Vista aérea simulada de The Line,

La ciudad amurallada de cristal en el desierto

Comienza en Arabia Saudí la construcción de The Line, un rascacielos 'tumbado' de 170 kilómetros de largo y 500 metros de altura donde su millón de habitantes estará bajo el control de la inteligencia artificial

Domingo, 30 de octubre 2022, 00:33

El desierto junto al Mar Rojo está siendo perforado para crear un kilométrico y profundo surco donde asentar los cimientos de la «ciudad del futuro», una alargada estructura única de 170 kilómetros de largo y 500 metros de alto (más que el Empire State de ... Nueva York). Amurallada por paredes acristaladas, su anchura, sin embargo, la podría recorrer el velocista Usain Bolt en 19 segundos pues tiene 200 metros de extremo a extremo. Esa curiosa figura labrada por la maquinaria pesada, según atestiguan unas imágenes de dron divulgadas estos días, da nombre al más reciente sueño de Arabia Saudí, The Line (la línea). Dentro de este rascacielos tumbado de 34 kilómetros de superficie total podrían vivir, aseguran sus promotores, hasta un millón de personas en módulos prefabricados superpuestos en vertical.

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Cuando finalicen las obras en 2027, entre esos espejos gigantescos que reflejan el ocre desierto y su cielo abierto se entremezclarán áreas residenciales con oficinas y centros de ocio, salud y cultura, sin coches. «Está en la línea de los megaproyectos ideales, pero es la primera vez que se llega tan lejos para construirlo», indica Nuria Álvarez Lombardero, arquitecto y profesora en la Escuela de Arquitectura de Londres. «A nivel social parece que se convertirá en una sociedad exclusiva, al margen del resto del mundo. Será una utopía en su aislamiento, sin delincuencia pero con serias repercusiones psicológicas en sus habitantes y en la relación entre ellos. Aislados en una burbuja, podrían perder totalmente la noción de la realidad».

El ecosistema funcionará gracias a «inteligencia artificial y robótica avanzada», que usarán la analítica de los datos personales para «experiencias perfectas» y «soluciones al consumidor». Los habitantes interactuarán con el sistema de forma «intuitiva y predictiva, como si la vida se hubiese simplificado», dice John Bradley, responsable de Tecnología y Digital del consorcio Neom, que construye The Line. «Con las soluciones de la robótica avanzada se desarrollarán aplicaciones que permitan una sinergia real entre hombres y máquinas». El mundo será, prosigue Bradley en una entrevista de promoción, «personalizado, contextualizado e inmersivo».

Estos sistemas tecnológicos de observación y análisis de individuos en tiempo real ya existen y se emplean en espacios delimitados y controlados como los aeropuertos. Estas estructuras de reciente construcción tienen cámaras de rayos X e infrarrojos que escanean desde varios ángulos a los pasajeros y sus equipajes al caminar; sensores que registran la temperatura corporal y otras funciones orgánicas; reconocimiento facial para activar aquello a lo que está permitido a un sujeto y no a otro; algoritmos que incluso modifican el mobiliario según las necesidades determinadas por la máquina; programas que comprueban cuánto sirven las órdenes subliminales que dicta el diseño; y medidores de oxígeno, CO2 y otros gases en cada recinto.

Revoluciones que fueron urgencias con la pandemia y que se amparan en los términos de seguridad, intuición y confort. La diferencia es que en The Line estos dispositivos estarán instalados en cada rincón de los hogares y del espacio público, incrustados en paredes, techos, cristales y hasta en el mismo suelo.

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Los artefactos que rodearán al ciudadano parecerán adivinar sus pasos, como sucede ahora en algunas oficinas de última generación. El ascensor (y habrá muchos en este edificio) se abrirá al acercarse y 'sabrá' la planta de destino, por ejemplo, siempre sin demasiada gente alrededor, sólo la justa, gracias al monitoreo continuo y las medidas invisibles constantes. Los gestores sabrán siempre quién eres y qué haces.

Cesión de datos

Bienvenidos al «sistema cognitivo», como lo llaman en Neom. Aunque Bradley asegura que los pobladores de The Line serán dueños de sus datos, el objetivo del consorcio será disponer del 90% de ellos consentidos en vez del 1% que utilizan las 'smart cities' de hoy», augura la información pública de Neom. A cambio, «experimentarán todo lo que Neom puede ofrecer», responde Bradley. Las explicaciones disponibles de la cuestión tecnológica, no obstante, son superficiales, incluso para los relatos de ciencia ficción. Este periódico trató de entrevistar a los portavoces de Neom sin éxito. Tampoco respondió el jefe de Planeamiento Urbano de The Line, Antoni Vives, quien fuera teniente de alcalde de Urbanismo en la alcaldía de Barcelona con CiU, imputado en la causa 'del 3%' y condenado a dos años de cárcel el año pasado por malversación. Consultor independiente con su propia firma, Vives ahora es el líder principal del desarrollo de esta ciudad futurista, que bien podría convertirse en el eje de una distopía para ultrarricos.

