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La escena se le podía haber ocurrido a un barcelonés pata negra, el director de cine Bigas Luna. Varios alborotadores saquean la charcutería La Muntanya, ... en la calle de la Creu Coberta. Destrozan el establecimiento, roban el dinero de la caja registradora (500 euros) y se llevan los jamones. Pero no los quieren para darse una buena merienda. Cruzan de acera, van directos a la tienda de ropa Confecciones Ros y la emprenden a jamonazos contra los escaparates con el único fin de saquear pantalones, camisas y cazadoras. Los cristales se agrietan, pero resisten la embestida, y los vándalos huyen sin el botín, aunque han quemado decenas de motos y bicicletas aparcadas en la zona. Son las cuatro de la mañana del 25 de septiembre, la noche grande de las fiestas de la Mercè. Apenas una hora antes, a 350 metros de allí, junto a las Torres Venecianas, un joven de 25 años ha muerto de una puñalada. Entre estos dos lugares está la Plaza de España, que alberga una de las comisarías de los Mossos d'Esquadra más grandes de Cataluña. Pero los agentes no pudieron evitar ninguno de los dos sucesos.
La Rosa de Fuego, como llamaban los anarquistas a la Barcelona de hace un siglo, nunca ha dejado de arder. La ciudad soporta una fama de conflictiva que se ha ligado a movimientos políticos como el obrerismo, el anarquismo, los antisistema o en los últimos años, el independentismo, a lo que se suma una delincuencia común que ha encontrado en el turismo (12 millones de visitantes cada año) su víctima propiciatoria. Uno de cada cuatro barceloneses (el 24,9%) sufrió algún delito en 2021, según la Encuesta de Victimización de Barcelona, realizada por el Ayuntamiento de Ada Colau. Entre otras incidencias, al 6% de los ciudadanos les robaron el bolso o la cartera y con otro 5% lo intentaron; al 3% les quitaron el móvil y otro 3% pudo evitarlo; y el 3% fue intimidado o coaccionado en la calle.
En el distrito de Ciutat Vella, que alberga las Ramblas y el Raval, uno de cada tres residentes aseguró haber sido víctima de un delito. Y eso que el informe tiene trampa: solo participan empadronados en Barcelona, no los turistas. Otra encuesta, la de Seguridad Ciudadana, también elaborada por el Consistorio, sitúa la inseguridad ciudadana como el primer problema de la ciudad, como apuntan el 19,1% de los encuestados, 4,6 puntos más que el año anterior. Ni las estrellas del Barça se libran. Al goleador polaco Robert Lewandowski le robaron un reloj de lujo el 18 de agosto. Eso sí, la situación parece mejorar y los delitos han caído en julio y agosto el 12,2% respecto a los mismos meses de 2019 (el último año prepandemia), según el último balance estadístico de los Mossos d'Esquadra y la Guardia Urbana.
«Con un coche de los Mossos, que tienen la comisaría ahí, a cien metros, hubiera bastado para frenar a estos niñatos», se lamenta Luis Pulido, trabajador de La Muntanya. Enfrente, Vicente Ros, propietario de la tienda Ros, lamenta la falta de previsión. «No es la primera vez que ocurre. Yo ya avisé al ayuntamiento, pero nadie me hizo caso. Son cuatro tontos, pero fastidian mucho. El año pasado se llevaron 8.000 euros en ropa y este año el seguro aún no ha cuantificado las pérdidas . Lo que más fastidia es que sabíamos que iba a pasar. La policía no hace nada y los políticos nos maltratan», critica Ros. Pero ¿quién hizo todo eso? «¿Quién va a ser? Los de siempre», zanja Pulido, y corrobora Ros: «Que les pongan a hacer trabajo social».
En el imaginario de muchos barceloneses, «los de siempre» son bandas de jóvenes extranjeros, simplificando, menas marroquíes, que han convertido zonas como el Raval en territorio comanche. Allí florecen los 'narcopisos', donde se vende droga y estalla la violencia, y allí se producen las peleas con machetes que saltan regularmente a los telediarios. Valents, la formación heredera del partido con el que Manuel Valls quiso ser alcalde de Barcelona en 2019, es la que más claro lo dice. «En las últimas fiestas de la Mercè, la mayoría de los saqueos a tiendas y robos producidos en los conciertos de Plaza de España tiene como perfil de delincuente a menas de origen magrebí», asegura Eva Parera, líder de Valents. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 38% de los condenados en 2021 en Cataluña eran extranjeros (en toda España, el 24%).
