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ESTHER BENGOECHEA
Martes, 15 de noviembre 2022, 10:25
Un grito de ayuda que ha viajado desde Bélgica hasta Palencia. Una llamada de auxilio plasmada en un papel A4 y doblada en cuatro, que presumiblemente ha llegado desde la cárcel de Andenne escondida en una bolsa de dulces navideños hasta el supermercado Aldi de ... la capital. «Me permito escribirle porque tengo un procedimiento abierto con un tribunal por octava vez». Así arranca la carta escrita a ordenador, sin nombre, pero con fecha añadida a bolígrafo: 11 de octubre de 2022.
El surtido de chuches incluía galletas, gominolas y hasta nubes. Todo ello dentro de una bolsa de plástico pintada en los laterales y con forma de árbol de Navidad –completamente sellada–. «Fui consciente de que había un papel dentro cuando abrí la bolsa del todo para coger los últimos dulces», afirma Yolanda Rodríguez, quien compró la bolsa para su hijo Pedro. Al principio, pensó que el papel era un catálogo con las chuches que incluía el paquete o incluso una felicitación navideña, pero pronto se dio cuenta de que no era así, de que tenía en sus manos un mensaje de socorro escrito en francés.
«Somos 3.000 detenidos los que queremos ser repatriados», reclama el preso, que cumple su condena en la cárcel de Andenne. «Todas nuestras solicitudes son rechazadas por el T.A.P. (Tribunal de Aplicación de Penas)», incide para posteriormente pedir ayuda: «Por favor, compartid en las redes sociales».
Cómo llegó esa carta hasta las manos de Yolanda y de Pedro en Palencia desde una de las tres prisiones más importantes de la Región Valona de Bélgica es toda una incógnita. En el supermercado no tienen constancia de que hayan aparecido más mensajes escondidos en las bolsas con forma de árbol, de gorro de Papá Noel o de cabeza de reno.
La empresa que envasa estos dulces (todos los productos están empaquetados individualmente) es Candy Pack Belgium, una firma mayorista de confitería. Muchos emprendedores externos ofrecen trabajo en Bélgica a los recluidos en Andenne en los talleres de producción que tiene la propia prisión. Ahí puede estar el punto de unión entre el mensaje escondido y la bolsa de chuches, ahí puede haber logrado el preso hacer que su desesperado mensaje llegue al exterior y hasta el extranjero pero sin imaginar que pudiera acabar a 1.440 kilómetros.
La cárcel de Andenne es un centro para presos de condenas largas, con un mínimo de tres años de pena, que tiene 396 plazas y unas instalaciones de cuatro plantas y tres alas, donde la gran mayoría de los internos están encerrados en celdas individuales. Esta prisión dispone de un taller de 4.000 metros cuadrados, que puede acoger hasta a cien detenidos al día donde realizan trabajos variados, entre los que destaca la producción alimentaria y la preparación de pedidos y condicionamiento de productos.
El interno que escribe el mensaje de socorro y busca ayuda a través de desconocidos del exterior de la prisión denuncia «una discriminación muy fuerte hacia los extranjeros en todas las prisiones belgas y especialmente en Andenne. Es una especie de tortura y de esclavitud moderna», reclama, a la vez que argumenta que ha cumplido ya las tres cuartas partes de su condena, sin incluir el tiempo que le quedaría en prisión.
Apela a lo que cuesta cada preso, «54.000 euros anuales que paga el Estado por cada uno». E incide en la suma total de los internos que quieren concluir la condena en su país (que tampoco especifica cuál es). «Somos 3.000 reclusos que desean ser repatriados, más de 162 millones de euros que paga el Estado por estos internos al año», subraya en su carta.
Continúa utilizando la baza económica, resaltando la deuda acumulada por la covid-19 y por el aumento de los gastos en sanidad. También recuerda la crisis económica, el incremento del precio del combustible, los alimentos y la energía y concluye la carta, que firma a bolígrafo con un garabato, si «sería posible encontrar una solución rentable para todos».
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