Aunque parezca difícil de creer, todo lo que se sabe sobre los efectos del alcohol en el cuerpo humano resulta especulativo, porque hasta ahora no se ha realizado una macro-investigación con un número significativo de participantes, controlados en su consumo diario y sus hábitos ... de vida, y con un largo seguimiento. Las opiniones de los expertos de distintas especialidades se contradicen sobre los beneficios o daños del licor. ¿Es recomendable beber una copa de vino al día? ¿Hay una edad recomendable para hacerse abstemio? ¿Previene o provoca accidentes cerebro vasculares e infartos? ¿El licor puede resultar mortal a partir de los 50 años?
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A la premisa de que «no existe ningún nivel saludable de ingesta de alcohol» se enfrentan los resultados de estudios no demasiados ambiciosos sobre una práctica arraigada a la civilización desde hace unos 5.000 años, cuando se produjo el primer vino de la humanidad. «La mayoría de los estudios no aleatorizados han encontrado una menor mortalidad por todas las causas, en los bebedores moderados al compararlos con los abstemios. De ahí la perplejidad», señala un documento presentado al Consejo Europeo de Investigación, con el que el proyecto 'Unati' para evaluar el consumo moderado de alcohol y la abstención «sobre enfermedades graves y mortalidad», ganó los 2,5 millones de euros de una 'beca de investigación avanzada'.
11,3 litros de alcohol al año
es el consumo promedio de un adulto en Europa, según el proyecto Unati. Esto equivale a 2,5 bebidas diarias, «más del doble de la media mundial». El porcentaje de abstemios también es el más bajo: 28%
Con 542 médicos en toda España, el ensayo de la Universidad de Navarra comenzó este mes de junio el reclutamiento de 10.000 participantes, bebedores todos, en centros de salud y hospitales. «Sobre los efectos del alcohol hay muchas dudas», afirma Miguel Ángel Martínez-González, catedrático de las universidades de Navarra y Harvard, que dirige la investigación. «En más de cien estudios epidemiológicos se observa que se reduce el riesgo a las enfermedades cardiovasculares con un consumo bajo o moderado (el que no pasa de dos copas al día en los hombres y una copa en las mujeres). Pero si el consumo es alto, aumenta, porque no hay duda que el alcohol es tóxico para el hígado y el cerebro. Algunos dicen que es mejor el consumo cero. Hay mucha controversia».
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Para despejar esas dudas, se convoca a personas que consuman entre tres y 40 copas de vino a la semana, que tengan entre 50 y 70 años y que estén dispuestos a dos cosas: escuchar consejos y participar en el estudio durante cuatro años. A sus citas médicas usuales tendrán que añadir dos conversaciones personales con los investigadores y asistir a otras dos en grupo cada año. También recibirán material bibliográfico y vídeos con consejos para mejorar los hábitos de salud, y a los que cumplan con un «autoexamen» y rellenen los cuestionarios se les enviará a sus domicilios ciertas compensaciones como aceite de oliva virgen, libros sobre dieta o productos de cocina cada mes, previo sorteo. «Queremos que se sientan bien tratados», comenta Martínez-González, que también es director del grupo Ciberobn del Instituto de Salud Carlos III. «Los que entran en este tipo de estudios terminan teniendo mejor salud. A los que consuman entre 35 o 40 bebidas a la semana, efectivamente, hay que ayudares a que lo reduzcan».
A uno de los grupos, al que los voluntarios entran al azar, se le aconseja la moderación y al otro, la abstención. La moderación consiste en consumir menos de siete dosis de diez gramos de alcohol a la semana (equivalente a una copa de vino) para las mujeres, y el doble para los hombres, según el 'protocolo' del estudio Unati (University of Navarra Trialist Initiative). La diferencia entre sexos se debe al volumen y la distribución corporal, que hace que la concentración en sangre sea más alta en las mujeres. El estudio finalizará en 2028 con la publicación de los resultados.
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El consumo de alcohol empieza pronto en España. Apenas en la adolescencia. Las razones son sociales y psicológicas. Los jóvenes quieren «diversión y nuevas sensaciones» y reducir «el malestar» interior. En esa búsqueda ceden al «contagio social» y beben «como rito de iniciación a la vida adulta», un comportamiento que se refuerza al no tener problemas para comprarlo y beberlo en público, gracias a una «baja percepción de riesgo», según el estudio 'Motivaciones para el consumo de alcohol en adolescentes escolarizados', realizado por la Universidad Rovira i Virgili (URV).
