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La investigación también sabe reírse de sí misma. Con evidencias palpables. Desde hace 29 años, la revista de humor (científico, por supuesto) 'Annals of Improbable Research' (Anales de la Investigación Improbable) premia a esos proyectos absurdos, sorprendentes y un poco locos que investigadores de todo ... el mundo hacen en sus laboratorios. Son los Ig Nobel, galardones que se entregan en la Universidad de Harvard para «celebrar lo inusual, homenajear a la imaginación y alentar el interés de las personas en la ciencia, la medicina y la tecnología».
La gala es también lo más parecido a una antigala. Se tiran avioncitos de papel desde el escenario, el premio consiste en un vaso con un cepillo de dientes y 10 billones de dólares de Zimbabue (al cambio, casi nada) que suele entregar un ganador del Nobel, que también participa del juego. Richard Roberts, químico premiado en 1993, le dio su trofeo a Shiguru Watanabe con un sombrero de la bandera británica más propio de Wembley que de Harvard. El científico japonés había liderado un estudio para saber cuál es la cantidad de saliva que puede producir un niño de cinco años en una sola jornada (500 mililitros de babas). El científico tenía 60 segundos para dar las gracias. Si se pasaba del tiempo, podía ser interrumpido -como el resto de los premiados- por una niña de ocho años que repetía hasta que se callaran «por favor, para; estoy aburrida».
Más premios. El iraní Iman Farahbakhsh ganó en la categoría para ingenieros con una máquina que cambia automáticamente los pañales a los bebés, que fue patentada el año pasado en Estados Unidos. No obstante su aspecto de 'lavadora' puede desanimar a los primerizos si al final sale a la venta. Roger Mieusset, Louis Boujan y Bourras Bengoudifa, de la Universidad de Toulouse, se llevaron a Francia el mayor reconocimiento en anatomía por su estudio sobre la asimetría en temperatura del escroto en carteros desnudos y vestidos del país vecino. Está más caliente el lado izquierdo.
También se premió al dinero en la ceremonia científica más gamberra. El equipo formado por el turco Habip Gedik y los neerlandeses Timothy y Andreas Voss se alzaron con el triunfo en Economía por su análisis de uno de los elementos más intercambiados del mundo: los billetes. Llegaron a la conclusión que son una gran fuente de transmisión de bacterias.
Otro de los galardones más ovacionados fue el que consiguió Silvano Gallus, del Instituto Mario Negri de Milán. Durante años, su equipo de investigación analizó la pizza. Y llegó a la conclusión de que solo la que está hecha en Italia con productos de la tierra tiene cualidades beneficiosas para la salud. El Ig Nobel de la Paz fue a parar para un estudio que analizó el placer de rascarse un picazón y el de Educación Médica para Karen Pryor, por proponer que los cirujanos ortopédicos copiaran su sistema de entrenamiento de perros. Ideas y 'locuras' que demuestran que la ciencia tiene sentido del humor.
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