Otros partidos, como Ciudadanos, creen que «el desgobierno municipal de Colau y los socialistas han convertido a Barcelona en una ciudad sin ley». La oposición municipal señala a la alcaldesa Ada Colau por 'tolerar' a los delincuentes y retirar medios humanos y materiales a las fuerzas de seguridad y recuerdan su pasado como 'okupa'. Colau, en cambio, opina que existe una campaña mediática para vincular a Barcelona con la delincuencia: «No se entiende que una muerte y actos vandálicos de una noche generen horas y horas de televisión repitiendo e instalando la idea de 'violencia en Barcelona'. ¡Basta de difamarnos!», proclamó la regidora tras los incidentes de la Mercè.
El periodista y escritor Jordi Corominas ha publicado 'La ciudad violenta' (Península), un libro que recorre la historia criminal y revolucionaria de la ciudad. «Hace quince años se culpaba de la violencia a los anarquistas, y en Barcelona no hay anarquistas desde hace cincuenta. Ahora, yo no vincularía los delitos con la inmigración porque los disturbios en Barcelona tienen un origen muy heterodoxo, hay mucho delincuente español y catalán. Quizá todo tenga más que ver con la falta de adhesión a unos valores de algunos adolescentes y jóvenes adultos», dice. En su opinión, existe «una localización de la violencia muy concreta, en el centro y en el Raval, una zona muy masificada que probablemente requeriría más agentes del orden, como piden los vecinos, y que representa una excepción en la geografía urbana de las ciudades: es un foco de pobreza en pleno centro». «Pero fuera de ese lugar, no creo que haya sensación de inseguridad. Yo paseo muy tranquilo», afirma el escritor, que denuncia un interés en «culpar de todo a Colau».
Carles Feixa, profesor de Antropología Social de la Universidad Pompeu Fabra y experto mundial en bandas juveniles, coincide con Corominas en separar delincuencia e inmigración: «Tanto la inmigración extranjera como la violencia urbana se concentran en las grandes ciudades, en eso Barcelona no se diferencia de otras metropolis. Pero ambos fenómenos no guardan una correspondencia directa. En el tema de las bandas juveniles, por ejemplo, hoy es Madrid, que desde hace dos décadas practica la mano dura, donde se están produciendo más problemas (varios asesinatos este año). Si hay un problema no resuelto es con la ley de extranjería, que fomenta que determinados colectivos vivan en una situación de permanente (a)legalidad, lo que les condena a vivir en la marginalidad». Feixa, que es asesor de juventud para la ONU, sostiene que «las encuestas de victimización manifiestan una situación semejante e incluso menos preocupante que otras ciudades de su entorno» y también rechaza la idea de la «permisividad policial». «Los disturbios son generales, en muchas ciudades de Europa, cuando se restringe la fiesta en el espacio público». «Eso sí», continúa, «si hay un factor diferencial, ese puede ser el de las dificultades de los jóvenes para acceder a una vivienda de alquiler en la ciudad -la propiedad es un imposible- debido al efecto de los pisos turísticos. Lo mismo sucede con la imposibilidad de acceder a espacios de ocio en el centro urbano, lo que los expulsa a la periferia».
Feixa reconoce que «el botellón es algo irresuelto, en Barcelona y en otras ciudades, pero lo achaca a que «la presión de opinión pública impide tomar decisiones valientes, como las que propone el Sindic de Greuges -defensor del Pueblo- de la ciudad», esto es, establecer espacios específicos para que los jóvenes puedan beber.
La identidad histórica de Barcelona se explica con Antonio Gaudí y Leo Messi, pero también con los atentados multitudinarios, las huelgas obreras, el pistolerismo y en general, los sucesos. Jordi Corominas ha estudiado esta historia turbulenta, que se ha manifestado habitualmente en «ráfagas», días de terror continuados, como la Semana Trágica, los variados disturbios por el 1-0 a partir de 2017 o más cerca, los múltiples incidentes en la semana de la Mercè. «Varios factores explican la tradición violenta de Barcelona. Es una capital de país, es decir, sus ciudadanos tienen mentalidad de capital, con una gran población y una sensación cotidiana respecto a la criminalidad. Además, aquí se creó la industria fabril de España y nació un obrerismo muy bestia que originó una fuerza proletaria que marcó la historia de la ciudad a través de la revolución política hasta la Guerra Civil. Y ahora tenemos la violencia del independentismo, otro ejemplo más de violencia política, que ellos no la califican como violencia, pero que se ha visto en los disturbios tras la sentencia contra Pablo Hasel o en Urquinaona, tras los juicios del 1-0».
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