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Antonio Paniagua
Sábado, 20 de junio 2015, 07:57
El sexo en el reino animal es variopinto y apasionante. Lo sabe muy bien Jules Howard, divulgador de la BBC y columnista de 'The Guardian'. El zoólogo británico se ha dedicado a estudiar el apareamiento animal procurando alejarse de la visión antropomórfica. Y nada escapa a su curiosidad. Analiza el comportamiento de erizos, ranas, perros, patos, caballos e incluso arañas de jardín. El resultado es 'Sexo en la tierra' (Blackie books), un divertido y fascinante ensayo en el que el experto explica mil y una maneras de cópula animal.
El especialista revela cosas sorprendentes, como que las luciérnagas macho intentan fornicar con farolas en vez de con las hembras. Y es que la luz eléctrica les parece más estimulante que la que emiten sus congéneres. Para los que creen que los seres humanos somos únicos, la lectura del libro de Howard puede suponer un jarro de agua fría. No en vano, la postura del misionero no es privativa del hombre. También los bonobos, conocidos como chimpancés pigmeos, se ven las caras en el ayuntamiento carnal. No solo eso, se dan besos con lengua. Por añadidura, los bonobos son extremadamente promiscuos y muy juguetones. Así, algunos han sido vistos, colgados de los árboles, practicando la esgrima con sus penes respectivos. En estos simios la represión sexual es una filfa, como lo demuestra el hecho de que todos, tanto machos adolescentes como hembras adultas, se masturban sin remilgos, ya sea en soledad o en grupo.
Pero no todo es frenesí. El rotífero bdeloideo, una especie microscópica presente en los bebederos de pájaros y canalones de los tejados, es el exponente de la perseverancia en la castidad. Estos bichitos, que en días secos se suelen pegar a la suela de los zapatos cuando se pasea por el bosque, llevan 40 millones de años de abstinencia. En esta especie no hay machos y las hembras se reproducen por partenogénesis.
«El sexo es lo que nos ha dado forma a todos, a todo lo que somos, en mayor o menor medida. Está en nuestros huesos, en nuestro comportamiento, en nuestras plumas y rostros, tanto si nos gusta como si no», argumenta el zoólogo. Howard quiso deshacer entuertos y esclarecer la conducta sexual animal por una cuestión de justicia. Le sublevaba la tesis de que los osos panda son unos inadaptados sexuales. Sus dificultades de procreación en los zoológicos llevó a algunos a verlos poco menos que como unos animales frígidos y mojigatos. «Lejos de estar confusos y sexualmente lobotomizados, lo más probable es que los pandas no sean unos negados en el catre, sino todo lo contrario; al menos en libertad y lejos del ser humano», sostiene el divulgador. De hecho, la densidad de los espermatozoides de los pandas macho es 20 veces mayor que la de otros osos, lo que refuta la tesis de su escasa idoneidad sexual.
Competencia feroz
La competencia sexual entre machos a veces es feroz. Ocurre mucho con los azulones, un tipo de patos cuyas hembras disponen de un original sistema para evitar violaciones, o, dicho de manera más científica, «copulaciones forzadas». La 'vagina' de las hembras -oviducto interior- consiste en un conducto larguísimo y en forma de espiral, tan intricado y lleno de trampas que repele los 'penes' indeseados. Así, esta suerte de tirabuzón, que gira en sentido contrario a las agujas de reloj, ralentiza la expansión del aparato genital del macho, de manera que cuando eyacula, el esperma se queda en los recovecos y no accede al interior del laberinto.
Y a todo esto, ¿hay amor entre animales o todo se reduce a simple coyunda? La mera idea del amor incomoda a los científicos del reino animal. Quizá lo más parecido a este sentimiento lo experimenten las grajillas, aves monógamas cuya fidelidad llega hasta el final de sus días. Construyen nidos, crían nidadas de polluelos, buscan comida juntos y juntos se acurrucan en los meses mas fríos.
Todo lo contrario que los defines mulares, de gustos variados y que hacen a pelo y lana. Son heteros y homos, pero no se quedan ahí: los machos buscan el contacto sexual con tortugas, anguilas, tiburones y, por qué no, submarinistas.
Homosexualidad
La homosexualidad no humana suscita encendidos debates entre los científicos, pues se enfrenta a la teoría darwiniana, que coloca la reproducción en el centro de la motivación sexual. Se invocan varias tesis en este sentido. Como en el caso de los bonobos y quizá de los perros, la homosexualidad «puede conllevar ventajas, como mejorar el estatus social o sellar alianzas, ventajas que aumentan las posibilidades de una reproducción 'exitosa' más adelante», dice Howard.
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