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En el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), Mercedes Balcells tiene una línea de investigación dedicada a crear tejidos y órganos de materiales biodegradables. Nacida en Barcelona pero establecida en Boston desde 1999, llegó como estudiante postdoctoral y ahora es investigadora principal del Instituto de Ingeniería ... y Ciencia Médicas del MIT. Sus estudios abren nuevas posibilidades, como experimentar con terapias «sin tener que usar animales» y fabricar «tejidos u órganos de reemplazo para cuando los propios dejen de funcionar. Eso aliviaría mucho la lista de espera de trasplantes de órganos», explica Balcells. Además, la científica, con título de Química en la Universidad Ramon Llull, dirige el MIT-Spain, un programa internacional que coordina prácticas de estudiantes del centro de investigación de EE UU en entidades públicas y privadas españolas y promueve la investigación conjunta.
-¿Qué le ofreció Estados Unidos para que decidiera quedarse?
-Me dio la oportunidad de dar lo mejor de mí misma, sin que nadie me conociera. Me vine sola, y a base de esfuerzo llegué más lejos de lo que nunca hubiera soñado.
-¿La política afecta a instituciones como el MIT, o son burbujas que siguen adelante pase lo que pase?
-Han sido años muy difíciles porque en Estados Unidos la inversión pública en investigación ha caído a mínimos históricos, pero el MIT y otras instituciones hermanas están cimentadas sobre tres pilares que hacen que, incluso en tiempos convulsos, salgamos adelante. El primero es un capital fundacional que aumenta cada año gracias a los donativos. El segundo, las colaboraciones con empresas que creen firmemente que su éxito depende de externalizar su I+D+i de la mano de universidades como la nuestra. Y, el tercero, la colaboración entre los diferentes laboratorios y centros de Boston, que hace que juntos lleguemos mas lejos y con menos recursos que cada uno por separado. Esto es crucial, sobre todo, en los tiempos que vivimos.
-¿El poder persuasor de la ciencia ha retrocedido en estos años?
-Los investigadores tenemos que salir de nuestra zona de confort hiperracional y conectar con la gente que no se dedica a la ciencia pero que se beneficia y contribuye con ésta. La ciencia empieza en el laboratorio pero se aplica en sociedad y tenemos que aprender a conectar con el ciudadano de a pie. Es nuestra responsabilidad y un déficit que los científicos deberíamos ayudar a subsanar. Este es un puente que se construye entre muchos actores sociales y debemos reconocer su importancia.
-¿Cómo se percibe al hispano en Norteamérica?
-La situación ha cambiado enormemente desde que visité por primera vez Estados Unidos en 1993. En mi último viaje con mis hijas, al pasar la aduana, el oficial me oyó hablar español con ellas. Me felicitó y les dijo a las niñas que podían estar orgullosas de hablar dos lenguas, de tener dos culturas y que eso les iba a abrir muchas puertas. La multiculturalidad me ha posibilitado trabajar con muchos países y culturas, convirtiéndome en un lazo construido con mi capacidad para no sólo hablar en el mismo idioma, inglés o español, sino poder navegar las sutilezas culturales que muchas veces se convierten en barreras importantes.
-¿Cómo se percibe a sí misma en esa sociedad?
-Es curioso porque como inmigrante ya no soy ni de allí ni de aquí. Soy de los dos sitios y, al mismo tiempo, de ninguno. Eso me da a veces una sensación de no pertenencia que me entristece, pero también me da una sensación de libertad enorme, porque puedo aprovechar lo mejor de mis dos mundos a lado y lado del Atlántico.
Como parte de su función investigadora, Mercedes Balcells ha fundado empresas con y sin ánimo de lucro. «No hay un abismo entre la investigación básica pura, la investigación aplicada y la empresa privada», explica. «Es un 'continuum'. Por la básica no me pagan pero es esencial y depende de fondos públicos y donaciones; la aplicada está financiada por una empresa que valora esa investigación, y, en último término, los resultados se convierten en una licencia o una 'spin-off' que deja el terreno académico para ser comercializada y llegar, en mi campo, a millones de pacientes».
Su próximo objetivo personal es utilizar «la experiencia de más de 20 años construyendo puentes de colaboración con mi querido país de origen» para expandir su proyecto Global CoCreation Lab (GCL), «una plataforma concentradora de recursos y procesos, que en colaboración con la industria, permite avanzar proyectos del laboratorio al mercado con más rapidez», explica Balcells. «Es fascinante ver cómo nuestra hipótesis va ganando adeptos y colaboradores en muchas partes del globo, algo imposible de realizar sin la voluntad y la pasión de muchas personas de disciplinas diferentes».
-¿Cómo ve el futuro?
-Soy muy optimista. Veo un futuro donde nuestra vivienda no sólo nos dé cobijo, sino que nos mantenga sanos y nos evite tener que ir al hospital cuando enfermemos. Donde la sociedad se involucre y participe en la investigación, que siente suya y personal, porque soluciona problemas reales de su comunidad. Veo un futuro con muchas niñas y diversidad que lideran cambios estructurales que hará este mundo más humano, más justo, más inclusivo y más limpio. Lo veo cada día y por eso salto de la cama cada mañana con tanta energía. Veo un mundo sin fronteras, con proyectos globales, con talento y cultura.
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