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Frío. «El frío es bastante jodido, sí». Toni Mejías, cantante de 'Los Chikos del Maíz', una de las más importantes bandas de rap de nuestro país, cuenta en 'Hambre' (Aguilar) que el frío es uno de los síntomas más evidentes de la anorexia, al menos ... de la suya. «Como un abrazo de hielo, te atrapa y no te suelta», dice en este libro publicado en 2021 en el que da testimonio de su lucha por controlar este trastorno de la conducta alimentaria, mucho más asociado a la mujer: solo uno de cada diez enfermos es hombre. «Estás en un bar tomando algo con tus amigos y todos van en manga corta y tú abrigado porque tienes frío», recuerda Toni (Valencia, 38 años) de aquella época en que sostenía sus 184 centímetros sobre 59 kilos.
'Hambre' ha contribuido a que se hable de la salud mental y más concretamente de la anorexia nerviosa, una enfermedad sumamente feminizada que dificulta que los hombres que la sufren identifiquen los síntomas y busquen ayuda. «A mí lo que más me costó fue reconocer que tenía anorexia. Tú has escuchado hablar de anorexia, pero lo asocias a chicas jóvenes, a modelos extremadamente delgadas, y en ningún momento piensas que es una enfermedad que puede afectar a un hombre. Yo no tenía ningún tipo de referencia de que un hombre hubiera sufrido anorexia, no tenía ni idea».
Esa idea de visibilizar la anorexia masculina le impulsó a contar su historia por si alguien se veía reflejado en el libro y podía empezar a curarse. Porque, en estos casos, lo más difícil es reconocer el problema. «Un chico me escribió para contarme que tras leer 'Hambre' había dejado de provocarse el vómito... solo por eso ha merecido la pena compartir una experiencia tan íntima».
Toni tardó tiempo en buscar ayuda. Su extrema delgadez posaba los ojos en el espejo y le devolvía la mirada de un tipo flaco y atractivo, incluso de aspecto atlético, uno de esos cánones de belleza masculina. «¿Por qué iba a asociarlo a que me pasaba algo grave?». Pero sufría si se comía una pizza y, para compensar, se saltaba el desayuno del día siguiente y se mataba a hacer deporte, sin disfrutarlo.
Su pareja y su gente más cercana veían una realidad que él rechazaba de plano. «Piensas que es una conspiración, que te tienen envidia… mil cosas menos la verdad». Un día una amiga médico le cogió por banda y se quedó a solas con él. «Me dijo que tenía anorexia y que estaba en un momento en que podía decidir si quería salvarme o quedarme en el camino. A partir de ahí tuve un tiempo de aceptación pero a los pocos meses ya estaba pidiendo ayuda».
Gracias a una psicóloga fue saliendo poco a poco de ese infierno, pero su relación con la comida, sin ser tan conflictiva como hace unos años, sigue sin ser un camino de rosas, pese a que ha ganado kilos y ya se encuentra cerca de su peso normal. La enfermedad continúa, pero ha aprendido a convivir con ella.
«Tengo ese miedo a comer, esa necesidad de hacer ejercicio para saber que así puedo comer. En mi caso esos pensamientos siguen presentes, pero ahora tengo las herramientas para combatirlos. E igual me siento mal comiéndome una pizza, pero a la mañana siguiente, aunque tenga que pelear conmigo mismo, no me salto el desayuno y no me obligo a hacer ejercicio si no tengo ganas o no tengo fuerzas. Sigue siendo una batalla prácticamente diaria con la comida, pero ahora soy consciente de ello y tengo muchas herramientas para ganar la mayoría de las veces… No puedo decir que me he curado, pero estamos en proceso. Sigo peleando», resume su situación el cantante.
Marta Carulla-Roig, psiquiatra del Área de Salud Mental del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona, conoce bien la anorexia masculina, aunque ella trata más a adolescentes que llegan a su consulta con una pérdida de peso «más brusca que en las chicas» y una desnutrición importante.
El perfil es el de un chaval disciplinado, perfeccionista y voluntarioso, con buen rendimiento académico y que se ha marcado la meta de perder peso y la lleva al extremo por una insatisfacción corporal a veces desencadenada tras sufrir 'bulling' por su sobrepeso. «El ideal de belleza de la mujer está más asociado a la delgadez. En ellos, es un cuerpo atlético y musculado. Muchos chicos me cuentan que se obsesionaron con el deporte y la dieta sana, y que se les fue de las manos».
Restringen la ingesta de alimentos, consumen diuréticos y laxantes, se inducen vómitos y se someten a ejercicios físicos compulsivos e insanos, solo para quemar calorías, con el resultado de una delgadez extrema. «Dicen que se querían muscular y comer más sano, pero a la vez no calibran», señala la psiquiatra, que explica que esa restricción calórica tan drástica «puede suponer un impacto mayor en el peso que en las chicas». «El diagnóstico es más tardío porque los chicos tardan más en buscar ayuda».
La doctora apunta algunas señales de alarma, como que los chavales cambien los hábitos alimenticios típicos de esa edad por verduras, que pregunten en redes sociales cómo adelgazar o busquen dietas para perder peso o el exceso de ejercicio, incluso la práctica de abdominales a escondidas para compensar una comida. Con todo, dice que una vez en tratamiento, tienen buen pronóstico.
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