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El vídeo resulta angustioso. Un buzo pasa la mano sobre el cristal empañado de un coche mientras alumbra con su linterna para ver qué hay al otro lado. Habla con su binomio, pero cuesta comprender la conversación por el ruido del respirador. «Enfoca ahí atrás. ... Por el suelo». El especialista introduce un palo en el habitáculo para palpar lo que hay al otro lado. La inspección finaliza con la palabra «limpio», uno más de los contrasentidos que la DANA, aunque en este caso significa que no hay cadáveres dentro del coche. Buena noticia.
Tras la riada que asoló Valencia la tarde del 29 de octubre, los esfuerzos del Ejército, con la Unidad Militar de Emergencias (UME) a la cabeza, los Cuerpos de Seguridad del Estado y los bomberos se centraron en localizar a los desaparecidos. Los agentes peinan desde entonces calles, cauces y desembocaduras, pero hay una búsqueda más sutil, más compleja y llena de dificultades: la de los garajes. Según ha podido saber este diario, los buzos terminaron de inspeccionar el viernes por la tarde todos los aparcamientos inundados «accesibles y conocidos» tras la riada.
Fuentes de la UME confirmaron que el trabajo de los submarinistas se ha desplazado ahora a la Albufera, donde ayer mismo se localizaron dos cadáveres, y a las desembocaduras de los cauces. El radio de búsqueda se ha ampliado considerablemente, ya que la fuerza y el caudal del agua han podido depositar los cuerpos en cualquier parte, como demuestra el caso de Susana Vicent, la joven de 30 años que desapareció en Pedralba junto a su padre y que ha sido localizada sin vida este viernes en El Saler, a 50 kilómetros de distancia.
Los coordinadores del operativo de búsqueda habían priorizado hasta ahora la búsqueda en los garajes con la esperanza de encontrar vida en alguno de ellos. Los investigadores censaron todos los aparcamientos individuales y comunitarios donde se pensaba que podía haber gente [El caso más mediático ha sido el del centro comercial de Bonaire, donde se especuló con que había decenas de cadáveres, aunque no se localizó ni uno] En el listado se incluyeron también los 'parking' de urbanizaciones en las que no se había echado en falta a nadie, pero que tenían plazas alquiladas a terceros que no residían allí.
Para inspeccionarlos, los buzos necesitaban que al menos hubiese dos palmos de cámara de aire para poder trabajar con los respiradores, por lo que antes era necesario desaguar los aparcamientos que estaban inundados hasta el techo. De hecho, en alguno de ellos aún se está realizando esta tarea. Pero a día de hoy, según las fuentes consultadas, se ha entrado en todos los garajes donde se podía entrar y ya han sido revisados. No obstante, las fuentes no descartan que tengan que volver a ser inspeccionados cuando avancen las tareas de retirada de escombros y agua en algunos de ellos.
Los buzos se han enfrentado a aparcamientos llenos de cañas, madera y restos de basura, además de aguas turbias y montañas de barro que dificultaban considerablemente la visibilidad. Una de las escenas con la que más se han topado es con la coches que habían intentado abandonar el 'parking' durante la riada, pero que se habían encontrado un contenedor bloqueándoles la salida. No en vano, los garajes sirvieron de desagües de la tromba al estar bajo rasante del cauce en que se convirtieron las calles de los pueblos afectados.
Para inspeccionarlos, los buzos han realizado, con ayuda de los propietarios, croquis de los aparcamientos. Una vez dentro, realizaron las denominadas 'búsquedas en Z', que consisten en ir y volver de un lado a otro del garaje trazando una diagonal que garantice abarcar la mayor superficie posible del mismo. Tuvieron que utilizar palos a modo de sonda, ya que se encontraron capas de lodo de hasta 60 centímetros de profundidad en algunos puntos, por lo que podían cubrir por completo un cuerpo humano. Donde había sillitas de bebé o carritos, la labor de inspección se ha intensificado.
Los principales peligros de estos trabajos han sido los cortes, ya que había cristales y elementos puntiagudos que, por la turbiedad de las aguas, no se podían advertir. De hecho, todos los buzos han sufrido heridas -principalmente en los pies, pese al uso de escarpines- que les han obligado a realizar un tratamiento con antibióticos para evitar infecciones. También han debido tener especial cuidado con los gases tóxicos, principalmente el monóxido de carbono, y con la fuga de aceites y combustibles, aunque las mediciones de la calidad de las aguas realizadas por la UME no arrojaron niveles de insalubridad excesivamente altos.
Los buzos que han participado en el operativo -pudo haber más de 150 en los momentos más álgidos- finalizaron este viernes de inspeccionar todos los aparcamientos censados, si bien puede haber alguno que aún no se accesible o que no haya sido identificado por los responsables del dispositivo, de ahí que las fuentes maticen que esa labor no se da por finalizada del todo, aunque reconocen que la búsqueda, teniendo en cuenta el desfase existente entre desaparecidos (78) y cadáveres sin identificar (48), se ha trasladado a las desembocaduras.
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