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Oskar Ortiz de Guinea
Miércoles, 6 de septiembre 2023, 13:23
Antes de que sea sacrificado por estar enfermo, me gustaría despedirme de mi perro. Algo así habrían sido las últimas voluntades que un recluso de la cárcel de Álava, a la que llegó en julio desde Martutene, reclamó para su mascota. Sin embargo, tras encontrarse ... en un primer momento con la negativa de la prisión, exigió su derecho legal a mantener un último encuentro con el animal, y el Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 1 del País Vasco le ha autorizado a mantener el deseado 'vis a vis'. La resolución judicial, fechada el 1 de agosto, le impone varias condiciones. Entre ellas, que presente un certificado veterinario que acredite el inminente sacrificio del can, algo que por el momento no se ha dado, según acreditan fuentes del departamento vasco de Justicia.
El auto fue remitido el pasado mes al Centro Penitenciario de Gipuzkoa, donde el recluso, A. L. P., cumplía condena cuando en junio solicitó la visita canina. La dirección del centro, sin embargo, rechazó entonces su solicitud, en virtud de las limitaciones regimentales recogidas en el artículo 75 del Reglamento Penitenciario, al haber sido sancionado.
A finales de junio, el interno –que cumple una condena larga– presentó una apelación, que ha prosperado. En su resolución, el titular del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria número 1, con sede en Bilbao, tiene en cuenta el informe en el que el equipo psicológico del penal exponía el interés del 'vis a vis' desde el punto de vista emocional del preso.
Según ha podido saber este periódico, el 21 de julio, el interesado fue trasladado a la prisión alavesa de Zaballa, donde debería tener lugar la cita entre el perro y su amo. Aparte de presentar el justificante veterinario, el fallo judicial exige que el animal deberá ser guiado por los pasillos del penal «con bozal y atado con correa» y que el interno «limpiará las dependencias» en el caso de que el perro las ensuciara.
No es la primera vez que un preso de Martutene recibe la visita de su perro. De hecho, se solía recurrir al TACA (Terapia Asistida Con Animales), al parecer con buenos resultados sobre todo para presos con problemas de salud mental.
Desde el Departamento de Justicia aseguran que en Zaballa ya se han «desarrollado experiencias para gestionar la relación de los internos con sus mascotas dentro y fuera del centro». Terapeutas y psicólogos aprecian que «los vínculos de las personas con sus mascotas traspasan lo racional e invaden lo emocional. De hecho, en el caso de las personas presas, en muchos supuestos, este es el único vínculo emocional que tienen». Por ello, entienden que la separación del dueño y su animal de compañía por una entrada en prisión «suele ser traumática, hasta el punto que es necesario gestionarla». Incluso hay reclusos que tienen contacto con animales mientras están en prisión.
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