Los peregrinos pulverizan el récord de credenciales selladas y lo hacen después del Xacobeo más largo de la historia y por vez primera con más presencia de caminantes extranjeros que de nacionales
Cuando la pandemia parecía haber propinado una estocada mortal al Camino, se ha hecho bueno lo que en Galicia cualquier aldeano dice al mirar ese cielo eternamente veteado de nubarrones: «Nunca choveu que non escampase». A falta de mes y medio para que concluya el ... año, la Oficina del Peregrino de Santiago ya ha repartido 439.366 compostelas, más que en todo 2022, la prórroga de ese Xacobeo improbable que comenzó torpedeando la pandemia pero que acabó convertido en plusmarquista. Dicho de otro modo, récord sobre récord. Una cifra, sin embargo, que es sólo la punta del iceberg, porque son decenas de miles los peregrinos que se echan al Camino sin más aspiración que recorrer un tramo -de Saint Jean Pied Port a Logroño, de Carrión de los Condes a Cebreiro-, que no entran en las estadísticas y que de hacerlo dispararían la cifra manejada. Unos y otros, todos se identifican con el espíritu de quien entra triunfante en el Obradoiro.
Por primera vez, los caminantes extranjeros han superado en número a los nacionales -239.466 frente a 194.159, el 44,78% del total-, lo que da una idea de la proyección que la Ruta Jacobea tiene en el mundo. Estados Unidos, Italia, Alemania, Portugal y el Reino Unido encabezan un listado que incluye en el furgón de cola procedencias tan exóticas como las islas Feroe o Madagascar. Un ranking internacional y ecuménico, porque nada es más habitual por esos andurriales que ver a un metodista pegando la hebra con un judío, un católico o un budista. Por cierto, las mujeres representan ya el 53,24% de las compostelas, un techo que ya rompieron el año pasado.
Más allá del ingrediente espiritual, de la faceta deportiva o el carácter sostenible del modelo, la combinación de paisajes, patrimonio cultural, oferta gastronómica y trato humano hacen de esta opción de ocio un modelo imbatible. Y es que el Camino no está hecho solo de piedras y tierra, de calor asfixiante y lluvia racheada, de pendientes que parecen no tener fin; lo está también de sueños y deseos. No busca nuestra gratitud ni nuestro desconsuelo, pero en el trayecto cambia el modo que tenemos de vernos a nosotros mismos. «Es un catalizador de las personas», explica Jorge Martínez-Cava, presidente de la Federación Española de Amigos del Camino, que aglutina a medio centenar de asociaciones y a 8.500 miembros.
Auténtico y genuino
¿Por qué ahora? En un mundo hecho a la medida de los touroperadores, de paquetes turísticos con traslados al hotel y pensión completa; de experiencias fuertes, pero al mismo tiempo controladas, «el Camino es una vuelta a las raíces, a los viajes a la antigua usanza. Ofrece autenticidad, es genuino», sostiene Francisco Buide, miembro de la Oficina de Acogida. Y eso es así porque peregrinar -398.214, más del 93%, lo han hecho a pie y 22.600 en bicicleta- exige estar pendiente de las condiciones meteorológicas, del alojamiento, de tu propio estado de salud.
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conforman el Camino. 15.000 kilómetros discurren por España y 80.000 por el resto de Europa (atraviesa 28 países). El 53,24% de caminantes es mujer.
«Uno viaja a Roma o a Shanghái y se siente turista, pero peregrinar a Santiago exige un cálculo de tus propias fuerzas, una veracidad que te sumerge en una cápsula del tiempo y el espacio». «No hay mejor promotor del Camino que el propio peregrino», abunda el también diácono de la Catedral. Buide tiene una explicación para este fenómeno, «que se nota sobre todo en aquellos países que no han tenido un progreso respetuoso con su pasado, caso de Japón, Corea o China; o con Estados Unidos, cuya historia es más reducida. Vienen en busca de raíces, sí, pero no sólo de un patrimonio excelentemente conservado, sino del contacto humano».
Sarria, a 100 kilómetros de Santiago, el mínimo para la compostela, es el principal banderín de enganche. Allí el Camino se vuelve romería
Podría parecer que el paso de la pandemia y el clima de crisis económica fueran los responsables únicos de este auge desmedido (no en vano cualquier peregrino con credencial puede hacer noche en un albergue por 10 o 15 euros). Pero Tommi Alvarellos, presidente de los guías oficiales de Galicia y experto en el Camino, no es de la misma opinión. «Hace quince o veinte años, el Camino era una opción barata, hasta el punto de que muchos dormían gratis. Pero eso ha cambiado, como también lo ha hecho el perfil de quienes nos visitan. Ahora hay mucho extranjero, sobre todo norteamericanos y europeos, gente con un nivel adquisitivo medio-alto e inquietudes culturales, que cuando se jubila quiere demostrarse que puede encarar un desafío como es el Camino, pero que no por eso renuncia a hoteles o a una oferta gastronómica en consonancia». Gente que enfila la Ruta sin otra aspiración que paladear la libertad y desprenderse de ataduras. Y es ahí, en la cuesta empinada, en la etapa de 30 kilómetros bajo el sol inclemente, «donde el Camino nos iguala, donde todos vestimos de Quechua», desliza Alvarellos.
