-¿Cómo ve el impacto de esta crisis, sobre todo entre las familias más necesitadas?
-Lo importante es que la crisis no genere mayores vulnerabilidades en la infancia. Tenemos ocho millones de niños sin colegio, pero nos preocupan aquellas capas sociales de la infancia que tienen un mayor riesgo, aquellos que están en riesgo de exclusión y de pobreza; los niños y los jóvenes en centros tutelados por el Estado y que tienen dificultades especiales, o los que llegan a vivir en la calle. Nos preocupan aquellos niños que no tienen acceso a los contenidos educativos por culpa de la brecha digital y, en especial, la violencia doméstica que puede generar la situación de aislamiento. Son muchos frentes. Pero estamos intentando que la crisis no agrave su situación y que no haya más personas en situación de vulnerabilidad.
-Un objetivo complicado, sobre todo con las expectativas que hay para el futuro.
-El panorama es muy gris porque no sabemos cuál es el horizonte. Hay una parte, si miramos a precedentes como la crisis de 2008, más positiva. Aunque todos los pronósticos están vaticinado un grave y hasta histórico retroceso económico, ya se han puesto en marcha medidas que pueden atajar esos efectos, como evitar los desahucios. Ahora se está hablando de la renta vital, aspectos de los que no se hablaba nada en 2008.
-¿Medidas para paliar el golpe que vendrá?
-Hay muchos interrogantes: cómo vamos a recuperar todo el tejido industrial, cómo vamos a ser capaces de recuperar el turismo, las empresas... Espero que alguna de las medidas funcione. Incluso que esta conciencia social que se está creando entre las administraciones, las empresas y el tercer sector vaya a implantar una nueva forma de enfrentarse a los problemas.
-¿También una sociedad más comprometida?
-Más comprometida y más solidaria. Todavía somos capaces de crear un mayor tejido social de colaboración en España.
-Los niños llevan casi 50 días en casa, sin clase. ¿La brecha digital es su principal preocupación?
-Nos preocupa mucho el aislamiento, por una parte, y la manera de encararlo, por otra. Calculamos que nueve de cada diez hogares españoles tiene internet. El problema está en ese 10% que no tiene conexión, porque se concentra en las rentas más bajas. Esto quiere decir que unos 100.000 hogares españoles no tienen acceso a la red. Es una brecha educativa importante porque no pueden recibir las instrucciones de sus maestros. Y si a esto se une en que las capas más desfavorecidas los padres o los familiares no tienen la formación o una habitación en la que estudiar, la situación se complica. Hay que identificar cuanto antes al alumnado con el que no se ha podido comunicar desde los centros educativos.
-Y volver a clase cuanto antes evitaría aumentar esa brecha.
-Hay que combinar la protección a la infancia con la protección de la salud de los propios niños y de la sociedad, como a la hora de salir a la calle. Ahí estamos a expensas de lo que digan los expertos.
-A nivel global, ¿las respuestas a la Covid-19 son muy diferentes desde su organización?
-Unicef llegó a España para atender a los niños de la posguerra. Luego se convirtió en comité nacional para cuidar a los niños que están en peores condiciones en el mundo, donde la situación con la Covid-19 es muy complicada porque existen graves carencias de infraestructuras en muchos países. Hay 1.500 millones de niños en el mundo sin escuela. Estamos hablando de la brecha digital en España, pero en África o el sudeste asiático los problemas son diferentes. Por ejemplo, la ausencia de clases puede provocar más trabajo infantil o más matrimonios con niñas. Pero luego hay que tener en cuenta otros aspectos. Si hay 3.000 millones de personas en el mundo que no tienen agua en sus hogares, y que se tienen que desplazar para llegar a esos servicios sanitarios, ¿cómo les vamos a pedir que se laven las manos regularmente? O en los campos de refugiados, viviendo en condiciones terribles, ¿cómo les vamos a pedir que hagan medidas de aislamiento?