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«Los precedentes de ciencia ficción de ciudades gobernadas por inteligencia artificial son negativas», asegura Daniele Porretta, profesor de la escuela de diseño Elisava y arquitecto especializado en este género construido por visionarios como George Orwell ('1984'), E.M. Forster ('La máquina se para'), Asimov ('Fundación') o Aldous Huxley ('Un mundo feliz'). «Hay muchos modelos de ciudades dependientes de la tecnología en lugares hostiles, incluso subterráneas, bajo gobiernos despóticos. En las distopías la pérdida de privacidad se excusa en que es por nuestro bien. En nuestra sociedad la preocupación actual es por una mayor transparencia. Saber quién controla esos datos y con qué fines».

La cuestión angular del proyecto tecnológico en The Line no es la transparencia, sino la «confianza» que, en palabras de Bradley, tendrán sus habitantes para ceder todos sus datos a Tonomus, la filial tecnológica del consorcio cuyo único 'partner' occidental conocido es Oracle. Son muchas las preguntas sin respuesta todavía. Desde las más simples –cuánto costará un kilo de patata, una cena en un restaurante o el alquiler de un piso– hasta quiénes serán los elegidos para habitar esta superficie vertical o cómo será su gobierno y sus fuerzas del orden.

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Sí se sabe que el Consejo de Administración de Neom está presidido por el príncipe heredero Mohammed bin Salman, conocido en Occidente por haber clonado –supuestamente– el móvil a uno de los hombres más ricos del planeta, Jeff Bezos, dueño de Amazon, y luego señalado tras el asesinato del articulista Jamal Khashoggi, ambos sucesos ocurrido en 2018.

Impacto ambiental

The Line quiere también alzar la bandera de la sostenibilidad. Requerirá 85 millones de toneladas de cemento, pero apuesta por el uso de transporte eléctrico y otras medidas energéticas «100% renovables» y un moderno abastecimiento de aguas. Más allá del papel, existe otro proyecto de ciudad construida de cero en medio del desierto, advierte Álvarez Lombardero, aunque de menor envergadura. Masdar, diseñada por Norman Foster en Emiratos Árabes Unidos, está pensada para unas 50.000 personas. Al igual que The Line, afirman que tiene poco impacto ambiental pero su gasto energético es alto al requerir mucho mantenimiento.

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«En lugar de construir una ciudad desde cero, con el calentamiento global la solución pasa por buscar maneras de adaptar las ciudades que ya existen al cambio climático», reflexiona Porretta. Según declaró Vives a un medio árabe local, ahora se acelera la construcción de una primera etapa, para que en 2025 se muden las primeras personas a sus módulos. «Será como conquistar Marte», dice Porretta. «El modelo económico y nuestra relación con el planeta plantea problemas, pero los millonarios buscan nuevos lugares donde creer que alguien inventará una tecnología que nos salvará, como Musk con Marte y Bezos con las ciudades espaciales».

Maqueta en 3D del espacio interior. NEOM

Muerte para tres hombres que se opusieron al rascacielos

A The Line lo rodearán 26.500 kilómetros cuadrados de parques naturales y una ciudad industrial con su puerto, a un coste de 500.000 millones de euros. En la zona montañosa se instalarán villas de superlujo (así las llaman), pistas de sky de nieve, una reserva de «fauna salvaje», un lago artificial de agua dulce y un hotel. En la costa, una estructura de 48 kilómetros cuadrados con naves industriales y zona residencial.

Pero esas tierras no estaban deshabitadas. Allí vivían miembros de la tribu huwaitat, ahora desalojados. Neom afirma que los habitantes de The Line «vivirán más tiempo» por la ausencia de contaminación y de accidentes de tránsito, pero antes de que esté en pie y se habite ya se ha cobrado sus primeras víctimas.

Según la organización ALQST por los derechos humanos en Arabia Saudí, tres hombres fueron condenados a la pena de muerte este mismo mes por el «tribunal penal especializado (en terrorismo)», por protestar ante el desplazamiento forzoso de este territorio en la provincia de Tabuk. Desde hace dos años estaban en prisión. Otros detenidos han tenido mejor suerte por reclamar indemnizaciones más altas y oponerse a The Line, con penas de 50 años de prisión.

¿Un preludio de lo que será la vida dentro de la línea? «En un entorno controlado y sin posibilidad de salir, se amplifica el mecanismo de control», opina la arquitecto Nuria Álvarez Lombardero. «Existe el reconocimiento facial, por ejemplo, que en un espacio definido logrará una sociedad totalmente sometida. En países democráticos, sería más difícil desarrollar este tipo de proyectos».

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