La cazadora Monika fue cruelmente torturada. Las lesiones en sus patas, y el resto de su cuerpo, quizás las causó una trampa para animales, en la que cayó por azar en el bosque de Krasnodar, en el suroeste ruso en pleno invierno. Pero quienes encontraron ... a la perra agonizante, abandonada a un lado de la carretera, creen que sus heridas las produjo alguien por diversión malsana. Inmóvil de dolor, la recogieron y acudieron a dos mujeres de la región, cuidadoras de animales en apuros. Alla Leonkina y Marina Gapich la mimaron y auxiliaron. Era diciembre de 2020. Su estado era «abominable», aseguró Gapich a los medios internacionales. Para salvarle la vida, le hicieron una transfusión de sangre de urgencia y le amputaron lo que quedaba de las cuatro patas, todas a la misma altura. Nada hacía pensar que un año después, Monika -el nombre que le dieron sus nuevas amas- caminara otra vez. Ni siquiera que siguiera con vida.
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Los médicos sugirieron sacrificarla. Las lesiones eran demasiado graves. Pero había una esperanza de que volviera a andar. A 4.000 kilómetros de allí, atravesando toda la anchura de Kazajistán para llegar al borde con Ucrania, en una ciudad llamada Novosibirsk había un veterinario especialista en prótesis y en cirugías complicadas... con gatos. La operación de Monika, que sería la primera con cánidos, y los costes de traslado se valoraban en casi 5.000 euros. Una pequeña fortuna, dicen, para costear las prótesis de titanio.
Tan empeñadas como Monika en optar por la vida, sus dueñas hicieron una campaña para recaudar el dinero. Tardaron un mes en reunirlo. Preparar al animal era más complejo, a pesar de su edad, entre dos y cuatro años. Tenía que aprender a levantarse sobre sus muñones y a gatear. Debía someterse a un programa de rehabilitación, que incluía sesiones de natación, para hallar el vigor perdido. Durante un año se le fortaleció para que se sometiera a la operación final, que la convertiría en el primer perro con cuatro patas biónicas.
El momento crucial sucedió a principios de noviembre. Doce días después de la operación, cuando ya podía considerarse un éxito y «caminaba con más confianza», la historia de Monika saltó a la prensa. «Es imposible no estar feliz al ver su sonrisa y sus emociones», colgaban en Instagram sus protectoras de Zoo Sos Krd, y agradecían el milagro al veterinario Sergey Sergeevich, el «mago». A Monika todavía le queda un mes de recuperación, aunque sus primeros pasos, dolorosos pero autónomos, se encaminaban a la puerta de salida. También hacia la mano de su cuidadora.
Su vida sin embargo no será fácil. «Necesitará observación ortopédica de por vida». En cuanto reciba el alta, Monika se mudará a Londres, donde otra asociación la cuidará. Mientras tanto, como cualquier hembra de su especie, disfruta patas arriba de las caricias en su claro pelambre.
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