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En el único orfanato de Shanghái solo quedan niños con discapacidad física o mental. Zigor Aldama
China prohíbe las adopciones internacionales y retrasa la jubilación: así afronta sus nuevos retos el gigante asiático

China prohíbe las adopciones internacionales y retrasa la jubilación: así afronta sus nuevos retos el gigante asiático

Las dos medidas tomadas este mes por el Gobierno ponen el foco en los grandes retos a los que se enfrenta la sociedad china en plena ralentización económica

Lunes, 30 de septiembre 2024, 00:06

El éxito de China tiene dos caras. Por un lado, el gigante asiático ha logrado sacar de la extrema pobreza a más de 800 millones de personas en un tiempo récord, ha incrementado a velocidad sin precedentes el bienestar del resto y se ha convertido en la segunda potencia mundial, la única capaz de hacer frente a la hegemonía económica y tecnológica de Estados Unidos. Pero, por otro lado, ha envejecido más rápido de lo esperado debido al rápido crecimiento de la esperanza de vida y, producto de un nuevo estilo de vida y del acceso de la mujer al mercado laboral, también por una caída de la natalidad que no parece tener fondo.

De forma paralela, consciente de que su legitimidad al frente del país depende de continuar fortaleciendo el estado de bienestar, el Partido Comunista ha ido introduciendo medidas destinadas a crear un colchón social más mullido, incrementando las coberturas de la seguriad social y las pírricas cuantías de las pensiones. También decidió acabar con la política del hijo único y ya permite a las parejas tener tres vástagos.

El problema es que ya no quieren. El número de nacimientos marca nuevos mínimos un año tras otro, porque los jóvenes chinos se enfrenta a los mismos problemas que en cualquier otro país desarrollado: desde el acceso a la vivienda, una de las más caras del mundo si se calcula en relación a los salarios, hasta el cuidado de personas dependientes. Y lo hacen con varios hándicaps: la política de natalidad aprobada en la década de 1980 ha creado una generación de hijos únicos sobre la que recae el cuidado de padres y abuelos sin apenas apoyo del Estado. 300 millones de chinos tienen ya 60 años -un 21,1% de la población-, lo cual hace que el Banco Mundial considere a la china una sociedad 'superenvejecida'. Si la tendencia se mantiene, en 2050 ese número superará los 500 millones.

Pensiones insostenibles

El sistema funciona, más o menos, en tiempos de gran bonanza económica. Pero hace años que China dejó atrás las tasas de crecimiento de dos dígitos, y ahora se enfrenta a un aterrizaje que el Gobierno considera suave pero que está dejando importantes turbulencias: el sector inmobiliario se tambalea, la industria se instala en un exceso de producción continuo, el consumo interno cae, sube la deuda en todas sus variantes y la confianza comienza a erosionarse.

Dos mujeres mayores caminan por Shanghái. Zigor Aldama

No hay fórmulas mágicas para mantener el país a flote a la vez que se mejoran los servicios que el Estado ofrece a sus ciudadanos. Solo una poco agradable: subir los impuestos. Sin hacerlo de forma nominal, China ya ha comenzado a implementar reformas destinadas a aflorar su gigantesca economía sumergida -sobre todo en internet- para darle un bocado fiscal y dejar de ser uno de los países que recaudan menor porcentaje de impuestos.

9,02 millones

de bebés nacieron el año pasado, un mínimo récord. La población total cayó en algo más de 2 millones.

Pero ni siquiera eso es suficiente. El sistema de pensiones, como sucede en muchos otros lugares, no es sostenible. La Academia China de Ciencias Sociales calcula que, tal y como está diseñado, entrará en bancarrota en 2035. Por eso, la semana pasada el legislativo decidió tomar una decisión tan necesaria como impopular: retrasar la edad de jubilación hasta en cinco años. Hombres y mujeres en trabajos no industriales o agrícolas podrán acceder a una pensión a los 63 y 58 años respectivamente -tres más que antes-, mientras que aquellos empleados en labores con un elevado desgaste físico podrán hacerlo a los 60 y 55 años respectivamente -una subida de cinco años-. De forma paralela, el tiempo mínimo de cotización para recibir una pensión se irá alargando paulatinamente de los quince años actuales a veinte.

«Cuando nací decían que éramos demasiados. Cuando di a luz, que eramos muy pocos. Cuando quise trabajar, dijeron que era demasiado mayor, y cuando quiera jubilarme dirán que soy demasiado joven»

Pueden parecer edades tempranas, pero no están tan alejadas de las de Corea del Sur -63- o Japón -65-, y, como temen muchos internautas chinos, todo apunta a que es solo el primero -no se hacía desde 1979- de los muchos retrasos que se irán aprobando en el futuro. «Cada vez somos más como los europeos, con la diferencia de que no tenemos los beneficios sociales de los que gozan ellos», criticaba un usuario de Weibo, el Twitter chino. «Ahora que el paro juvenil está en máximos, esto solo puede complicar aún más la situación de quienes entran en el mercado laboral», coincidía otro.

«Si queremos mejores pensiones, habrá que trabajar más tiempo. Magia no se puede hacer», le respondía una más comprensible. Pero quizá, el mejor resumen es el que hacía otra internauta: «Cuando nací decían que éramos demasiados. Cuando di a luz, que eramos muy pocos. Cuando quise trabajar, dijeron que era demasiado mayor, y cuando quiera jubilarme dirán que soy demasiado joven».

Adiós a las adopciones

Con esta medida, las Autoridades también pretenden dar solución, aunque sea temporalmente, a otro problema asociado: la caída del número de habitantes en edad de trabajar, que durante la última década se ha reducido ya en 40 millones. Si la tasa de fertilidad se mantiene en el 1,3 actual -se calcula que debe ser de un promedio de 2,1 hijos por mujer para mantener la población-, China podría pasar de 1.400 millones de habitantes a menos de 800 millones a finales de siglo. Pocos y viejos.

Jubilados chinos montan una timba en Shanghái. Zigor Aldama

Eso explica también otra de las decisiones más chocantes que ha tomado China en los últimos meses: prohibir las adopciones internacionales. El veto lo adelantó Estados Unidos a principios de mes y lo confirmaron las autoridades chinas el pasado día 6. Se pone fin así a tres décadas en las que el mundo ha adoptado más de 160.000 bebés y niños chinos, de los que una mitad ha acabado en la superpotencia americana. En España, desde 1995 se han producido en torno a 18.000 de esas adopciones.

Debido a las restricciones a la natalidad y a una predilección por los varones, la mayoría fueron mujeres. Supervivientes de las aborrecibles campañas de abortos forzosos e infanticidios que plagaron el país sobre todo en las décadas de 1980 y 1990. En cualquier caso, su número se había reducido ya considerablemente en los últimos años –en 2023 solo cuatro familias españolas adoptaron en China– gracias al vuelco que han impulsado el creciente bienestar y el auge del estatus social de la mujer.

Antes de la pandemia, este periodista visitó el único orfanato de Shanghái y sus funcionarios reconocieron que apenas se abandonan bebés, y la principal razón de quienes aún lo hacen es la discapacidad mental o física de un bebé cuya adopción es mucho más complicada.

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