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La ciudad alemana de Dresde, al este del país, muy cerca de la República Checa, presume de su mercadillo navideño, el más antiguo de Europa, que es como decir del mundo. El Dresdner Striezelmarkt se celebró por vez primera en 1434 y este año cumple ... su 590 edición, convirtiendo la capital del estado de Sajonia en una encantadora postal de Navidad con sus puestecitos de madera, sus típicos arcos de luces iluminando las ventanas, sus villancicos y el dulce y reconfortante aroma del 'glühwein', ese vino caliente y especiado con canela, perfecto para entonar el cuerpo en las gélidas y cerradas noches germanas... que allí empiezan a las cuatro de la tarde.
El mercadillo se ubica en la céntrica plaza Altmarkt y entre sus 240 casetas compiten en altura un fastuoso abeto de 20 metros, una noria y la gran pirámide navideña, un molino decorado con velas, angelitos, muñecos de nieve y soldaditos de madera llamados 'cascanueces'.
Más de 2,5 millones de turistas visitan Dresde (550.000 habitantes) por Navidad y disfrutan del Striezelmarkt (abierto hasta Nochebuena) y de los otros cuatro mercadillos desplegados hasta el 5 de enero en las plazas, calles y bulevares de esta animada urbe, donde la tradición manda zamparse una buena 'bratwurst' de medio metro y de postre una porción del tradicional 'stollen', el pastel local (es originario de Dresde pero se ha extendido a todo el país), que es una especie de hogaza dulce recubierta de un gran manto de azúcar glasé y relleno de pasas.
Al ambiente festivo que se respira alrededor de los puestos de salchichas, hamburguesas, bebidas calientes y galletas de jengibre se suma la música, las lamparitas parpadeantes y toda la iconografía navideña que regalan a Dresde una imagen de lo más idílica, un zambombazo de romanticismo navideño que daría color (y calor) a cualquier cuento de Dickens.
El trasiego de gente continúa hasta la noche (cierra a las 22 h.) cuando el frío arrecia y la ciudad se ilumina con un mar de estrellas y hogueras callejeras (protegidas en calderos) a las que se arrima el personal con las manos extendidas sobre el fuego para no congelarse.
La periodista de viajes Elena Merín, creadora del blog Mercadillos de Navidad, especializado en destinos navideños de toda Europa, acaba de regresar del Striezelmarkt de Dresde, del que destaca que es un mercadillo «donde puedes ver todos los símbolos de la Navidad alemana que también se han exportado a otros países, como las pirámides navideñas o los cascanueces, esas figuras que recuerdan a los soldaditos de plomo«.
A Merín le ha sorprendido la cantidad de puestos dedicados a la venta de artesanía. «Es el mercadillo con más productos cien por cien artesanos de todos los que he visitado, y es un excelente resumen de una tradición que es más cultural que comercial. Ahí radica su magia navideña«, apunta la experta, que recorre mercadillos navideños de toda Europa (Francia, Austria, Reino Unido, Suiza, Suecia, Estonia, Italia, Alemania, España...) y luego cuenta la experiencia en su blog con descripciones de cada enclave, recomendaciones muy útiles y una amplia galería de imágenes. »El viaje a Dresde engancha porque te anima a comer y beber en sus mercadillos al tiempo que te permite conocer tradiciones y la gastronomía típica del Adviento en una ciudad que es muy manejable«, señala Elena.
Pero más allá de los mercadillos resulta muy aconsejable prolongar el paseo por otros rincones de la Florencia del Elba, como es conocida Dresde por el río que la divide en dos y por la impresionante colección de arte que albergan sus museos, iglesias y palacios. La ciudad vieja es una réplica de la que destruyó la aviación aliada cuando los nazis ya estaban prácticamente vencidos.
Entre el 13 y el 14 de febrero de 1945, sólo mes y medio antes de que Hitler se suicidara en su búnker de Berlín, aviones británicos y estadounidenses descargaron miles de bombas que arrasaron el casco histórico, que hasta entonces había sobrevivido intacto a la guerra. Los historiadores hablan de un castigo inmisericorde con Alemania ya derrotada.
Sobre aquellas ruinas, Dresde ha reconstruido sus viejos monumentos, y hoy la catedral católica de la Santísima Trinidad y sus 78 figuras de santos, los hermosos templos luteranos, los palacios y castillos y su magnífica ópera que tuvo a Wagner de director representan, sin duda, su mejor regalo de Navidad.
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