Carla Antonelli, en la sede de su editorial. Virginia Carrasco

Carla Antonelli

Senadora y activista trans
«Después de una paliza, la policía te decía: 'Y ahora me denuncias, maricón'»

Esta política publica sus memorias en las que describe su particular lucha por la vida, desde los años de miseria a su reconocimiento social

Sábado, 16 de marzo 2024, 00:35

 Carla Antonelli (Güímar, 1959) ha sido la primera transexual en ocupar un escaño en el Senado. Ahora en las filas de Sumar, se dio de baja del PSOE en 2022 a causa de los retrasos en la tramitación de la ley trans. Repuesta ya ... de los broncoespasmos y un principio de neumonía que casi la envían al otro barrio, acaba de publicar sus memorias, 'La mujer volcán' (Plaza y Janés'), con la ayuda del escritor Marcos Dosantos. Ha pasado hambre y días sin poder ducharse, pero ha vencido todas las adversidades. Si EE UU tiene su Stonewall, España tiene a Carla. 

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–¿Se identifica con el título del libro, 'Mujer volcán'?

–No fue cosa mía, se empezaron a barajar muchos títulos. No me gustaba del todo porque supone hablar bien de mí misma, pero luego lo he hecho mío. Todo el libro está impregnado, metafóricamente, de la figura del volcán, con todo lo que ella implica: la lava, el magma, el basalto… Normalmente, soy un océano de tranquilidad y una persona conciliadora, lo que no quita para que sea pasional. Tengo las erupciones propias de la gente tranquila, y esas son krakatoas. Como dice el refrán, del agua mansa líbreme Dios, que de la brava me libraré yo.

–No se libró de las pedradas de otros niños ni del desprecio de la gente. ¿Cómo logró sobrevivir?

–El asedio me producía dolor, una sensación de incomprendida. Era completamente tartamuda y me curé sola. No podía decir una palabra detrás de otra; antes de hablar tenía que ensayar. Así conseguí hablar de manera fluida. Aún de vez en cuando se me nota, pero lo disimulo. Posiblemente todo eso venga de ese encierro que sufría de pequeña.

–Debutó sexualmente de forma precoz, aunque quizá la manera más grata de iniciación fue la literaria, cuando descubrió el sexo con la lectura de García Márquez.

–Leía todo lo que caía en mis manos. Con 'Cien años de soledad' me quedé alucinando en colores, no comprendía que con la censura de entonces pudiera circular un libro como ese.

«He aprendido de las depresiones, he caído al fondo y he sabido salir. Hubo múltiples abismos»

 

 

–Asegura que su primera experiencia sexual fue con un señor «ramplón» y «anodino».

–Había chavales de mi edad que me atraían, pero me enfrentaba a un riesgo absoluto si me relacionaba con ellos, al peligro de que eso se acabara conociendo, así que no me atreví. Le dije sí a ese señor. Entonces, con 14 años, no podía pensar lo que pienso hoy con 64, es ridículo. Visto hoy, ese señor era un pedófilo.

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 –Para un peninsular resulta asombroso saber que su familia tenía un camello que empleaban en labores agrícolas.

–El camello, que murió pronto, lo recuerdo desde pequeñita. Lo teníamos en una finca y debía de haber pertenecido durante muchos años a la familia. En casa teníamos además una mula, vacas y cerdos.

–Muchas transexuales de su época acabaron muriendo por las drogas y el sida. ¿Cómo se salvó usted de ese infierno?

–Cuando yo tenía 17 años, la gente que tenía 30 o 40 estaba en una situación terrible. Habían sucumbido y estaban acabadas, calvas, con muchísimos problemas y trastornos. Siempre tuve claro que mi futuro no podía ser ese, debía salir adelante. Entonces no tenía un planteamiento político ni activista. Aunque en agosto de 1977 un periódico de Las Palmas hizo un reportaje del espectáculo en que trabajaba entonces y terminé diciendo que había que votar al Partido Socialista. Y de hecho, en el pie de foto se leía: «Carla, travesti politizado». A mí me salvó la resiliencia. La primera vez que leí sobre esa palabra, me dije, coño, si yo pensaba que había inventado esto, y ya estaba inventado.

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–¿Se considera una mujer fuerte?

–He aprendido a ser fuerte. He aprendido de las depresiones, he caído al fondo y he sabido salir. Hubo múltiples abismos donde podía haberme derrumbado. En 2020, cuando salió el argumentario del PSOE en contra de la teoría queer y lo que armó Carmen Calvo, me pasé un mes llorando. Hasta que un día me miré y me dije: ni una lágrima más. Guerra, guerra y guerra.

