reuniones.

La conferencia dejará una huella de carbono de unas 65.000 toneladas que serán compensadas a través de reducciones certificadas de emisiones que adquirirá el Gobierno y que procederán de proyectos impulsados por bancos de desarrollo. Este mecanismo, establecido en el Protocolo de Kioto, consiste en que si un país emite más de lo previsto o supera los compromisos adquiridos, puede ayudar, en este caso financiando proyectos, a países en desarrollo para que puedan reducir sus emisiones de gases de efecto invernadero.

Lo que se espera de este evento es que los negociadores de los países participantes terminen de cerrar el reglamento del Acuerdo de París para poner en marcha medidas concretas, que aumente el número de naciones que asuman sus compromisos y, sobre todo, que se marquen metas más ambiciosas antes de que sea demasiado tarde, que ya casi lo es. Según el último informe del departamento de Medio Ambiente de Naciones Unidas, las emisiones deben tocar techo en 2020 y empezar a descender de manera acelerada a partir de esa fecha. De lo contrario, los objetivos de París quedarán fuera de nuestro alcance.

Durante dos semanas se discutirá en Madrid la manera de afrontar los siguientes retos para que salten del papel a la vida real. De cómo se haga depende nuestro futuro.

Los firmantes del Acuerdo de París se comprometieron a mantener el aumento de la temperatura global por debajo de los dos grados centígrados con respecto a los niveles preindustriales y proseguir con sus esfuerzos para que este incremento quede por debajo de los 1,5 grados. La ONU ha advertido de que los países deben multiplicar por cinco sus planes de recortes de emisiones de gases de efecto invernadero si quieren llegar al 1,5 y triplicarlos si se conforman con los dos grados. Con los planes de reducción aprobados hasta el momento por algunos estados el aumento de la temperatura será de al menos 3,2 grados.

Según el Acuerdo de París, los países deberán alcanzar un balance neto de emisiones de gases de efecto invernadero que sea cero en la segunda mitad del siglo. Además, deberán mejorar sus compromisos de reducción de emisiones cada cinco años a partir de 2020. Para cumplir este objetivo será necesario llevar a cabo una transición hacia nuevos modelos energéticos basados en la descarbonización y el uso de energías renovables. Las grandes industrias convencionales como la siderúrgica, química y petrolera sufrirán una profunda transformación.

A la hora de actuar contra el cambio climático los países deben dar pasos para asegurar la integridad de todos los ecosistemas y la protección de la biodiversidad. Las soluciones basadas en la naturaleza son acciones que protegen o restauran ecosistemas naturales y los gestionan de una manera sostenible. Pueden centrarse en reducir las emisiones producidas por las prácticas agrícolas o de deforestación y en la mejora de la capacidad de los ecosistemas naturales para eliminar dióxido de carbono de la atmósfera.

Los países desarrollados se han comprometido a apoyar financieramente a las naciones en desarrollo para que hagan frente al cambio climático. Para ello, el principal instrumento es el Fondo Verde por el Clima que, según los expertos, deberá llegar a los 100.000 millones de dólares anuales a partir de 2020. En Madrid se tratará de elevar esta cantidad y también de estimular la movilización de fuentes de financiación públicas y privadas para impulsar la descarbonización de todos los sectores prioritarios.

El Acuerdo de París hace especial énfasis en la necesidad de incrementar la capacidad de adaptación a las consecuencias adversas del cambio climático, fortalecer la resiliencia a sus efectos y promover un desarrollo con bajas emisiones de gases de efectos invernadero de un modo que no comprometa la producción de alimentos.

Las ciudades abarcan menos del 2% de la superficie del planeta pero consumen el 78% de la energía mundial y producen más del 60% de las emisiones de efecto invernadero. Ante la previsión de que en 2050 la población urbana mundial se haya duplicado, se considera necesario que los responsables municipales y subnacionales se comprometan a que las grandes urbes sean más sostenibles, se centren en una planificación medioambiental integrada y procuren a sus habitantes un lugar en el que se desarrollen de manera saludables.

Se tratará de llegar a acuerdos para que cada país sea más ambicioso en sus compromisos para luchar contra el cambio climático. Según los expertos, los planes trazados desde 2015 han quedado superados por las circunstancias y nos conducen hacia un calentamiento global muy por encima de lo que se estableció hace cuatro años en París.