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El 7 de noviembre de 1970 no pasó nada en España. Nada que se supiera, pero el régimen de Franco tuvo que lidiar con el segundo accidente nuclear más grave ocurrido en España. El primero sucedió el 17 de enero de 1966, en Palomares (Almería), ... donde cayeron por accidente cuatro bombas termonucleares que transportaba un B-52 estadounidense. Dos de las bombas se recogieron intactas en el mar, las otras dos quedaron destruidas al estallar el explosivo convencional al impactar en tierra.
En aquellos momentos Franco quería tener la bomba atómica. Para ello se valió de la Junta de Energía Nuclear (JEN) que, además, planificaba las redes centrales para la producción eléctrica. De esta manera fue construido un pequeño reactor en el Centro de Energía Nuclear Juan Vigón -sede de la JEN y que hoy alberga al Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas-, en plena Ciudad Universitaria de Madrid.
Fue una instalación ignorada durante años por los vecinos de los barrios próximos, que los domingo paseaban por el parque de la Dehesa de la Villa, junto al que está el reactor.
Pero con lo que no contaban los investigadores era con lo sucedido aquel sábado 7 de noviembre de 1970. Unos 40 litros de líquidos contaminados con Cesio-137 y Estroncio-90 terminaron en el río Manzanares.
El accidente ocurrió cuando el agua radiactiva iba a ser trasvasada a un depósito para su tratamiento. Terminada su jornada laboral, los trabajadores del JEN se marcharon el viernes a casa. No fue hasta el lunes cuando comenzaron a estudiarse medidas de contención. Era ya demasiado tarde.
Un informe confidencial de la comisión de seguridad del JEN, de enero de 1971 aunque no se supo de su existencia hasta años después, recomendaba «impedir el consumo de los vegetales que crezcan en las parcelas contaminadas; impedir el riego con agua de los canales y ríos que contengan agua o fangos contaminados».
Para entonces el agua radiactiva había pasado del Manzanares al Jarama y al Tajo. Las riberas tenían niveles de radioactividad hasta 20 veces superiores a lo recomendado. Las autoridades dijeron que no había riesgo alguno para evitar el pánico. Los agricultores continuaron regando unos cultivos que llegaron a los mercados sin problema.
Según el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN), el vertido ocasionó la contaminación de lodos y sedimentos del canal del Jarama. Entre febrero y marzo de 1971, el JEN realizó las primeras actuaciones de descontaminación sobre los lodos.
Los residuos se acumularon en ocho zanjas, denominadas banquetas, repartidas entre las provincias de Madrid y Toledo. Están valladas y monitorizadas por el CSN. Desde 1998 no se han producido cambios significativos» de la situación y las banquetas «no representan un riesgo para las personas o el medio ambiente». Pero ahí están.
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