«He pasado hambre Pero la necesidad es una lección de humildad. Me decía: camina o revienta»

 

 

–En el 77 se hablaba mucho de amnistía, pero al final se beneficiaron los presos políticos, pero no los afectados por la ley de Peligrosidad Social.

–Había una parte importantísima de la izquierda que consideraba que lo nuestro no era amnistiable. Para ellos lo nuestro era vicio y degeneración. Llegar a la conciencia actual ha sido un proceso lento. No es cierto del todo decir que la homosexualidad y la transexualidad se despenalizaran en 1979, porque se nos siguió encarcelando por escándalo público, figura que no se derogó hasta 1988. En las redadas de la Castellana de Madrid, quienes iban a la cárcel eran las prostitutas trans, no otras. Aún recuerdo la detención y la paliza que les dieron a dos lesbianas que iban paseando por la calle de la mano. Así se hizo porque estaba vigente el delito de escándalo público.

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–A propósito de las palizas, supongo que no tendrá buen recuerdo de la policía de aquella época.

–No, de la de aquel momento no. Después de la paliza te decían: «y ahora me denuncias, maricón». Los policías venían del tardofranquismo, que era casi tan duro como la dictadura,

–¿Cómo se lo tomaron sus padres?

–Mi padre nunca lo supo. Si se lo llegan a decir le matan. Mi madre tuvo una evolución importante. No entendía nada, pero a su manera, nunca me abandonó, siempre estuvo ahí. Por supuesto hubo muchas discusiones y encontronazos. Mi sobrina me contó que le había dicho que me pidiera perdón. No quiero emocionarme. Cuando se le iba escapando la vida, le pregunté: «¿sabes quién soy?». «Carla, Carlota», me dijo. «Hay cosas que cuesta mucho entender», continuó. Hay madres que repudian a sus hijos, la mía nunca rompió el vínculo conmigo.

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Carla Antonelli ha roto muchos techos de cristal con que se topan los trans. Virginia Carrasco

–Cuenta que se administró hormonas sin ningún tipo de control médico.

–Ay, parece que este país no se ha enterado de que las personas trans nos hemos estado automedicando desde los años 70. Ahora que podemos ir al médico para que nos receten y lleven un control es cuando se preocupan por nuestra salud. No lo hicieron cuando podíamos sufrir trombosis o que experimentar un aumento de la prolactina. Hemos puesto en riesgo nuestra salud porque era mucho más importante vivir nuestras vidas como queríamos. Es un camino hacia adelante, obligado. Incluso en los países donde nos ahorcan y lapidan, aun así seguimos siendo quienes somos.

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–¿Ha pasado hambre?

–Sí, pasé hambre, claro. Casi más en Madrid que en Las Palmas. Pero al final la necesidad es una lección de vida y de humildad. Como decía el Lute, camina o revienta.

–¿Hay una misoginia gay?

–¿Hay gais que son misóginos? Sí, como hay mujeres que pueden ser misóginas. ¿Hay gais que son tránsfobos? Sí, ¿pero los gais son tránsfobos? No. En el colectivo LGTBI, los gais han salido a dar la cara por la T de trans. Ahora varios medios de comunicación aseguran que una treintena de miembros de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado podrían haber cambiado su sexo registral en Ceuta para obtener beneficios. Los medios exponen a quienes hacen fraude de ley, pero no lleva al resto del colectivo. Una tele sale con un titular de fondo que dice: 'transexuales bajo sospecha', y señalan a todos. Se nos está estigmatizando. Es una vergüenza.

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–¿Y en el Senado la respetan?

–Sí, sí. Y en la Asamblea de Madrid me costó, pero también me respetaron. Hace una semana ingresé en la UCI con broncoespasmos, principio de neumonía y una bacteria. Recibí muestras de cariño y afecto de todos los grupos parlamentarios, desde el propio presidente del Senado hasta incluso un diputado de Vox.

–¿Y qué tal le ha ido en el amor?

–Ha habido de todo. Con uno sufrí violencia machista. Llega un momento que hay una anulación completa y un ser vampírico te controla. Donde si un día te levantan la mano, tú ya no estás capacitada porque estás anulada. Lo cuento porque hay un negacionismo antitrans, alguna gente cree por ser mujer trans no nos matan. Pero cuando tienes un cuchillo en el cuello, tienes que implorar por tu vida.

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