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Y si cae aquí? Cuánta entusiasta imaginación deja correr esa venenosa pregunta. Inoculada la duda en lo más profundo de nuestro bolsillo, lo difícil es no sucumbir a la tentación de entrar en alguno de los once mil puntos de venta que ya ofrecen, desde ... mediados de julio, lotería de Navidad en sus ventanillas, una tradición pensada en el gancho del turismo y en que «quizá la suerte te espera donde menos te lo esperas», como reza otro de los lemas de la campaña. Con permiso de la iluminación navideña anunciada en pleno agosto por el avispado alcalde de Vigo, la lotería del 22 de diciembre es lo más invernal del verano. Más del 10% de los décimos se venden en estas fechas, cuando los pueblos del interior y las localidades costeras reciben el maná turístico tocado este extraño estío por los efectos de la Covid. Los viajeros aprovechan para hacerse con uno o varios décimos que luego compartirán con familia y amigos.
Curiosamente fue a lo largo del verano pasado cuando Enrique Castelles, lotero de Moraira, una villa de postal del litoral alicantino, repartió 50 décimos del 26590, el Gordo de las pasadas Navidades. Dejó 20 millones de euros, pero ni un céntimo a los 1.500 vecinos de esa pequeña población mediterránea, con un entorno privilegiado de playas y fortalezas medievales. Por algo la administración que regenta Enrique se llama El Fortí.
Y qué mejor reclamo, más allá de la avioneta que sobrevuela la costa con la publicidad de la lotería, que haber repartido el último Gordo para que la gente se anime a comprar. No son pocos los que le piden el mismo número que tocó el año pasado, en un gesto de fe digno de estudio pues de los 208 sorteos de Navidad celebrados ininterrumpidamente hasta 2019 (ni siquiera la Guerra Civil pudo con ellos) jamás han tocado los mismos dígitos dos veces seguidas.
Como suele ocurrir a la mayoría de sus colegas loteros, Enrique, que no llevaba ni una participación del 26590, no puede permitirse el lujo de marcharse de veraneo. Menos aún en un pueblo turístico como Moraira, que en temporada estival triplica su población, «lo que se nota en las ventas». Este año no han llegado los belgas, ingleses y alemanes que tomaban en masa los bares y las arenas, pero la falta de turismo internacional se ha suplido con creces con el nacional. «Es una locura, estamos vendiendo un 20% más de lo normal, los españoles compran mucha más lotería que los extranjeros y yo diría que este año el 90% del turismo del Moraira es nacional; esto no lo había visto yo en la vida», dice con la satisfacción de poder compensar en agosto los dos meses de cerrojazo por el confinamiento.
Semejante afluencia se traduce en más clientes porque, aunque tiene algún comprador extranjero que prueba suerte más por curiosidad que por otra cosa, la mayoría son de aquí. «Como dimos el premio el año pasado, vienen y te dicen que te han visto en la tele y que les des un décimo que toque, jajajaja. A la gente le pica el gusanillo de comprar donde se ha dado el Gordo. ¡Somos así!». Este año el 26590 brilla por su ausencia. «La gente lo reclama, pero no estamos abonados y no nos lo han enviado. Lo que sí se está pidiendo mucho son las terminaciones en 20, por el año en que estamos, y en 19, por la Covid. Ya no piden el 155, que estuvo de moda y se ha olvidado; ahora es el 20 y el 19. Y bueno el 13, que es un clásico. La gente, ya sabes, es supersticiosa». De la ventanilla de El Fortí cuelgan 25 números diferentes, pero los acabados en 19 están todos reservados por una agrupación musical de la comarca, y los terminados en 20 ya están agotados: el 21020, del que su administración posee el número completo: 1.720 décimos que sólo se pueden comprar allí y que han volado.
Nuria Montoro representa, de algún modo, la otra cara de la moneda. Doña Pilar, como se llama el despacho de loterías que regenta en Salou (Tarragona), lo tenía todo a su favor para arrasar este verano. En 2019 vendió 82 series del Gordo, 820 décimos, unos 360 millones de euros muy bien repartidos. Pero Salou, que el pasado agosto rebosaba de veraneantes, anda a medio gas por culpa, posiblemente, de las imágenes de playas masificadas que han acabado por ahuyentar a muchos turistas ante el riesgo de contagio por coronavirus. Ellos son sus principales clientes estivales, «pero este verano no se está viendo el turismo nacional de otros años», se lamenta.
Nuria ha notado un descenso del 50% en la venta de lotería de Navidad, aunque es optimista y confía en recuperarse de aquí a diciembre. ¡Qué le vamos a hacer!, dice resignada, «hemos pillado una mala racha y este año que tenía que haber sido fabuloso con la publicidad de haber repartido el Gordo, no está yendo bien. No hay el mismo turismo del año pasado por culpa de la Covid y aunque vender se vende, no se puede comparar con el año pasado». En Doña Pilar también le reclaman las terminaciones en 19 y 20, y las tradicionales de 13 y 15. Y de nuevo, clientes con una confianza infinita que le piden el número del Gordo que tocó el año pasado. «No lo tenemos porque no es un número fijo nuestro, sino uno aleatorio que nos manda Loterías. No creo que vuelva a salir, pero es que somos así», sonríe encogiéndose de hombros tratando de explicar lo inexplicable. Cosas del azar.
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