Lo que cuesta publicar en Nature
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Se tarda más de un año, se debe revisar varias veces por especialistas y hay que pagar un mínimo de 5.000 euros«Publica o muere». Es el descarnado principio que rige en el mundo de la ciencia. Para que los investigadores puedan acceder a becas, proyectos de investigación, lograr un puesto fijo en la universidad o conseguir una cátedra, el principal requisito que se exige son ... las publicaciones científicas. «La presión por publicar existe, especialmente al principio de tu carrera, cuando buscas una posición estable», confirma el astrofísico de la UPV/EHU Agustín Sánchez Lavega, que cuenta con 280 publicaciones en sus 40 años de carrera. Aunque el número sigue siendo el factor principal, el cualitativo también cuenta. No es lo mismo publicar en una revista desconocida que en otras prestigiosas, especializadas y de alcance mundial como Nature o Science.
El proceso para publicar en uno de estos gigantes es largo, complicado y caro. Puede llegar a costar 5.000 euros y el doble para que sea gratis su lectura. Iker Rivas-González lo sabe bien. Su experiencia es muy reciente. El pasado 2 de junio este investigador vasco de 26 años logró el hito de publicar un artículo en Science. «Había pasado año y medio desde que mi tutor envió el artículo a los editores de la revista», recuerda. Su trabajo ahonda en el momento en que los chimpancés y nuestros ancestros se separaron en el árbol evolutivo, explica desde la Universidad de Aarhus, en Dinamarca.
Este primer paso, el del envío del trabajo, no garantiza nada. «Solo el 5% de los que se mandan alcanzan la siguiente fase, la de llegar a los revisores», explica Sánchez Lavega, que ha logrado cuatro portadas en Nature y «unos cuantos artículos» en Science. «No es porque no tengan calidad. Se guían más por un criterio de interés. Además, hay una gran competencia».
Iker pasó esa primera criba y logró el visto bueno de los editores. Son estos los que mandan el trabajo a los revisores. Es lo que se denomina 'revisión por pares' ('peer to peer', en inglés). Y es esta supervisión la que debe garantizar la calidad del trabajo, la que marca la diferencia entre las revistas de calidad -las de 'impact factor'-, y las 'predatory journals', «'revichuelas' sin revisión por pares que aceptan todo y cobran tasas de publicación», explica el joven científico. Es gracias a estas y a firmar artículos en los que no han participado la fórmula a la que recurren algunos investigadores sin demasiados escrúpulos para inflar sus currículum; llegan hasta el punto de 'publicar' una media de un artículo cada dos días durante un año, una cifra inexplicable a ojos de los científicos.
«Es absurdo», coinciden los dos investigadores y corrobora Javier del Ser, profesor de Inteligencia Artificial en Tecnalia, que cuenta con 290 publicaciones. «Vivo completamente dedicado a esto y sé que es imposible», insiste. «Se hacen favores para aumentar el número de publicaciones. En mi caso, solo firmo cuando redacto o diseño al menos una parte y lo reviso todo», confirma Guillermo Quindós, catedrático de Microbiología de la UPV/EHU, con más de 200 publicaciones en su haber.
Los revisores son especialistas en el área sobre la que trata el artículo presentado. Trabajan gratis y, en principio, son anónimos. «En mi caso fueron tres», explica Iker. Es lo que se llama revisión a ciegas porque el autor o autores del trabajo desconocen quiénes lo revisan. El objetivo es asegurar la imparcialidad. «En algún caso, cuando son temas muy especializados, se pueden sugerir algunos revisores, pero no tienen por qué hacerte caso. Y jamás te dicen a quién se lo envían», subraya el astrofísico de la UPV/EHU.
La labor de estos es revisar el trabajo y sugerir cambios si consideran que son necesarios. «Tienen unos dos meses para hacerlo. A mí me pidieron reescribir algunas frases», recuerda el joven investigador vitoriano. Es un trabajo arduo y voluntario. Por eso se rechaza cada vez más», afirma Sánchez Lavega, que lo ha hecho varias veces.
Una vez hechas las correcciones, el 'paper' vuelve a manos del editor, que lo valida y finalmente publica. Pero antes hay que pagar. Y no es barato en medios como Nature y Science: unos 5.000 euros e incluso 9.500 si se quiere que sea de acceso abierto, es decir, que se pueda leer gratis. Según las clasificaciones internacionales de impacto, 'Nature' ocupa el primer lugar en influencia, seguida de cerca por Science.
La primera publicó su primer número en 1869 y cuenta con otras revistas en las que da cabida a trabajos más especializados. En sus páginas se publicó, por ejemplo, la estructura en doble hélice del ADN en 1953, el agujero en la capa de ozono en 1985 o la clonación de la oveja Dolly en 1997.
Science nació en 1880 con el soporte económico del famoso inventor Thomas Edison y más tarde, el de Alexander Graham Bell, el inventor del teléfono. Albert Einstein y el astrónomo Edwin Hubble han publicado importantes trabajos en alguno de sus números. Ambas revistas especializadas recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 2007.
Iker Rivas-González ha publicado su primer artículo en una revista científica de prestigio con solo 26 años. «Al principio no me lo creía. Porque en cualquier momento te pueden decir que no», cuenta este vitoriano que emigró a Dinamarca en 2017. «Cuando nos dieron la noticia, abrimos una botella de champán», recuerda y otorga parte del mérito a su tutor: «Me apoyó mucho».
Iker estudiaba Bioquímica y Biología Molecular en la Universidad del País Vasco cuando se fue de Erasmus al norte de Europa. «Me gustan los países nórdicos. Su forma de enseñar, su modo de vida tranquilo, la seguridad...». Se instaló en la universidad de Aarhus, donde estudió un máster en Bioinformática, «una combinación de matemáticas y biología». ¿Su siguiente destino? Alemania.
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