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Agotados, ojerosos y deshidratados, pero al pie del cañón. Cientos de brigadistas y agentes forestales, bomberos, militares, técnicos, sanitarios, policías y pilotos y tripulantes de casi una treintena de aviones y helicópteros llevan cuatro jornadas, con sus días y sus noches, luchando a brazo partido ... contra un gigantesco y peligroso incendio forestal iniciado en Navalacruz, un enclave rural a poco más de 50 kilómetros de la capital abulense.
Este superincendio, que ya abarca un perímetro de 130 kilómetros, es, a falta de que en unos días los técnicos confirmen sus dimensiones oficiales, el cuarto más grande y devastador registrado en España en el último medio siglo, desde que el Gobierno comenzó a llevar una contabilidad de los fuegos en 1968.
El Ejecutivo castellanoleonés no proporciona datos desde que el lunes hizo un cálculo de 12.000 hectáreas, pero la red de satélites del programa europeo Copérnico ha adelantado que los matorrales, pastos y bosques calcinados por las llamas rondan más bien las 20.000 hectáreas.
Si confirman las dimensiones visualizadas desde el espacio, la catástrofe medioambiental iniciada en el centro de Ávila solo sería superada por el enorme incendio desatado en junio de 2012 por la imprudencia de dos soldadores en la localidad valenciana de Cortes de Pallás, que arrasó 30.000 hectáreas de doce términos municipales; por el fuego provocado en el que murieron dos automovilistas en las onubenses Minas de Riotinto en 2007, con 27.000 hectáreas consumidas; y por las llamas con origen en Andilla que devoraron el hasta entonces frondoso paraje valenciano de Los Serranos y redujeron a puro hollín 22.000 hectáreas.
Las llamas que saltaron el sábado del motor de un monovolumen a la maleza de la cuneta se han convertido con diferencia en el siniestro más importante del año, un fuego forestal casi siete veces mayor que su precedente, el incendio de 3.000 hectáreas ocurrido en mayo en el municipio tinerfeño de Arico. El fallo mecánico ocurrido quince minutos antes de las once de la mañana en el kilómetro 38 de la N-502, Ávila-Córdoba, ha terminado por quemar, espoleado por una ola de calor de récord y fuertes vientos, aproximadamente un tercio de toda la superficie forestal española arrasada por los incendios (más de 2.000) contabilizados desde el pasado 1 de enero.
La ligera bajada de temperaturas y la calma del viento hacían pensar hoy a los responsables del dispositivo de emergencia que el fuego podía ser contenido en horas, como paso previo a poder declarar el incendio controlado, que no extinguido. No obstante, persistía una lengua de fuego preocupante (solo podía ser atacada por medios aéreos) en el frente sur y se mantenía el nivel 2 de riesgo, el que obligó el domingo a desalojar hasta ocho pueblos, cuyo millar de vecinos y visitantes no pudieron volver hasta hoy a sus casas, cuando se decretó el final del riesgo.
El Ejecutivo castellanoleonés baraja pedir la declaración de zona catastrófica para el territorio calcinado y los ganaderos de la zona comenzarán a recibir en breve envíos de forraje para alimentar a sus animales donados desde diferentes puntos del país.
El de Navalacruz es el decimoquinto superincendio español del año, la denominación de los fuegos descontrolados que en cuestión de horas arrasan más de 500 hectáreas. Los expertos de WWF ven un nuevo «aviso» de la amenaza que supone un tipo de siniestros «cada vez más frecuentes, de mayor gravedad y que desafían todos los dispositivos de extinción». Son, alertan, la consecuencia del cambio climático y del abandono del mundo rural y España, dicen, es «uno de los países más vulnerables», que puede repetir cualquier día el trágico verano de Grecia y Turquía. Este año ha habido en España un 60% más de superincendios que la media de la década. No tienen duda de que la tendencia, si no se pone remedio, es a registrar menos fuegos, pero mucho más dañinos.
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