Secciones
Servicios
Destacamos
José Ahumada
Santander
Martes, 1 de agosto 2023, 08:36
Nubes de moscas zumbaban sobre la montonera de cadáveres de vacas, inflados como odres por la fermentación y el sol, con los ojos fuera de las órbitas y las lenguas colgando, y en medio de un hedor insoportable. Ese era el terrible panorama que se ... ofrecía este lunes, temprano, junto a una cabaña del barrio Carcabal, en San Roque de Riomiera, dentro de la cual aparecieron el domingo los animales sofocados, muertos de asfixia y calor. Dos o más personas, según sospechan los propietarios, habrían sido los responsables de arrear a los animales, que pastaban al aire libre, sueltos por la zona, hasta la cuadra, forzándolos a entrar hasta conseguir introducir casi una treintena de reses, de más de quinientos kilos, en un espacio mínimo, de unos cuarenta metros cuadrados. Por si quedaba alguna duda de que esa desgracia fuese fortuita –el improbable caso de que los animales, espantados, hubieran entrado en una cuadra que no es la suya cuando apenas cabían en ella–, el hecho de haber encontrado la puerta cerrada, con la aldaba echada, y el de que tres de las vacas, las que estaban más cerca de la entrada, presentaran cortes en la zona del cuello, parecen descartar esa posibilidad.
«Yo dejé las vacas en los praos el viernes a la noche –explicaba Rubén Fernández, joven ganadero propietario, junto a Raúl Pérez, de los animales–; el sábado por la mañana vi pasar una pila de ellas por ahí arriba y no conté más, y como estaba con el jaleo de la hierba, los rollos, pues no subí, porque tienen agua y todo. El domingo a las siete, cuando sube un amigo y no ve ninguna vaca, me llama y nos pusimos a buscar. Hemos visto todas las cuadras, todos los praos, no había nada, y ya íbamos a marchar a otra zona y justamente dijimos 'vamos a mirar ahí', por tenerlo todo visto. Y ya vimos que salía por la puerta un río de sangre». Después, lo que ya se ha contado: echó la puerta abajo con una motosierra y se asomó a un horror.
Noticia Relacionada
Elena Tresgallo
«La cabaña es de un forastero que la ha comprado, y estaba cerrada. A ellos les deja que pasten las vacas para tener la finca limpia –apunta un conocido de los ganaderos–. Alguien las ha cerrado dentro y ha echado la aldaba a prisión. Encima, no hay respiradero: esa casa en su día era 'vividora' y el anterior dueño puso un buen suelo, machihembrado, y eso es hermético. Unas cuarenta horas se supone que han estado ahí encerradas. Pero eso no lo hace una persona sola, y el que ha estado conoce la finca perfectamente».
Se supone que todo debió de suceder durante la madrugada del sábado porque fue cuando un vecino que vive cerca de la cabaña oyó ladrar a sus perros de forma insistente. «Ladraban más de lo normal, tanto que me despertaron. Me levanté, saqué la lámpara y me asomé a la puerta, pero como no vi nada raro los mandé callar y me volví a acostar», relata.
«Si ahí arriba hay algo –dice Raúl Pérez mirando al cielo–, pagará». Suyas son catorce de las reses muertas, las otras once son de su compañero Rubén. «No han podido meter todas: a mí me han quedado cinco vacas y cinco becerros». Esos deben ser los animales que vieron por el monte el sábado por la mañana.
La extracción resultó muy penosa por los cadáveres apilados, que bloqueaban la puerta y entorpecían la labor. Empezaron a trabajar el domingo al mediodía, atando y arrastrando con un tractor los cuerpos, y así, sobre las cuatro de la tarde, lograron rescatar a una de las tres vacas que seguían con vida en el interior de la cabaña. «Aquí vino el 112 y dijeron que si no venían con equipo homologado, que no se podía hacer. Sobre las diez o las once de la noche llegó el de Bienestar Animal, que fue el que dijo que esto había que sacarlo ya, porque había otras dos vacas vivas, y fue cuando se movió», apunta otro vecino que colaboró en la tarea. «Estuvimos hasta las cinco y pico de la mañana, sacando vacas, apuntando los números de los crotales, atando a los animales, tirando con el tractor... éramos como quince personas».
Bomberos del 112 y de Torrelavega se emplearon a fondo. «Ni se lo pensaron: entraron hasta el fondo de la cuadra para amarrar las vacas y sacarlas con el tractor, tirando a hacer un pasillo para las que quedaban vivas. A una pudimos darle de beber unos cubos de agua desde el ventanuco, pero la otra tuvo que esperar porque no llegábamos a ella. Entraba un bombero con la botella de oxígeno, amarraba y salía; estaban como en una lata de sardinas. Había tres vacas muertas que habían quedado de pie. Hinchadas. Parecía un hipopótamo plantado ahí».
Agentes del Seprona y de la Policía Judicial se acercaron también este lunes a la cabaña para comprobar los hechos, hacer preguntas a los propietarios y a quienes pudieron ver y oír algo, y buscar alguna pista que ayude a resolver este extraño caso. La impresión de que algunas de las vacas habían sido acuchilladas fue confirmada posteriormente por un veterinario, que examinó las heridas y descartó que se pudieran producir al ser corneadas. Como dijo, los cuernos hacen destrozos, y en este caso se trataba de cortes. Además, estos se localizan en la zona del cuello de los animales: de haber estado en la panza, cabría pensar que fuesen un efecto de la hinchazón de los cadáveres, que llegasen a desgarrarse por la presión.
Era mediodía cuando los operarios de Tragsatec comenzaron a cargar los animales en los camiones para su destrucción. En el primer viaje llevaron los ejemplares presuntamente acuchillados para su estudio algo más pormenorizado, por si ofrecieran alguna pista de lo ocurrido. Manteniendo el tipo, Rubén Fernández observaba cómo iban depositándolos en el remolque con una grúa, mientras dudaba de que el seguro cargue con algo. «Había dejado de trabajar, me había incorporado a esto hacía nada: esperando la subvención estaba para seguir comprando, y ahora no sé. A esperar a ver qué pasa. Lo primero, encontrar a estos asesinos, que lo tienen que pagar aunque me cueste lo que me queda ya: arruinado ya estoy; por arruinarme otro poco más no voy a dar para trás. Después, pues mente fría y a ver qué pasa, porque no queda otra solución. Ahora mismo, lo que tenía ahí lo tengo apilado: 28 animales patas arriba, cincuenta o sesenta mil euros que había ganado hasta ahora, que había dejado de trabajar. Ahí está todo, uñas arriba».
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.