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«Cada día me pregunto cómo funcionan mil y una cosas de nuestro entorno, pero las prisas no me dejaban tiempo para ahondar en ello. Las usaba y seguía con mi día a día. Este libro es algo que tenía pendiente. Ahora me asombro al ... pensar cómo he podido habitar mi casa sin conocer toda esta información. Es como si hubiera estado durmiendo con un desconocido», cuenta desde México, donde vive en la actualidad, la periodista, química y divulgadora científica América Valenzuela (Madrid, 47 años), que acaba de publicar 'La vida secreta de tu alcachofa de ducha' (GeoPlaneta), donde detalla, con su habitual tono ameno y didáctico, todo lo que la ciencia ha aportado a la vida doméstica.
Desde la cocina al cuarto de baño pasando por el salón y el dormitorio, Valenzuela desgrana una montaña de curiosidades 'de andar por casa' que hacen percibir el hogar como un lugar lleno de sugestivas historias. Por ejemplo, que la vitrocerámica se descubrió por error y que su primer uso fue militar, para cubrir la punta de los misiles y que aguantaran el calor generado por la resistencia del aire. O que la típica silla de oficina fue un invento de Charles Darwin, el padre de la Evolución, que harto de arrastrar su recio butacón por el laboratorio decidió acoplarle unas ruedas.
En otro de los capítulos, el que pone título al libro, la periodista se mete dentro de ese «nido indestructible de microbios» alojado en el interior de la alcachofa de ducha. «Ya no puedes ducharte sin pensar en lo que hay ahí dentro. Lo mejor es asumir que en casa somos multitud y convivir en armonía, jajaja».
Y sin salir del aseo, la divulgadora nos cuenta que Luis XIV, el Rey Sol, sólo se bañó dos veces en sus 76 años de vida, una al nacer y otra cuando se acercaba su muerte, en 1715. Al parecer en los siglos XVII y XVIII se extendió la creencia de que bañarse abría los poros de la piel y por ellos podían entrar miasmas con enfermedades como la temida peste. Así que con todos los lujos de Versalles a su alcalce, el 'eau de parfum' de la raleza francesa no olía precisamente a jazmín y rosas. Hay historiadores, cuenta Valenzuela, que aseguran que el monarca apestaba «como un animal salvaje›, pese a que la alta aristocracia trataba de mantenerse limpia cambiándose varias veces al día la ropa interior.
El libro narra también cómo el invento del ibuprofeno fue producto de una resaca, que los clínex nacieron por culpa de un lote de papel higiénico defectuoso que se vendió cortado, y que la grapadora que conquistó hogares y oficinas de medio mundo nació en una compañía vasca que fabricaba revólveres. Y se adentra en historias tristes y llamativas como la de Mary Mallon, conocida como la 'cocinera pesadilla' María Tifoidea, quien pasó la mitad de su vida en cuarentena tras contagiar sin saberlo (era asintomática, el primer caso conocido en medicina) la fiebre tifoidea en los hogares donde servía. Infectó a todas las familias de Nueva York a las que preparaba la comida, dejando a sus espaldas 53 muertos. La pobre Mary falleció de neumonía en 1938.
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