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Amador Milián y Matilde Meseguer llevan juntos 82 años, un amor que bien merecería un hueco en el Guinness y que hoy, Día de San Valentín, celebrarán «con un beso» en la residencia municipal de Almassora, en Castellón, donde siguen compartiendo su vida y sus ... recuerdos.
Amador va por los 102 y Matilde cumplirá 98 en mayo, y aunque empezaron de novios hace más de ocho décadas no pasaron por el altar hasta un 2 de enero de 1954. El tenía 32 años y ella 28, algo talluditos para la época. «Llevábamos doce años de novios y no se decidía a pedirme matrimonio, al final fueron sus padres los que le tuvieron que empujar», cuenta Matilde con una sonrisa.
Esos setenta años casados han dejado dos hijos –Amador, ya fallecido, y José Manuel–, cuatro nietos y otros cuatro bisnietos, que son la alegría de la veterana pareja.
José Manuel, de 60 años, los visita cada tarde en la residencia, acompañado de las dos nueras y los nietos, entre ellos Núria, que guarda una bonita colección de fotos con las que ha inmortalizado a sus abuelos.
La chispa, aún lo recuerdan como si fuera hoy, saltó en las fiestas del Sexenni de Morella, en plena posguerra civil española. A él le encandilaron sus ojos, y a ella las vistosas y espectaculares piruetas con las que aquel espigado mozuelo bailaba la danza de los torneros, la tradicional de la ciudad castellonense.
Amador, que fue camionero hasta su jubilación, y Matilde, que trabajó de modista aunque siempre quiso ser maestra, han vivido en su hogar de Castellón hasta hace poco más de un año cuando pensaron que estarían mejor atendidos en una residencia, eso sí siempre juntos, uno al lado del otro y siempre de la mano. El pasado 27 de enero, por sus bodas de titanio, el centro les preparó una fiesta en su honor, con la entrega de un ramo de flores y la música de una rondalla.
Amador y Matilde se encuentran bien de salud, más allá de los achaques de movilidad de unas rodillas centenarias (ambos caminan con andador) y de la diabetes de ella, que la ha obligado a cuidar la alimentación a base de verduras hervidas y pollo a la plancha, una dieta saludable e inmejorable aliada de su longevidad. Matilde no oye bien, ni ve como cuando era modista y cosía en casa durante horas. Su marido no perdona la costumbre del carajillo semanal, en el almuerzo de los sábados.
La pareja nos revela su secreto para un amor tan duradero, un elixir con altas dosis de cariño, respeto y confianza y unas gotas de «paciencia y sentido del humor» para superar los baches «que los ha habido como en cualquier matrimonio». Dice Matilde que también ha ayudado que Amador sea un hombre muy tranquilo, y afirma sin ruborizarse que 82 años después del primer flechazo, sigue prendada de aquel apuesto muchacho que bailaba con desparpajo la danza de los torneros. Y él, clavando su mirada en los ojos que le enamoraron, afirma: «Lo más bonito que me ha regalado la vida es que estés aquí conmigo».
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