«Con el confinamiento, el campo ha sonado como hace cien años»
El paisajista que ve de oídas ·
En 35 años Carlos de Hita ha recogido las 'voces' de 400 especies de fauna ibérica. La primera fue una berrea, el grito del otoñoEl paisajista que ve de oídas ·
En 35 años Carlos de Hita ha recogido las 'voces' de 400 especies de fauna ibérica. La primera fue una berrea, el grito del otoñoCarlos de Hita (Madrid, 61 años) guarda en su zurrón los sonidos de 400 especies de fauna ibérica, pero en los 35 años años que lleva cazando las músicas de la naturaleza por todo el mundo (manantiales, pinares, tormentas, aullidos...), este notario de la ... biodiversidad ha percibido un declive «brutal» de la variedad sonora. «De cada diez tórtolas hoy cantan tres», pone de ejemplo. De Hita, eso sí, ha podido trabajar como nunca durante los silencios del confinamiento. «El campo ha sonado como hace cien años», dice este paisajista sonoro que en 2016 ganó el Premio BBVA a la Conservación de la Biodiversidad.
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–¡Cuántos sonidos nos descubrió el confinamiento! ¿Lo recuerda?
–No sucedió nada nuevo, pero lo que sonó lo hizo con una nitidez desconocida. Con el confinamiento el silencio se extendió por campos y ciudades y nos llevó a cien años atrás en términos de paisajes sonoros. Desapareció el tráfico, los aviones y la actividad mecanizada y eso hizo que la atmósfera sonora fuera transparente.
–Lo habrá notado en la naturaleza...
–Sobre todo en la naturaleza. Es muy difícil estar en un lugar donde no haya un runrún de tráfico, donde no pase un avión... Todo eso enmudeció. El campo sonaba como hace cien años… en las ciudades igual. Ha sido espectacular. Al desaparecer ese telón de fondo que es el ruido, los otros sonidos de la vida emergieron. Y la gente pensó que había descubierto un nuevo mundo porque esas voces le eran desconocidas. Además había millones de personas asomadas a la ventana esperando ver y oír algo.
carlos de hita
–Hemos vuelto a la normalidad y esos paisajes sonoros se han apagado.
–El ruido ha vuelto. No tanto como antes porque la actividad es menor y hay poco tráfico aéreo. Y también hemos entrado en una estación más silenciosa. El otoño no es tan sonoro como la primavera, que nos pilló encerrados en casa y es la época de los grandes conciertos naturales. Ahora los animales son mucho más discretos con la excepción de la berrea de los ciervos.
–¿Qué escucha ahora en los bosques?
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–Cada bosque tiene su propia banda sonora… Otoño es la preparación hacia la pausa, se acaba la reproducción, las crías ya son grandes… el bosque tiende al silencio pero aún así hay una acústica que se puede percibir muy bien, los bosques umbríos y más húmedos del norte tienen una acústica más brillante que los encinares o los bosques más resecos del sur. Las voces de las aves se propagan mejor.
carlos de hita
–¿Cómo son nuestros bosques desde el punto de vista sonoro?
–Junto con los bosques del norte de Europa, España es la gran reserva forestal del continente y la diversidad sonora aquí es apabullante. Hay bosques de hayas, de robles, de coníferas, pinares, abetales, encinares… es el país más diverso de toda Europa.
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–Lleva 35 años escuchando la naturaleza… ¿han cambiado mucho las cosas al margen de los adelantos técnicos?
–Sí, y en general a mal. Cuando yo empecé a salir al campo con un micrófono hace 35 años, de cada diez alondras que cantaban entonces, hoy cantan cinco; de cada diez codornices, hoy cantan cuatro; de cada diez tórtolas, cantan tres… el elenco de voces en el campo ha disminuido de una manera brutal. En Europa hay la mitad de animales que hace 40 años. Y también están desapareciendo los insectos, con lo cual cada vez hay menos abejas zumbando y cada vez hay más chicharras, que están asociadas al calor. Al margen de unos pocos ejemplos positivos, la naturaleza está en declive.
carlos de hita
–¿Le ha ido bien a alguna especie?
