Un asesino de gatos se sentará en el banquillo de los acusados
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Bienestar animal ·
En Valencia se juzgará a un hombre que entró en una protectora durante tres noches y dejó un rastro de sangre, el verano pasadoUna madrugada del verano pasado, D. C. trepó por un tejado, abrió un hueco en una malla metálica y se metió a una protectora de animales. Dentro se dirigió a la zona de gatos, buscó una jaula, la abrió y se llevó a uno que ... sus cuidadores llamaban Indi. El hombre repitió la operación un día después. Esta vez se llevó otro animal, llamado Benji. «Para satisfacer sus viles deseos, los mató, lanzando sus cadáveres a un terreno arbolado cercano a su domicilio», dice Eloi Sarrió, abogado de la Sociedad para el Cuidado de los Animales que lo Necesitan (Scan), donde estaban los felinos. Ocurrió en un polígono de Vergel, Valencia.
Pasaron 20 días y entró por tercera vez. Se dirigió a una jaula donde había dos gatos. Al negro, bautizado Río, lo lanzó al suelo con fuerza. «Quedó tendido», dice el escrito de la acusación. «Tras ello, cogió del cuello al gato blanco y negro, de nombre Mini, y pisó fuertemente a Río, que se encontraba en el suelo. Después de ello, se llevó a Mini al fondo de la jaula, estando con él en el interior unos instantes. Posteriormente, se marchó con Mini, quedándose Río fallecido en el suelo, en medio de un charco de sangre. Una vez fuera de las instalaciones mencionadas, también mató a Mini y lanzó su cadáver a un campo de naranjos próximo a la protectora», detalla el documento.
Pero en ese intervalo, entre el segundo robo y el tercero, la protectora ya había instalado cámaras de seguridad. Gracias a esta medida, la policía le identificó. Una vez detenido, confesó haber matado a los otros gatos, aunque no se pudo encontrar sus cadáveres donde dijo que los arrojó. «Las imágenes grabadas en este asalto eran tan crueles y despiadadas que sobresaltaron a la opinión pública», una vez fueron transmitidas por varios medios de comunicación. «No llegamos a entender cómo se puede llegar a hacer semejante barbaridad con animales indefensos», manifestó Barry Caulfield, presidente de Scan.
Año y medio después de aquello, el juez instructor remite el caso a lo penal para que se prepare un juicio oral –aún sin fecha ni juzgado–. D. C. se sentará, por fin, en el banquillo. Se trata de «un avance clave en la lucha contra el maltrato animal», mantiene la organización afectada por el asalto. El acusado se enfrenta a condenas por tres delitos de maltrato animal con resultado de muerte, otro con agravante ensañamiento y un delito continuado de robo con fuerza.
Por matar a los gatos, cuyos cuerpos no han sido encontrados, los denunciantes piden 18 meses de prisión y otros 24 por la muerte de Río, que quedó registrada en el vídeo de seguridad. Por robo con fuerza, tres años. «De los casos que llegan a un juez de instrucción, la mayoría no llegan a juicio por falta de pruebas, o porque no se llega a identificar al responsable», asegura Sarriò. «Solo unos pocos, menos del 5%, pasan esa fase y se abre juicio oral porque se aprecian indicios fundados de delito y un presunto responsable».
El juez le impuso una fianza de 20.000 euros, que cubrirían la responsabilidad civil del acusado, mientras llega el juicio oral de D. C. Los daños se cuantifican en unos mil euros por los destrozos en la instalación y se piden diez veces más por los «daños morales» a los voluntarios de la protectora, que han sufrido una «profunda afectación y zozobra emocional».
Hay disparidad de criterio entre la acusación particular y la Fiscalía en cuanto a la pena por maltrato animal. De los tres gatos «desaparecidos», «la Fiscalía no considera suficientemente acreditados los delitos de maltrato animal», pero la protectora pide 18 meses de prisión e inhabilitación especial para tenencia de animales de 3 años por cada uno.
Por la muerte, acreditada por quedar su cuerpo en las instalaciones el Ministerio Público pide 18 meses de prisión, mientras que se eleva a 24 por parte de la acusación particular. Si es declarado culpable, con esas penas, D. C. ingresaría en prisión, algo que no suele suceder.
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