La atracción turística que abre veinte días al año
Invernaderos reales de Laeken ·
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Invernaderos reales de Laeken ·
Joya de la arquitectura del siglo XIX, contienen una importante colección de plantas exóticas, algunas de ellas centenariasEl clima belga se caracteriza por sus inviernos fríos, las abundantes precipitaciones y un tiempo cambiante que permite experimentar las cuatro estaciones del año en un solo día. Con estas características meteorológicas, sorprende que uno de los mayores patrimonios del país sea la colección de ... plantas exóticas de los invernaderos reales de Laeken. El complejo, de 25.000 metros cuadrados, está compuesto por una serie de edificios de hierro y cristal llenos de especies tropicales, algunas de ellas centenarias, que se han convertido en una de las atracciones turísticas más importantes de Bélgica.
Esta joya arquitectónica es de propiedad y uso privado de la familia real belga y solo abre al público tres semanas al año, entre abril y mayo, coincidiendo con el momento de floración de la mayoría de las especies que contiene. Miles de personas acuden a visitarla y las entradas se agotan nada más salir a la venta. Adentrarse en sus laberínticos pasillos llenos de fucsias colgantes -también conocidas como 'pendientes de la reina', una especie originaria de América-, estatuas de piedra y jarrones chinos es como viajar a otra época. Más concretamente, a la época del rey Leopoldo II, quien encargó su construcción entre 1874 y 1895 al arquitecto Alphonse Balat, mentor de Victor Horta.
El monarca belga sentía envidia de países colindantes como Francia y Alemania y construyó grandes edificaciones como el Palacio Real de Laeken y el Palacio de Justicia de Bruselas para que Bélgica ganara fama a nivel mundial. Estas empresas fueron financiadas con las ganancias que obtuvo del comercio de marfil, caucho y diamantes del Congo belga (actual República Democrática del Congo), que era de su propiedad privada y donde la población vivía bajo un régimen de semiesclavitud. Los invernaderos reales también son muestra del interés por la botánica del rey, así como del interés por la ciencia y la exploración propia del siglo XIX.
Las galerías de los invernaderos reales de Laeken impresionan por su extensión. Se tarda hora y media en recorrer este complejo monumental, conectado por estrechos pasos y que es todo un referente de la arquitectura e ingeniería del siglo XIX y del estilo Art Nouveau -un tipo de diseño que después también se vería en el Palacio de Cristal del Retiro en Madrid (1887)-. Desde él se puede acceder durante el recorrido al embarcadero y a una pequeña cabaña llena de esculturas y jarrones, que fue en su día el taller de la reina Isabel Gabriela de Baviera, mujer del rey Alberto I.
La construcción está coronada por el Jardín de Invierno, una enorme cúpula de 25 metros de altura rematada con una corona y que alberga palmeras provenientes del Congo. Es, además, el lugar en el que se celebran las recepciones reales desde la época de Leopoldo II y por allí han pasado líderes como John F. Kennedy, Charles de Gaulle y Nelson Mandela; monarcas como la reina Isabel II; y celebridades como Albert Einstein, Pablo Picasso y Audrey Hepburn, entre otros.
Los jardines que rodean los invernaderos han sido también escenario de la presentación de las futuras reinas belgas. En ellos, Balduino de Bélgica presentó oficialmente a su prometida, Fabiola de Mora y Aragón; y lo mismo ocurrió con el compromiso del principe de Lieja y Paola Ruffo di Calabria, que luego se convertirían en Paola y Alberto de Bélgica, padres del actual rey.
Pero el verdadero tesoro se encuentra en el interior de los invernaderos. Muchas de las plantas que Leopoldo II recogió en sus viajes -una importante colección de camelias, palmeras, orquídeas, helechos y plantas carnívoras- aún pueden verse. Se trata de especies tropicales y subtropicales que requieren un clima controlado durante todo el año. Para crear ese hábitat, las galerías cuentan con sistemas de calefacción y ventilación que adaptan la temperatura a cada zona, según la época del año y en función de las especies que allí se encuentren. Se calcula que se gastan cerca de 800.000 litros de combustible al año en calentar estos edificios.
La humedad también debe estar controlada, así como el riego, que se lleva a cabo a través de un sistema automatizado que incluye riego por goteo, aspersores y en forma de neblina, que envuelven los invernaderos de un aura de cuento y que está pensado para que cada planta reciba la cantidad de agua necesaria.
Un equipo de expertos botánicos se encarga del cuidado de las plantas. Son los responsables de aportar los sustratos y fertilizantes necesarios a cada especie. Llevan a cabo podas regulares y mantienen un monitoreo constante de las plantas para evitar la aparición de plagas que puedan dañar a la joya de la corona belga, que brilla cada año durante veinte días ante miles de visitantes.
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