291.000 muertes
ocasionan en Europa las enfermedades relacionadas con el consumo de alcohol, lo que genera 125.000 millones de euros de costes anuales, según el proyecto Unati.
Con «una dosis moderada de alcohol», los jóvenes experimentan por primera vez un extraño «bienestar, buen humor, autoconfianza, plenitud y alivio de tensiones», indica el trabajo publicado en marzo, lo que provoca «un estado de relajación» con la que los tímidos superan el «miedo a las relaciones sociales».
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Se cae, así, en la trampa del «bebedor social» y el consumo «normal», de la que ya será difícil escapar. «La diversión y la presión social se mantienen como factores motivadores del consumo de alcohol en la adultez», explica Ángel Belzunegui, miembro del Laboratorio de Investigación Social y Empresarial (SBRlab) de la URV y coautor del estudio. «El problema del consumo de alcohol es que está tan socializado que actúa como un 'atractor' en la vida adulta».
Maricarmen, que tiene 80 años y los últimos 35 en Alcohólicos Anónimos, sostiene que la adicción comienza cuando ya no se puede parar de beber hasta que llega el abotargamiento, la pérdida del control y la memoria, o los actos de los que arrepentirse al día siguiente. «El alcohólico bebe compulsivamente. Cuando mi consumo era el normal, yo no era alcohólica, no estaba enganchada», relata. «Yo era una bebedora social, bebía en navidades, en las celebraciones... lo normal. Hasta que un día empecé a tomarme un aperitivo antes de las horas de las comidas, una copa de whisky, que me sentaba muy bien. Tenía 35 años cuando empecé a alcoholizarme».
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La vinculación de un consumo bajo o moderado con la adicción es otra de las cuestiones que tendrá que resolver el macroestudio español sobre el alcohol, cuando intente que los bebedores no prueben ni gota de licor, o que los que están en el límite de la moderación rebajen la ingesta.
En todo caso, esa relación es un «tema problemático. Hay especialistas que radicalmente hablan de adicción en consumos muy bajos, mientras que otros suben el listón. Esto sigue provocando controversia», reconoce Belzunegui. «Un consumo esporádico y bajo/ moderado en la juventud no tiene por qué aumentar conforme pasan los años. Por otro lado, lo que sí sabemos es que la gran mayoría de personas que tienen problemas de adicción en la adultez, comenzaron a consumir alcohol en la etapa preadolescente».
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Además de perseguir la desinhibición como Maricarmen, la presión ambiental favorece el consumo de alcohol. «Ves que todos comienzan a beber, a acelerarse y, claro, tú estás en tus facultades. Ves que ellos se lo pasan bien y ya empiezas a beber», contestaba una alumna de 4º de la ESO de 15 años, al estudio de la URV.
En esos grupos, a los abstemios les etiquetan de «santita» o «buena», a ellas; de «raritos» o «pringados», a ellos. «Si sueles beber y un día no lo haces, te preguntan: ¿por qué no bebes?, ¿por qué lo otro? Y eso sí que es un poco depresión», refería una chica de 16 años. La inducción viene del entorno: «Siempre hay esa persona que te dice: bebe un poco, ni que sea» o «están los amigos allí y todos beben, menos tú. Pues, lo pruebas», reconocían otras alumnas de la misma edad: «Yo empecé a beber por presión».
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Pero la línea entre el control y la locura es demasiado delgada. Recuerda Maricarmen: «Hacía lo que hace todo el mundo. En un bar, una cerveza. A los 20 años, no tenía la compulsión por beber. Me tomaba una. Me sentaba de maravilla. Te ponías alegre y bien».
A la espera de los resultados del gran estudio del alcohol, los efectos que produce en el cuerpo lo conocen los bebedores. «Me sentía fuerte y me cambió la personalidad. Engordé, porque el alcohol tiene muchas calorías. En los análisis me salía el hígado inflamado, que es la antesala de la cirrosis», refiere Maricarmen. Y cuando logran dejarlo, notan el cambio, tanto físico como mental: «Cuando paré, empecé a recobrar mi figura, a recuperar la memoria. A tener la conciencia tranquila porque ya no cometía las barbaridades».
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¿El alcohol mata? «Depende no sólo de la cantidad», responde Martínez-González. «Creemos que es muy importante el patrón de consumo. No es lo mismo consumir en atracón y sin comida, que esa misma cantidad semanal se meta en dos o tres horas diarias, despacito y en comidas». En 2028 se sabrá si realmente hay una «forma más saludable» de beber alcoholes.
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