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El arzobispo de Barcelona, Juan José Omella es un hombre amable y bien humorado, aunque como buen aragonés también tiene su pronto. Este turolense de Cretas (Teruel) habla con jovialidad, esquiva los temas espinosos y solo se altera cuando se aborda la ofensa a los ... sentimientos religiosos. Salvado este escollo, vuelve a la cordialidad e insiste en la necesidad de tender puentes de diálogo. A sus 74 años dice no tener tiempo ni edad para jugar al baloncesto, una de sus aficiones favoritas. Eso sí, sigue leyendo textos sufíes y a los místicos españoles.
-La Iglesia católica ha dejado de recaudar en las colectas 38,4 millones de euros en dos meses debido al confinamiento. ¿Cómo se subsanará ese agujero?
-Llevando la imaginación al poder para ver cómo podemos recuperar un poquito esa ayuda y apelando a la generosidad.
-En Madrid los pobres guardan cola en busca de alimentos sin rechistar, mientras la gente acomodada del barrio de Salamanca sale a manifestarse para pedir libertad. ¿Usted lo comprende?
-Debemos tener la cabeza fría y los pies calientes. El virus tiene un gran poder de contagio, por lo que hemos de respetar las normas preventivas, no celebrar concentraciones para evitar que haya un nuevo rebrote y se vuelvan a colapsar los hospitales. Dicho esto, tenemos que guiarnos por el sentido común y no hacer guerras inútiles que son muy penosas y dolorosas para todos.
–¿Ha incumplido el arzobispo de Valencia el protocolo de los obispos para reanudar las misas durante la desescalada?
–No he hablado con él, pero he leído la nota que ha emitido el arzobispado de Valencia y visto las fotografías. Los pocos que pudieron entrar en la basílica guardaron la distancia de seguridad. No hubo esa gran concentración de que se habla. Hay que evitar esas falsas noticias que no buscan más que confrontar.
-La sociedad española está muy polarizada, lo que afecta también a sectores católicos. A usted incluso le tachan algunos de independentista.
-Cada uno dice lo que le parece, pero los que afirman tal cosa nunca han hablado conmigo desde que soy arzobispo de Barcelona o presidente de la Conferencia Episcopal. Me extraña mucho que me conozcan tanto si nunca han conversado conmigo.
-¿Debería España regularizar a inmigrantes ilegales, como ha hecho Portugal en la pandemia?
-Eso es un tema político, un asunto de gobierno más que mío. Mi postura es que la Tierra es la casa común de todos, como dice muy bien el papa Francisco. Me duele que la gente tenga que salir, ya sea del tercer mundo o del primero, a causa de la pobreza, la guerra o la persecución.
-Ya estamos inmersos en otra crisis económica. ¿Ha llegado el momento de ponerse serios contra la evasión y los paraísos fiscales?
-Absolutamente, no solo por la epidemia, sino en todo momento. El capitalismo, el libre mercado, debe tener un correctivo social. En la última crisis económica se constató que quienes cayeron en la pobreza luego no se pudieron levantar.
-¿No cree que da mala imagen que la Iglesia haya inmatriculado huertos, plazas públicas y hasta frontones?
-No, no da ninguna imagen mala. Nos obligaron desde el Gobierno hace muchísimos años a decir todo lo que tenemos para saber lo que poseía cada entidad. Por eso inmatriculamos lo que durante siglos nadie había registrado. No hicimos otra que cumplir con lo que marca la ley.
-¿Qué opina de que se haya llevado al actor Willy Toledo a un tribunal por lo que antes era un delito de blasfemia?
-La libertad de expresión hay que respetarla, pero insultar a las personas gratuitamente no se debe hacer nunca. Todos nos merecemos un respeto para nuestra religión, nuestro pensamiento político o nuestra cultura. Se puede manifestar la disconformidad razonablemente, pero insultar, hacer objeto de burla y blasfemar… eso hay que pensarlo mucho. Ni se puede hacer con las instituciones ni con las personas.
-¿Pero no le parece anacrónico convertirlo en un acto punible?
-Pues que se lo hagan a usted, a ver qué piensa. ¿Qué haría usted?
-Pues cabrearme...
-¿Solo? Y si insultan a su mujer o a sus hijos.
-No acudiría a los tribunales.
-Personalmente yo tampoco.
-El presidente del episcopado alemán, Reinhard Marx, es partidario de dar la bendición a las uniones homosexuales. ¿A usted qué le parece?
-¿Está usted seguro?
-Es lo que he leído.
-He hablado muchas veces con él, le conozco y no he oído nunca ese tema. Si es así lo comentaría, pero tengo que estar seguro de que lo ha dicho.
-El pacto de Gobierno entre PSOE y Podemos prevé que la asignatura de Religión deje de contar para la nota media y que no habrá alternativa. ¿Teme que si se cumple haya una deserción de alumnos?
-Es probable. Me gustaría que en la educación se trabaje más por el derecho constitucional de los padres a elegir el centro y la enseñanza religiosa que quieren para sus hijos. Debe firmarse un pacto escolar que abarque a todos los estamentos sociales, no solo a los partidos. No avanzaremos mientras una ley educativa sustituya a otra.
-La Gran Recesión que empezó en 2008 exacerbó el nacionalismo catalán. ¿Puede suceder lo mismo ahora?
-Vamos a verlo. La comprensión entre unos y otros solo se logra con buena voluntad y diálogo, nunca mirando al otro como a un enemigo. La sociedad catalana es muy digna de respeto, debemos escuchar sus peticiones y, en la medida que se pueda, concederlas. Hay muchas cosas que los catalanes reclaman antes que la independencia.
-¿Puede distender el conflicto que los políticos independentistas presos sigan el confinamiento en sus casas?
-Yo en eso no me meto. Lo que diga la justicia. Me alegraría que lo pudieran hacer si lo permite la ley. Qué más quisiera yo que no hubiera nadie en la cárcel. Los que están deben ser tratados con dignidad y respeto.
-Escuché sus palabras sobre el ingreso mínimo vital y no me pareció que desautorizase a su secretario general, Luis Argüello. Los dos coinciden en que es urgente darlo, aunque sostienen que no debe tener carácter permanente.
-No había ninguna diferencia, lo que pasa es que uno se expresa de una manera y otro de otra. Lo habíamos hablado antes de que hiciese la declaración y después de ella. Es el pensamiento de Cáritas y de tantísima gente que quiere que haya un trabajo, hogar y sueldos dignos. Cuando esto no se puede garantizar la renta ha de ser permanente.
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