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Borja Robert
Miércoles, 14 de septiembre 2016, 02:00
Ningún yacimiento arqueológico o paleontológico del mundo se puede comparar a los de la Sierra de Atapuerca, en Burgos. Ningún lugar del mundo ha ofrecido a la humanidad más detalles y explicaciones sobre su pasado remoto, cuando sus antepasados ya no eran monos, pero tampoco ... humanos modernos. Desde hace más de tres décadas, Juan Luis Arsuaga, codirector del Equipo de Investigación de Atapuerca, y sus compañeros compaginan unas pocas semanas de excavaciones al año con varios meses de catalogación y análisis de los nuevos hallazgos. Cada curso, sin excepción, sus descubrimientos se publican en las revistas científicas más importantes del mundo.
Es uno de los mayores expertos del mundo en evolución humana, una especialidad que contempla los últimos siete millones de años. E incluso con esta perspectiva, cree que los que están vivos en la actualidad han sido testigos, la mayoría sin darse cuenta, de uno de los hitos fundamentales de la historia de la especie: el Homo sapiens, afirma, se ha hecho mayor de edad. «Por primera vez, tenemos el control tanto de nuestra propia evolución como de la del resto de las especies», aseguró ayer en un encuentro con este periódico. «Hemos asistido a un acontecimiento excepcional. Después de casi 4.000 millones de años de vida en la Tierra y su evolución, ha aparecido una especie capaz de tomar el control de su futuro». Se refiere así a las últimas técnicas de edición genética, como Crispr-Cas9, que permiten alterar a voluntad el ADN de cualquier organismo con una facilidad pasmosa.
«No sé lo que haremos con esta capacidad, igual que tampoco sé qué haremos con el planeta, pero sí sé que a partir de ahora lo que ocurra está en nuestras manos. Por eso marca la mayoría de edad, la entrada en la edad adulta de la especie humana. Ahora somos responsables de nuestra propia evolución, tanto para lo bueno como para lo malo», afirmó Arsuaga, que aunque está en plena época de excavaciones, ayer acudió a un simposio en la Fundación Ramón Areces sobre el origen evolutivo de la cara humana. «Hasta me he puesto chaqueta», recalcó.
¿Qué tiene la cara humana que merezca saltarse un día de excavaciones? «Es la parte peor conocida de la evolución porque es muy frágil y lo que peor se conserva», apuntó Arsuaga. «También es donde residen los sentidos y el aparato masticador, lo primero que miramos cuando vemos a otro humano, y, además, es que la cara habla. Tenemos razones de sobra para estudiarla».
Registro fósil
Pese a esta fragilidad, explicó, ya se han encontrado restos que permiten rastrear los cambios en el rostro desde el antepasado común entre los chimpancés y los humanos, que vivió hace unos siete millones de años, hasta la actualidad. Desde aquella época hasta los tiempos modernos, recalcó Arsuaga, todavía existen huecos importantes en el registro fósil, pero los hallazgos ya realizados pintan un dibujo bastante claro.
«Es una de las cosas que me preocupan de la socialización de la divulgación. A fuerza de decir tantas veces que un descubrimiento lo cambia todo podemos provocar que el público no nos crea, o que piense que no tenemos un conocimiento sólido», afirmó el paleoantropólogo. «Muy pocos descubrimientos cambian aspectos fundamentales de lo que ya se sabía. En realidad, lo que hacemos es más parecido a acumular información que a sustituir una por otra».
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