Sonia Fernández-Vidal, con un ejemplar de 'El universo en tus manos'.

Un universo de cuento

La escritora Sonia Fernández-Vidal y la ilustradora Pilarín Bayés azuzan la curiosidad científica de las familias y los niños

Daniel Roldán

Sábado, 16 de enero 2016, 08:49

Por Carl Sagan. Podía ser el brindis de cualquier cena de apasionados de la ciencia que quisieran rendir tributo al astrofísico y cosmólogo que entendió que era necesario divulgar la ciencia para que los más jóvenes comenzaran a sentir pasión por lo que había -o ... no hay- más allá del planeta Tierra. Su libro Cosmos sirvió para mover las conciencias de muchos jóvenes como Sonia Fernández-Vidal (Barcelona, 1978), que descubrieron que querían ser como Sagan. En ese camino se introdujo con La puerta de los tres cerrojos y Quantic Love, dirigidos a un público entre infantil y adolescente. Ahora quiere que los más pequeños también descubran ese mundo a veces tan abrupto para la mayoría de la sociedad. «Es una invitación para que las familias, no solo los más pequeños, emprendan un viaje», comenta la divulgadora.

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Esa aventura por la ciencia se llama El universo en tus manos (La Galera), un libro de apenas cien páginas ilustrado por Pilarín Bayés, que a sus 74 años todavía mantiene la misma curiosidad de una niña. «Lo preguntaba todo y quería saberlo todo. Si Newton hacia esto o aquello; que dónde estaba. Pilarín es muy precisa. Por ejemplo, me preguntó cuál era la ciudad en la que vivía Galileo cuando usó el telescopio, para recrear esa ciudad concretamente», recuerda Fernández-Vidal.

El libro, trufado de dibujos de la veterana ilustradora desde la primera página hasta la última, está protagonizado por Eva, una pequeña a la que no se le ocurre otra cosa que perseguir a su abuelo Leonardo, que se ha caído en una máquina del tiempo inventada por él mismo. Ese camino comienza con Sagan, que enseñará a la pequeña qué es el sistema solar y concluye también con el astrofísico estadounidense y su calendario cósmico. Por el medio, Eva viajará por el tiempo para conocer a los primeros grandes investigadores egipcios y griegos, hasta Newton o más contemporáneos.

Pero muchos se quedaron fuera, como Marie Curie, Richard Feynman o Murray Gell-Mann, «que nos podía haber explicado un poco la física de partículas». Pero la doctora en Óptica e Información Cuántica por la Universidad Autónoma de Barcelona tuvo que escoger y atarse a a la dictadura limitada del libro. «Lo más complicado ha sido reducir todo en el espacio. Muchos conceptos se quedaron en el tintero, ya que tuve que filtrar los textos como un perfume hasta encontrar la esencia para poder contarlo de la manera más sencilla», explica la divulgadora. Esa esencia llegaba a Bayés, que, no obstante, exigía más datos para poder dibujar. «No quería que hubiese ningún detalle al azar», señala.

Marginación

La relación entre las dos autoras comenzó con un amigo común y una cita para un almuerzo que se prolongó gracias a la «química» que había entre las dos. Fernández-Vidal escribió primero el texto mucho más denso; y, como si fuera una conferencia, le explicó con un proyector a Pilarín qué quería decir y cómo se representaba. Pero hay cosas que no se pueden recrear en una pared. «Como un agujero negro. Un agujero negro supermasivo en medio de la vía láctea. Le expliqué a Pilarín que nadie puede saber cómo es pero que lo sabrán después de que ella lo dibujara», sostiene la autora, que con El universo en las manos ha querido introducirse en la literatura para los más pequeños.

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«Tenía muchas ganas de hacer un libro para niños más pequeños que en los libros anteriores. Quería despertar la consciencia para que empiecen a a explorar las cosas grandes, que sepan que este planeta que nos parece tan grande es un pequeño grano en el universo», explica Fernández-Vidal. «Las familias debe desarrollar la identidad de los niños. No hay nada más bonito que aprender en familia, que los abuelos se lo lean a los nietos y que los padres aprendan cosas que desconocen, como que cada año la Luna se aleja 3,8 centímetros hasta que habrá un día que nos abandone».

Otro objetivo es darle a la ciencia el puesto que merece. «La ciencia está bastante marginada de toda la cultura que hay en nuestro país. Se consume mucha más ciencia en otros países y no es por falta de científicos. En nuestro país hay científicos y centros de investigación brillantes. Pero todavía los científicos están cerrados en esa torre de marfil o parece que la sociedad deja a los científicos hacer sus cábalas encerrados. Por eso es importante abrir esas grandes murallas», explica la divulgadora barcelonesa.

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