Secciones
Servicios
Destacamos
borja olaizola
Martes, 20 de abril 2021, 00:30
Juan Sebastián Elcano encarna como pocos el paradigma del hombre de acción. Su vida es una sucesión de desafíos que daría para unas cuantas novelas de aventuras. Vinculado desde niño a la mar, se dedicó primero al comercio, luego a la guerra y más tarde ... a la exploración hasta que completó en 1522 la primera vuelta al mundo. Lejos de acomodarse en tierra, a los tres años volvió a embarcar en la que sería su última expedición. Murió en 1526 en medio del Pacífico pero antes tuvo tiempo de redactar un testamento en el que, entre otros muchos enseres personales, consignó una «caxa de antojos», nombre con el que se conocía entonces a las gafas. Pese a que el documento demuestra que el navegante usaba lentes, en ninguno de los innumerables retratos que se le han hecho aparece con ellas.
Elcano tenía al morir 38 años y probablemente la vista cansada. «Llevaba anteojos porque podía ser miope de mozo o, si no, ya estaba entrando en la presbicia», apunta el catedrático de Historia sevillano Manuel Romero Tallafigo, que acaba de publicar un exhaustivo libro sobre el testamento del marino. «Tuvo que vivir pegado a la pluma porque hizo muchos recuentos de mercancías a través de apuntes intrincados en su librito», indica el historiador, que añade que el navegante, además, se calzaba a buen seguro sus 'antojos' para calcular todos los días la posición de su barco en el océano mediante la medición de la altura del Sol.
Aunque conocidas desde tiempo atrás, las lentes eran en la época de Elcano una herramienta reservada a los hombres de letras, una exigua minoría teniendo en cuenta que buena parte de la población era analfabeta. «En el sector social de clérigos y letrados laicos en la época de Elcano, tener anteojos se consideraba aureola de sabiduría e inteligencia viva, era estar revestido de doctrina y saber», escribe Romero Tallafigo en el trabajo 'Gafas y antojos de Juan Sebastián Elcano', que ha publicado en la revista 'Cirqulo' de Sanlúcar de Barrameda.
El navegante, sin embargo, no aparece con gafas en ninguno de sus retratos, algo hasta cierto punto lógico si se tiene en cuenta que todos ellos son producto de la imaginación. «No hay ni lienzo ni descripción de su físico», puntualiza el historiador andaluz, que insiste en que el testamento del marino es su mejor retrato. Y gracias a ese documento, por ejemplo, se sabe que Elcano llevaba el pelo largo «porque usaba una escofia para recogérselo».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.