«Turismofobia»
El en el 'Debe' del Camino, que también lo tiene, destaca la masificación. Sarria, situada a 100 kilómetros de la meta, el mínimo para conseguir la compostela, es el principal banderín de enganche, lo que traducido al román paladino significa que la Ruta Jacobea pierde calado espiritual en el último tramo hasta convertirse poco menos que en una romería. Alvarellos urge en este sentido la necesidad de combinar dos factores: la sostenibilidad, en consonancia con el entorno que se atraviesa, y el respeto a las gentes que lo habitan (fotos sin permiso, juergas nocturnas, abandono de desperdicios). «La consecuencia de olvidar esto ya está aquí. Asistimos este último año a una turismofobia que no habíamos vivido nunca».
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toman el Camino Francés, el más popular (49,7%). 192 lo hicieron en silla de ruedas.
Buide comparte este diagnóstico, «hasta el punto de que ahora ves más gente que nunca aunque llueva y haga frío precisamente porque buscan una soledad que de otra forma no encuentran». El diácono recuerda en este sentido que acabamos de firmar el mejor octubre de la historia, con 52.000 caminantes; y que el Camino Francés, pese a mantenerse como el más transitado, está registrando un bajón del que se benefician el Primitivo o el Portugués, opciones a priori más exigentes y solitarias. «Los peregrinos son algo consustancial a Santiago, si no fuera por ellos aquí sólo habría vacas. Hay cierta inconsistencia en quejarse primero de ellos y luego amarrar los beneficios que reportan o reclamar una tasa turística. Todo no puede ser hacer caja y tampoco ser global sólo para lo que interesa».
Más allá de su carga espiritual y de ocio activo, el Camino es también un revulsivo económico de primera magnitud como demuestra que la Xunta ha movilizado el 84% de los fondos europeos Next Generation para potenciarlo. El Plan Director de los Caminos de Santiago 2022-2027 con el que trabaja la Consejería de Turismo en el próximo Año santo contempla una inversión superior a los 140 millones de euros. Y aquí entra todo, desde preservar el paisaje o mejorar el patrimonio cultural hasta dotar de nuevas infraestructuras o mantener las ya existentes; o diseñar 'app' para que los peregrinos disfruten de experiencias culturales o consuman productos locales. Vamos, que si cambian la pizza por caldo gallego o la tapa de pulpo, pues mucho mejor.
Juan Manuel Vieites, presidente de la Confederación de Empresarios Gallegos (CEG) así lo entiende. «El turismo supone ya el 10,4% del PIB gallego y el peregrinaje a Santiago representa un pilar fundamental, hasta el punto de que aporta uno de cada diez euros que entran por esa vía». Lo corrobora un estudio de la Universidad de Santiago, que hace hincapié en la repercusión que este fenómeno tiene en el empleo y la demografía de los ayuntamiento del rural (Sarria, Palas de Rey o Arzúa han crecido por encima de la media gallega). Cada peregrino deja de media unos 1.014 euros, «el mismo impacto económico que 2,3 turistas nacionales -precisa Vieites-, generan un 11% más de producto y hasta un 18% más de empleo, además de garantizar que el 80% de los ahora peregrinos regresarán en el futuro como turistas». Y ese es un dinero a futuro al que nadie está dispuesto a renunciar, así que se impone ser 'mais listo que un allo (que un ajo es todo cabeza)', que dicen en Galicia.
El efecto multiplicador del boca-oreja dispara un 27% el número de caminantes extranjeros
Detrás de los excelentes resultados de este 2023 está la importante recuperación de los peregrinos extranjeros-que ya tenían mucho peso antes de la pandemia-, que ahora «han crecido un 27% hasta situarse por delante incluso de los nacionales», señalan desde la Consejería de Turismo de la Xunta de Galicia.«Una consecuencia de que el Camino sea cada vez más internacional es también que ha recuperado su atractivo fuera de temporada alta. Mientras los españoles son mayoría en julio, agosto y septiembre, los que llegan de fuera les superan en abril, mayo, junio y octubre». Así las cosas, el número de compostelas creció en febrero un 41% respecto al mismo mes del año anterior, y en mayo ese aumento fue del 26,7%.
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