–Sí, a los linces, las águilas imperiales y los osos. Y gracias a que se están invirtiendo enormes esfuerzos por mantenerlos.
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–¿Y el lobo?
–Lo del lobo es admirable, es un animal que se ha abandonado a su suerte y que, aunque lo persiguen, lo envenenan, lo matan a tiros, resiste.
–¿Tiene contabilizados los sonidos que ha grabado?
–Nooooo…. De fauna ibérica ha cazado los sonidos de unas 400 especies… pero no sabría decir el número de grabaciones. Tengo un buen catálogo de voces de aves, mamíferos y anfibios, pero no solo grabo al 'bicho' cantando, sino todo el paisaje natural que lo rodea: el viento, la tormenta, la lluvia, los ríos, las distancias… No 'cantan' igual los abetos que los chopos o que los pinos cuando les da el viento. Son matices que voy acumulando.
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carlos de hita
–De todos esos sonidos, ¿cuál es el que más le ha sorprendido?
–No recuerdo momento más impresionante y sobrecogedor que una noche de hace cuatro años por estas fechas. Estaba grabando en Asturias y de sopetón me encontré con una manada de lobos aullando. No es la mejor grabación que he hecho en mi vida, pero sería el sonido que me llevaría a una isla desierta. No solo de mi archivo sonoro, sino también de mis experiencias en el campo.
–¿Y qué graba estos días?
–El otoño es la temporada de la pausa tras el jolgorio de la primavera y el verano. Y ahora en estas fechas, la estrella es la berrea de los ciervos… en los montes de media España están bramando los venados, es uno de los momentos más ruidosos del año… Fue, además, el primer sonido que grabé hace 35 años y desde entonces los grabo todos los años; este año ya van tres y este fin de semana será la cuarta… me voy a Andújar. Es una especie de tradición, mi primera berrea fue en 1985 y desde entonces no he faltado a ninguna.
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carlos de hita
–Uno se lo imagina a usted de madrugada en lo alto de una sierra calándose hasta los huesos bajo una tormenta…
–Jajajaja, esa imagen es bastante ajustada a la realidad… me gusta andar a solas por el campo. Me gustan los amaneceres, la noche… cuando vas de oídas, como voy yo, con el oído abierto, es el momento estelar. De noche la vista no vale para mucho y el oído lo es todo. Siempre ando buscando los momentos y las horas silenciosas, silenciosas de tráfico, no de animales. Y esos momentos apacibles y serenos hay que buscarlos en lugares remotos y perdidos de la mano de Dios y en horas un poco intempestivas. Dónde voy yo, no va nadie. Otra cosa es que quiera grabar el calor de un día de verano, entonces tengo que estar a las cuatro de la tarde grabando las chicharras, que ya solo de oír el nombre te da calor.
–¿Con qué va pertrechado?
–Con paciencia, que es lo fundamental. Y luego llevo un buen grabador de sonido y la panoplia de micrófonos. Por hacer una analogía con la fotografía llevo un teleobjetivo sonoro, un micrófono montado en un disco que hace como de amplificador, micrófonos direccionales, y utilizo mucho grabadores automáticos… equipos que dejo por ahí y que graban automáticamente en lugares seleccionados y que luego recojo a ver qué ha pasado. Y los auriculares claro para escuchar lo que están 'oyendo' los micrófonos.
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–¿Hay algún rincón de España donde le gusta grabar más?
–Me gustaría trabajar más en las zonas costeras del Mediterráneo. El problema es que toda la costa peninsular , salvo Doñana y el Cabo de Gata, está cruzada por autovías, autopistas, y es un entorno bastante ruidoso.
–¿Y algún sitio del mundo donde desee desplegar su paciencia y sus micros?
–En la Antártida.
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